Feria de Jerez

El Caballo que de amor duele

  • La viuda de Ramón Guerrero González, hija del dramaturgo y poeta José María Pemán, recogió emocionada y arropada por dos de sus hijos el 45 Caballo de Oro veinte semanas después de la muerte del ganadero

Hay un poema de José María Pemán que de amor duele. Para el poeta gaditano, el creador del universo y de todas las cosas prueba a las personas que más quiere con un inmenso dolor. Los desgarradores versos se respiraron ayer en el jerezano recinto militar del Depósito de Sementales, donde la hija del dramaturgo gaditano recogió emocionada el Caballo de Oro número 45, concedido a título póstumo a su marido, el empresario y ganadero Ramón Guerrero González.

A Ramón Guerrero González le han faltado 20 semanas de vida para ver premiada en la tierra su carrera como prestigioso criador de caballos, un arte que heredó de sus antepasados, que llegaron a ser conocidos en medio mundo por sus fabulosos caballos de tiro. Por eso, su viuda María del Dulce Nombre (Maruchi) Pemán Domecq sintió más que nunca que el amor del todopoderoso duele. Y a este sentimiento, su padre, José María Pemán, le llamaba 'Resignación'.

Si se avanza por la refinada pluma del poeta, los versos van tranquilizando el alma al conocer que '...sufrir es curar las llagas del corazón'. El corazón de Ramón Guerrero siempre latió fuerte, sobre todo cuando tenía delante un caballo. La familia de Ramón Guerrero González convirtió al caballo de tiro en el mejor embajador de Jerez y su cultura.

En el siglo XIX, los hermanos Guerrero se atrevieron a cruzar el caballo español con el expresivo caballo inglés hackney, una raza de aires muy elevados usada en Inglaterra para los carruajes. El hackney aportó expresividad y el caballo español, robustez. La mezcla fue un éxito y en poco tiempo las casas reales de medio mundo incorporaron a sus caballerizas ejemplares cruzados por la familia jerezana. Pero esto sucedió hace muchos años.

Ayer, el discurso de la familia del galardonado fue emocionado. Su viuda apenas esbozó una frase, suficiente para agradecer el cariño que lleva implícito el Caballo de Oro. Fue su hijo Manuel Guerrero Pemán quien se encargó de vaciar el tintero. Emocionado, se dirigió al público arropado por la prolífica familia de Ramón Guerrero: 9 hijos, 32 nietos y biznietos. Todos estuvieron presentes en un día tan señalado. Durante unos minutos, sintieron que estaban más cerca de él. '...Consuelo y resignación a medida del pesar...' son dos versos más del conocido poema de Pemán que ayer encontraron su hueco entre los familiares del Caballo de Oro.

Tal y como lo exige el guión, la familia de Ramón Guerrero llegó al Depósito de Sementales repartida en cinco coches de caballos. Hubo nietos que lo hicieron a caballo con el reglamentario traje de corto. En la pista del Depósito de Sementales fue recibida por la alcaldesa de Jerez, María José García- Pelayo, por el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, y por el teniente coronel Isidoro Vargas, jefe de la unidad de Cría Caballar en Jerez. Fue el momento más protocolario de la entrega del premio.

Las autoridades, aunque hablen en primera persona, tienen un discurso frío, muy lejos de las sentidas palabras de Manuel Guerrero, hijo del galardonado, que no solo recordó a su padre casi entre lágrimas, sino que tuvo tiempo para recordar a otros caballos de oro ya desaparecidos, como Isabel Merello, Álvaro Domecq y Díez, Luis Ramos Paúl o el matrimonio formado por Luis y Maribel Domecq.

La familia Guerrero compartió ayer la sensación de los sentimientos encontrados. De una parte, la gratitud por formar parte de la lista de premiados del Caballo de Oro; de otra, el dolor por la ausencia de Ramón Guerrero, Caballo de Oro 2011, que se fue hace veinte semanas. Porque el creador lo manda y lo quiere; '¡Bendita sea, Señor, la mano con que me hieres!' 'Resignación'. José María Pemán.

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