Nieves Herrero, periodista

"La realidad de Carmen Franco ha sido una realidad vista desde El Pardo"

"La realidad de Carmen Franco ha sido una realidad vista desde El Pardo"

"La realidad de Carmen Franco ha sido una realidad vista desde El Pardo" / Archivo

-De novelar la vida de Ava Gardner ha pasado a escribir sobre Carmen Polo. Pasar de una mujer tan libre a una que afirmaba hacer lo que marcaba el protocolo de su posición habrá sido un cambio de tercio radical.

-No lo había pensando, pero creo que realmente son la tesis y la antítesis. He pasado de una novela en la que todo era explosión, libertad, a otra sobre una persona que vivía constreñida y obedeciendo. Son dos tipos de mujeres diferentes, pero eso es lo bonito de escribir porque me han llevado por una España diferente.

Ahora le he preguntado a Carmen si esa entereza es más de los Franco o de los Polo y ella me dice que de los Polo"

-Diferente pero del mismo periodo histórico. Y también la anterior novela sobre Sonsoles de Icaza y su romance con Ramón Serrano Suñer. ¿Se ha especializado en esa etapa?

-Me gusta ir al siglo pasado porque todavía quedan testimonios de personas que lo han vivido de primera mano. Mi primer paso, a la hora de escribir, es siempre un trabajo periodístico de entrevistas con los protagonistas o gente que los conocía. Luego meto la propia historia dentro de la intrahistoria. Es un puzle complicadísimo y cada vez que empiezo un libro me arrepiento.

-Será más difícil afrontar una novela histórica de una etapa reciente, con lectores que vivieron eso en primera persona, que, por ejemplo, de la Edad Media.

-Claro, no los puedes defraudar porque ellos lo han conocido. Además, la gente sabe muchísimo de Historia, hila finísimo y te caza al mínimo error. Con la de Serrano Suñer nadie me cambió una coma salvo un señor que me dijo que las estrellas que yo le puse a Serrano, de cinco puntas, en realidad eran de siete. Y en la segunda edición lo corregí.

-Cuando un escritor se especializa en un periodo, le pasará como a un historiador, al menos el back-ground saldrá solo.

-Estás muy familiarizado. Y eso que no lo he buscado, porque yo estaba con otras novelas y han sido las editoriales las que me han ido haciendo encargos que me han resultado interesantes.

-¿Ha sido, entonces, una especialización circunstacial?

-Sí, en el caso de Carmen Franco, les dije que no hacía la novela sin su testimonio y la familia me dijo que no al principio. Estaba en otra cosa cuando la propia Carmen me llamó y me dijo que podía ir a su casa. Me llevé la grabadora y así empezó todo. A partir de ahí el reto era hacer hablar a una persona que ha estado siempre en silencio.

-¿Qué tiempo le llevó ese trabajo de campo?

-En total tengo unas 40 horas de conversación. Había periodos en los que iba por las mañanas, una vez a la semana. Luego se iba de viaje y no sabía cuándo iba a ser el siguiente encuentro. A veces temía que me dijese: "Hasta aquí hemos llegado". Me daban ataques de ansiedad porque necesitaba continuar. A veces quería acelerar el paso del tiempo y ella me decía: "No, no, vamos por partes". Además, siempre recordaba el punto en el que lo habíamos dejado.

-¿Cuánto se prolongaron las charlas?

-En una dedicatoria reciente me ha puesto: "Por los años y días que hemos pasado juntas". Creo que fue año y medio. Antes del verano le dije a la editorial que lo tenía todo y comencé a escribir.

-Ahora Carmen Franco ha hecho público que sufre un cáncer terminal. ¿Sabía ella ya el diagnóstico?

-No sabía nada. Superó un cáncer hace 15 años atrás. En el libro relato cómo lo encajó y cómo lo superó. Cuando yo la veía, ella se encontraba estupendamente. En septiembre de este año la he vuelto a ver porque tenía algunas dudas y fue cuando me comentó que iba a empezar de médicos porque se encontraba muy cansada y no sabía el motivo. Este mes, cuando he vuelto a verla para entregarle el libro, ya no he ido como periodista. Pero fue una visita muy rápida porque a una persona enferma no hay que molestarla mucho.

-En su libro, ella habla de la muerte con mucha entereza. "Aquí estoy. Dispuesta a recibir aquello que venga. Sin lágrimas. No tengo miedo a nada. Ni tan siquiera la muerte". Parecen unas palabras casi premonitorias porque ha mostrado realmente esa resignación.

-Así es. Yo le he preguntado ahora si esa entereza es más de los Franco o de los Polo, y ella dice que de los Polo.

-En el libro también afirma: "En la guerra era una niña y no me enteraba de nada". ¿Ser hija de un dictador implica una especie de culpa congénita, casi como si fuera algo religioso, que hay que justificar hasta el final?

-Tenía ocho años cuando estalla la guerra y es lógico que no fuese consciente. No es que ahora ella diga eso, es que realmente no se enteraba de nada. Cuando llega al Pardo descubre que no puede hacer nada de lo que ella quiere, ni siquiera ir al colegio. Su realidad era una realidad vista desde el Pardo. Por eso, en el libro cuento muchas cosas de las que no se enteraba. Además, su madre le inculcó miedo a todo. Como resultado era muy obediente. Hasta que no ha enviudado no ha sido dueña de su tiempo y ha hecho su voluntad.

-Reconoce que no ha sido cariñosa con sus hijos. ¿Cómo es como abuela?

-Como muchos aristócratas, se dedicaba a viajar y a ir a fiestas, y a sus hijos los criaban las institutrices. Pero ahora la relación es buena, van a verla y hacen turnos para que no se quede sola. Está disfrutando mucho de su nieto Daniel y antes de Luis Alfonso, con el que se hizo futbolera. Los nietos le han dado una segunda oportunidad en la vida.

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