Grupo D: España

Desafío al músculo desde el talento

  • Luis combate con clase y mucho juego interior la supremacía física que las potencias europeas históricamente han tenido y que cada vez se impone más por el desarrollo tecnológico y racial aplicado al fútbol.

Futbolista tipo con el centro de gravedad bajo, esculpido con gubia de talento y una visión de juego telescópica hasta capaz de penetrar por los cuerpos. Ése es el jugador español y el debate le ha importado bien poco a un seleccionador que tiene claro cuál es el camino de España, un país que a Europa exportaba en los años setenta Alfredos Landa que trataban de hacerse un hueco entre fornidos alemanes, suizos y holandeses. El cuento no ha cambiado mucho desde entonces en estos años en los que la globalización aún no puede exprimir el limón en el fútbol. Luis vivió todo aquello y también esa mal llamada Furia española, aunque no era tan alejado el apelativo, pues cuando el españolito apretaba los dientes…

Cómo dar respuesta si no entonces a esa pregunta extendidísima en el territorio nacional y elevada a misterio sin clasificar que se plantea cada vez que un equipo de Santisteban alza uno de sus innumerables títulos continentales, muchos de ellos abrochados con goleadas en finales contra Francia, Alemania, Inglaterra… Es indudable que nuestro futbolista es el que juega mejor al fútbol en Europa. Otra cosa es el orbe total y ahí brasileños y argentinos siempre irán por delante. ¿Qué ocurre cuando esas promesas suben el escalón de los sub 17, sub 18… a la categoría absoluta? Podría decirse que a esas edades el físico aún no ha ejercido ese poder de desequilibrio que después acaba merendándose al futbolista español.

Porque la progresiva profesionalización de todo lo que rodea al fútbol, unido a la mejora de la raza humana, hace que en el fútbol también se imponga el más fuerte, más alto, más rápido. Cuando África aprendió a jugar al fútbol, los grandes clubes tuvieron que hacerles hueco a los jugadores de este contintente entre sus cracks suramericanos. Y el futbolista español no es físico. Se arrima más a la clase, al talento, y sólo jugadores como Sergio Ramos se salen del guión. Lo que ocurre es que todas las selecciones tienen, como mínimo, a tres o cuatro Sergios Ramos.

En el once de Luis pueden coincidir –bajo una de sus variantes– hasta tres futbolistas del mismo corte. Xavi, Iniesta y Cesc se mueven bajo el mismo perfil de fútbol y a ellos hasta se les puede unir David Silva, aunque éste sea más profundo en sus internadas. Pero Luis tiene en su lista a otros de la misma madera o parecida: Xabi Alonso, Cazorla, Sergio García… hasta Villa, aunque con un punto más de potencia de arrancada, cumple con el prototipo marcado.

Por el centro

La apuesta no es disparatada del todo. Presentarse con enanos a una fase final en la que impera el músculo es desafiar la corriente general de un deporte que se agiganta en ritmo, velocidad y en preparación física, pero, según muchos, se cierra puertas cuando plantea sólo un camino de llegada: el juego interior.

Es verdad que es la mejor arma de España. El fútbol de combinación corta, de poco recorrido de conducción y de mucha posesión de balón han sido en los últimos tiempos el sello propio del juego español. El seleccionador ha renunciado a las bandas dejando que ahora estén en plenas vacaciones futbolistas desequilibrantes y consagrados como el valencianista Joaquín o con un floreciente futuro como el sevillista Capel. La incógnita está en el argumento alternativo cuando los rivales pueblen la zona central y equilibren esa superioridad numérica que España propone en ese punto imaginario del centro de la línea de tres cuartos.

La piedra angular del edificio es y será Xavi. Ingeniero y jefe de operaciones, el centrocampista del Barça es el jugador que más entra en contacto con el balón mientras la tarea del resto será leerle el pensamiento en la ejecución de ese juego por bajo que debe burlar el poderío físico ajeno. España propone una superioridad numérica en el centro del campo con jugadores de interior y complementado con laterales de recorrido ofensivo, sobre todo en el caso de Sergio Ramos. Los falsos hombres de banda huirán de la cal y se pegarán a Xavi ofreciéndose y yéndose a la vez, ya sea con la variante de un solo punta, que desde la cita clave ante Dinamarca no había abandonado Luis, o de dos, como hizo ante Perú. Bajo las dos fórmulas Torres tendrá que estar atento en busca de esos desmarques que tanta gloria le han dado en el Liverpool y que con España tendrán menos recorrido por la posición más adelantada de los centrocampistas. Deberá acostumbrarse a conducir menos y a rematar antes, casi al toque. Si es con Villa, el valencianista también buscará despegarse del 9 para ayudar en ese juego de paredes rápidas y pases interiores en el que claramente se ampara una España sin rematadores como Morientes, tampoco en el grupo de 23.

El robo, en las bandas

El escalón por debajo en lo físico se hace un mundo cuando se trata de recuperar el balón y esa desventaja la palía el seleccionador juntando a gente en el centro del campo. La posición adelantada de los laterales mientras el medio centro se convierte en un central más permite que España pueda apretar arriba, estando muy atentos a cuando el balón caiga a zonas cercanas a las bandas. Ahogar al rival ahí con superioridad es relativamente fácil para un equipo que va a contar con hasta cuatro futbolistas liberados para ello. Por el centro será más difícil y más todavía si el contrario ejecuta el desplazamiento de balón largo a la espalda de los laterales obligando a Puyol y Marchena a correr en horizontal.

Es un riesgo, estudiado, pero riesgo al fin y al cabo. Luis tampoco ha encontrado otras fórmulas porque no ha proliferan precisamente los centrocampistas fuertes seleccionables. Peaje de la raza hispana y también de ir en dirección contraria a ese 6+5 que ahora dicta la FIFA.

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