La crónica del Martes

Calma a la espera de los días grandes

  • Después del intenso fin de semana y el lunes festivo, el Real acogió ayer un día tranquilo y con el Levante como protagonista. El desembarco de niños por la tarde recuperó el ambiente.

EL Levante, ese molesto invitado que parece haberse quedado en Jerez desde el pasado verano, hizo acto de presencia ayer por el Real. "Mucho estaba tardando", explicaba uno de los camareros de una conocida caseta a un compañero. Sin ser demasiado violento, su presencia simplemente hizo subir los termómetros, de tal forma que durante la sobremesa resultó casi imposible caminar por la Feria. Lo mejor, una buena caseta y a dejar pasar las horas.

De cualquier manera, no fue el martes un día de demasiado ajetreo. Tras la tempestad y los 'buenos números' que han hecho los caseteros durante los tres primeros días de Feria, la jornada de ayer estuvo más bien tranquila. Suele ser así, estadísticamente. Por ello, muchas casetas no registraron el bullicio de este fin de semana, todo lo contrario, las más privilegiadas contaron con muchas comidas de empresas o de amigos, pero en general el ambiente fue calmado. Tanto que en muchas calles, los transeuntes se encontraban con los denominados 'captadores', una figura hasta ahora poco habitual en la Feria de Jerez, pero que ahora, con muchos bares y catering dirigiendo algunas casetas, buscan clientes para sus negocios por el mismo Real.

Hasta el paseo de caballos, que durante este inicio de Feria he tenido especial movimiento, se vio ayer bastante mermado, tanto que apenas se vieron caballistas y sí calesas y coches de caballos de alquiler, que dicho sea de paso, han mejorado (salvo algunos casos) notablemente su apariencia con respecto al pasado año, que fue todo un descontrol. Y es que el Ayuntamiento intenta que todo fluya con normalidad, y hasta en la decoración exterior de las casetas ha tenido que dar algún que otro toque al intentar el casetero de turno exponer algún que otro letrero publicitario poco elegante. De cualquier modo, paseando por el Real, uno comprueba que aquellas casetas que antes se cuidaban y mimaban para ofrecer la mejor fachada de la Feria han pasado a mejor vida, y salvo alguna que otra especialmente original, son pocas las que llaman la atención o bien porque llevan años repitiendo fachada (normal también con el tema de la crisis) o bien porque ya nadie se complica como antes lo hacían Los Pollitos o Karkomedo, por citar algunas.

Ya entrada la tarde, y mientras los camiones de Urbaser intentaban quitar algo de polverío regando las calles, el discurrir de los grupos musicales por el Real fue una constante. Pianos, cajas de percusión y guitarras deambulan de aquí para allá intentando no llegar tarde a sus distintos compromisos.

La tarde sirvió también para que, con la fresca, se produjese el desembarco de familias enteras por la zona de atracciones, que aprovechando los descuentos en los cacharritos, entre 2 y 2,50 euros el viaje, invadieron la Feria. Curiosamente, en la zona ha habido este año una notable ausencia, al menos yo no recuerdo una Feria sin las clásicas carreras de camellos. Pues sí, su propietario decidió cambiar Córdoba por Jerez. Él se lo pierde.

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