Feria de La Línea

La Línea abre sus puertas al ocio

  • La misa rociera da el pistoletazo de salida a la jornada más emblemática de la Velada y Fiestas. La afluencia de público llena calles y plazas en un festejo que termina en la Feria

Descomunal. Ese es con casi total seguridad el adjetivo que mejor define a la fiesta que se vivió ayer en las calles y plazas más céntricas de La Línea con motivo de la jornada más emblemática y multitudinaria de la Velada y Fiestas de julio, el Domingo Rociero, que un año más abarrotó el municipio con personas venidas de otros puntos de la comarca y de la provincia.

El día arrancó pronto, con la resaca de la noche anterior todavía en el cuerpo. Y es que el sábado por la noche, tras la tradicional Cabalgata y el encendido de la portada, la gente se trasladó en masa al recinto ferial. Prueba de ello es que, sobre las dos de la madrugada, era fácil tomar algo sin agobios en casi cualquier terraza o bar.

Ayer, la parroquia de la Inmaculada Concepción, testigo privilegiado cada año de la intensidad con la que los linenses viven su Feria, acogió a las 10:00 horas la misa rociera, en la que participó el coro de la Hermandad del Rocío de La Línea.

A su término, la gente empezó a llegar al centro, aunque la diversión del día anterior pesaba y la afluencia de público no empezó a ser notable hasta las doce del mediodía.

Como suele ser habitual, los grupos más familiares optaron por los alrededores de la plaza de la Iglesia para echar el día entre risas, bailes y rebujito, mucho rebujito, además de otras bebidas típicas de esta jornada. Hacía un calor verdaderamente sofocante y apetecía refrescarse con una buena copa y en mejor compañía.

Los más jóvenes regresaron un año a la plaza de Cruz Herrera, hervidero de almas deseosas de disfrutar a tope del Domingo Rociero y de que la jornada no acabase nunca. Muchos jóvenes se dieron también cita en la plaza de Fariñas y en la propia plaza de la Iglesia, en concreto en los arcos, donde el tránsito en torno a las cinco de la tarde era prácticamente una misión imposible. Y es que los arcos crean un área de sombra muy codiciada cuando el termómetro supera los treinta grados y el alcohol y el cansancio empiezan a pesar.

Durante todo el día se vivieron escenas muy típicas de La Línea en fiestas. Los grupos de personas, sobre todo mujeres ataviadas con sus trajes de faralaes, bailando sevillanas fueron una de las escenas más recurrentes, así como los aperitivos traídos de casa y consistentes en tortillas, embutidos y otros manjares. Por supuesto, aquel o aquella que no venía preparado de casa tenía la opción de elegir entre los numerosos establecimientos que ayer abrieron sus puertas al personal.

Lugares más apartados del centro también conmemoraron el día grande de la Velada y Fiestas. Fue el caso del centro de día de personas mayores El Junquillo.

En torno a las 18:00 horas, la gente empezó a trasladarse al recinto ferial, que por la mañana había acogido el tradicional paseo de caballos. No obstante, la música no dejó de sonar en la zona centro hasta pasadas las 19:00 horas, cuando comenzó el duro trabajo de los operarios del dispositivo especial de limpieza desplegado por el Ayuntamiento.

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