Es normal que cuando quedan menos de dos meses para las elecciones autonómicas andaluzas, el presidente del PP, Javier Arenas, califique de "acertada" y "plenamente respetuosa" con los estatutos de su partido la decisión de Rajoy de dejar fuera de las listas a RuizGallardón.

Pese a que el alcalde de Madrid inició su particular precampaña con un acto en Andalucía, Arenas sabe que, a fin de cuentas, el 9-M jugará un partido diferente al que disputará Rajoy. A él se le pide que reduzca el margen de diferencia que el PSOE logró sobre el PP en 2004, mientras que a su jefe se le exige que recupere el poder.

Las últimas encuestas publicadas le dan hasta ocho escaños más en el Parlamento andaluz, un resultado que, si confirmara en las urnas, le serviría a Arenas para presentarse el día después con los deberes hechos, sea cual sea el resultado de las elecciones generales. La derrota de Ruiz-Gallardón no va a tener incidencia alguna en los resultados de las andaluzas.

Sin embargo, sí puede tenerla en las generales y, más concretamente, en Madrid. Rajoy ha adoptado aparentemente una decisión salomónica dejando fuera de las listas al alcalde de Madrid y a Esperanza Aguirre, pero, en realidad, ha optado por no restar lo que representa la presidenta de la Comunidad, máxima representante del ala derecha del PP, renunciando a sumar lo que aporta Ruiz-Gallardón, el representante de los centristas y moderados. Con esta decisión, el PP tendrá difícil mantener la diferencia que obtuvo en las locales y las autonómicas de 2007 respecto al PSOE, y que podrían haberle supuesto seis escaños más que los socialistas.

La derrota de Ruiz Gallardón empezará a preocuparle al presidente regional del PP-A el día después del 9-M, cuando compruebe que, en el caso de victoria en las generales, sus principales adversarios políticos en el PP salen reforzados, y, en caso de derrota, el sector moderado y centrista, del que forma parte, se ha podido quedar sin su mejor candidato para suceder a Rajoy.