España

Las difíciles relaciones con don Juan

  • La designación de don Juan Carlos como sucesor de Franco, a título de Rey, distanció al monarca de su padre · El nombramiento del Caudillo rompía el orden dinástico, que recaía en el Conde de Barcelona

Era julio del 69. don Juan Carlos, entonces Príncipe, acababa de regresar de unas vacaciones en Estoril con sus padres, hermanas, la princesa Sofía y sus hijos, cuando Franco le llamó a El Pardo.

Allí le dio la noticia que los defensores de la reinstauración monárquica esperaban desde hacía décadas: el día 22 de ese mes enviaría a las Cortes el decreto por el que le designaba sucesor "a título de Rey". Franco le pidió discreción hasta que llegara la fecha, pero el Príncipe tuvo un primer gesto de rebeldía: no podía comprender por qué no le había adelantado sus intenciones antes de desplazarse de vacaciones a Estoril para poder darle la noticia en persona a su padre y, por supuesto, se sentía obligado a llamar de inmediato a don Juan para explicarle la situación.

Nada más llegar a la Zarzuela, don Juan Carlos telefoneó a su padre. Como había imaginado, don Juan le echó en cara que le hubiera ocultado la noticia mientras estaba en Estoril ya que le costó creer que el Príncipe no supiera nada en ese momento. Tampoco ocultó a su hijo su conmoción al comprobar que se había producido lo que más temía: Franco no respetaba el orden dinástico y daba un salto generacional al no tener en cuenta los derechos del conde de Barcelona.

Don Juan Carlos fue muy claro con su padre, y le dijo abiertamente que debía asumir que la Monarquía sólo sería reinstaurada por Franco si era él quien aceptaba y que si no era así lo más probable era que Franco se decantara por otro, pero nunca por don Juan. Para ello, necesitaba el beneplácito de su padre, así que se comprometió a no aceptar los designios de Franco si don Juan no le autorizaba. Finalmente, el conde de Barcelona dio el beneplácito a su hijo, pero la brecha entre ambos fue profunda, grave y muy larga en el tiempo. Sólo la paciencia, el buen hacer y el empeño de doña María, la madre del Príncipe, por acercar a padre e hijo permitió que volvieran a hablarse.

Hasta ese 22 de julio, la relación entre padre e hijo había sido de gran afecto, confianza, cariño e, incluso, complicidad respecto a cómo resolver la cuestión dinástica. La decisión de que el Príncipe estudiara en España a partir de los nueve años la tomó don Juan para que los españoles aceptaran con naturalidad a quien representaba a la Corona y no olvidaran que había un Rey esperando en el exilio a que Franco cumpliera su promesa de reinstaurar la Monarquía.

El Príncipe era muy consciente de que don Juan no era querido en España ya que los monárquicos eran minoría y los franquistas se habían ocupado de presentar a la opinión pública una imagen de su padre tergiversada: un hombre ambicioso, capaz de aceptar cualquier componenda con tal de ser rey. El Príncipe tuvo que enfrentarse más de una vez con compañeros de las academias militares y de la universidad que hablaban despectivamente de su padre.

En la larga entrevista que le concedió a José Luis de Vilallonga y que el escritor convirtió en el libro El Rey, el Príncipe se sinceró y contó que "nunca dudé de la sinceridad de mi padre cuando me aconsejaba. Con Franco en cambio era muy diferente". Y añadió: "Si pienso, si actúo, si a veces hablo como lo hubiera hecho mi padre no se debe únicamente al resultado de su influencia, sino también al simple hecho de haber recibido desde muy joven el ejemplo de alguien a quien admiro".

Como reconoció en multitud de ocasiones, don Juan Carlos era quien le explicaba a su padre cómo se vivía en España ya que don Juan se exilió muy joven. Don Juan Carlos también ha confesado que cuando Franco le designó jefe de Estado sintió el peso de la soledad, percibió muy pronto que la decisión del Caudillo no sólo no era aceptada por los monárquicos sino tampoco por los franquistas, pero sobre todo se sintió solo porque le faltaba el contacto con su padre.

En los dos últimos años de vida de Franco, cuando se adivinaba que su final estaba cercano, la relación entre padre e hijo fue aún más distante. Don Juan se acercó a la Junta Democrática de la que formaban parte dirigentes comunistas, socialistas e intelectuales de izquierdas, y que desde París lanzaba proclamas contra Franco y, en cierto sentido, ninguneaban la figura del entonces Príncipe. Don Juan ni siquiera acompañó a su hijo el día de la proclamación, aunque a los pocos días le envió un emisario con el mensaje de que renunciaba a sus derechos en su favor. El acto formal de cesión de los derechos dinásticos no se celebró hasta año y medio más tarde, toda vez que el Rey dispuso a Adolfo Suárez en la Presidencia del Gobierno en un camino hacia la democracia que consagraron las primeras elecciones democráticas: el 15 de junio de 1977.

"Creo llegado el momento de entregarte el legado histórico que heredé y, en consecuencia, ofrezco a mi Patria la renuncia de los derechos históricos de la Monarquía española, sus títulos, privilegios y la Jefatura de la Familia y Casa Real de España, que recibí de mi padre, el rey Alfonso XIII, deseando conservar para mí, y usar como hasta ahora, el título de conde de Barcelona", pronunció don Juan. Con el gesto contenido pero cargado de emoción, se cuadró militarmente ante su hijo, le hizo una profunda inclinación de cabeza y dijo con voz vibrante: "Majestad, sobre todo España. ¡Todo por España!". Más tarde los condes de Barcelona se trasladaron a Madrid, donde don Juan llevó una vida ajena a las vicisitudes políticas, con el cuidado de no interferir en las decisiones del Rey.

A su muerte, don Juan Carlos le otorgó el trato de Majestad y fue enterrado en El Escorial, donde se entierran a los reyes de España. Durante sus años de residencia en Madrid, don Juan no ocultó su orgullo por la forma en que el Príncipe había conducido las riendas hacia la democracia.

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