España

Una sesión con rayos y centellas

SALVO el cara a cara entre los dos primeros espadas, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, que volvieron a hacerse merecedores con un debate anodino de la baja valoración ciudadana que acreditan (ver último CIS), ayer, la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados generó rayos y centellas en los escalones inferiores, con los casos Mercasevilla y Faisán y la minuta del ex ministro Carlos Solchaga en la subvención de la Junta de Andalucía en el caso Matsa en el centro de los rifirrafes.

En unos nuevos minutos parlamentarios que no merecerían constar en el Diario de Sesiones, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición se tiraron los trastos a la cabeza, pero con escasa puntería por falta de originalidad. A propósito de la confianza que necesita la economía española para crear empleo y de los vaivenes del Ejecutivo, el popular le dio a Zapatero con la brocha gorda: "Usted no tiene arreglo". Por su parte, el socialista le reprochó a Rajoy "no tener criterio". "Sólo sabe estar quieto y no hacer nada", sentenció. Poco más.

El debate entre el vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y la portavoz del Grupo Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, centrado inicialmente en los problemas de los autónomos, fue otro cantar. Se incendió cuando la popular comentó lo siguiente. "Más le hubiera convenido haber ido a Cádiz, a la convención de los autónomos, su circunscripción por cierto. Yo estuve allí, y sabe lo mínimo que me decían: que del Gobierno no esperan nada nuevo y que, en Andalucía, si eres socialista, cobras la jubilación aunque nunca hayas trabajado, y que para ellos no hay fondos, que se reservan para los amigos del señor Chaves". La parrafada, que no tiene desperdicio, provocó que Pérez Rubalcaba entrara de lleno en el asunto de fondo, dándole una respuesta a la altura del desbarre de Sáenz de Santamaría: "Cuando le escuchaba se me ha ocurrido una respuesta, coger los cientos de millones de trama Gürtel, dividirlos por el salario mínimo interprofesional para saber los desempleados que podríamos haber contratado en España si la gente de su partido no hubiera presuntamente robado. Se ha pasado. No es que usted no se lo merezca, quien no se lo merece son los parados. No se merecen que utilicemos el sufrimiento de la gente para lanzar basura de un lado al otro". Tras aclarar el asunto, Rubalcaba insistió en que "no le voy a consentir a usted ni a ninguno de su partido" que ensucien al Gobierno. Desgraciadamente, la causa de los autónomos quedó en segundo plano tras el rifirrafe provocado por esa tendencia de Sáenz de Santamaría por mezclar churras con merinas.

El socialista universal se tuvo que enfrentar acto seguido al caso Faisán. Tras escuchar estoicamente cómo lo enterraban políticamente, Rubalcaba le relató la lucha contra ETA en un intento vano de que el próximo miércoles no vuelva con lo mismo.

El caso Mercasevilla -con Matsa y la minuta de Solchaga, como aperitivos-, un bocado político de época, se concentró principalmente en las preguntas de los populares a Chaves y al ministro de Trabajo, Valeriano Gómez. El ex presidente de la Junta salió repartiendo tras la durísima intervención de Fátima Báñez, que le llegó a pedir que entregara los trastos de matar. Por su parte, Gómez actuó de sobresaliente sin complejos. Ante las preguntas sobre los ERE andaluces, echó balones fuera, más allá de la Carrera de San Jerónimo, más allá.

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