Variedades

Alegato al ingenio gaditano

¿que pasaría si pasara? Pasara no, pasa. Algo ha agitado el intelecto y la creatividad de la última generación de artistas gaditanos, dispuestos a romper con la sequía y pasividad de los últimos lustros. El ejemplo más clarividente lo vimos ayer en el Teatro Villamarta, donde la inventiva del cuarteto (se califican extrovertidos por la poca 'vergüenza' y descaro que tienen) formado por David Palomar, Riki Rivera, El Junco y Roberto Jaén hicieron disfrutar a todo el que entendió su propuesta. El que la entendió sí, porque hubo alguna gente, sobre todo cursillistas, que quedaron fuera de juego, algo comprensible, primero por el extenso diálogo de los protagonistas y luego porque no consideraban, y con razón, que este espectáculo esté incluido en un Festival de baile.

Durante más de hora y media el público asistió a una representación en la que la ironía y el sarcasmo están continuamente presentes en el ambiente, de ahí que a la hora de analizar la obra haya que hacerlo desde un punto de vista cómico. Todo lo que sucede sobre el escenario forma parte de un universo caótico y esperpéntico, y como tal debe tomarse, es decir, dentro de un contexto enmarcado en una particular fantasía, pues de lo contrario, habrá guasa.

Partiendo de esa premisa, los cuatro artistas gaditanos no dejan títere con cabeza, a veces directa y otras indirectamente, y con bastante diálogo de por medio , abordan temáticas en torno al flamenco, desde el papel de los críticos a esa constante mirada atrás por parte de algunos. Una crítica voraz a los que creen que cualquier tiempo pasado fue mejor.

La estructura del montaje es simple, es decir, se alternan situaciones grotescas y cómicas, con pinceladas de cante, toque y baile, dejando constancia de que estamos ante cuatro artistas diferentes que han encontrado la sinergia perfecta para plasmar lo que quieren. Otra cosa es que con tanta socarronería, el flamenco como tal pierda un poco de seriedad. Sólo la soleá que interpreta David Palomar, en la que se acordó del Chozas, aporta ese rigor que se debe tener. Todo lo demás es chufla, salero, fiesta, compás...o sea Cádiz. Hay mucha gracia detrás del guión.

A nivel interpretativo, la labor de los cuatro artistas es mayúscula (cada uno tiene su sitio), y por momentos da la sensación que estamos ante un clásico cuarteto de carnaval, con diálogos rebuscados y medidos, siempre con la intención de buscar la carcajada. En esa intencionalidad encontramos localismos, es decir, se utilizan expresiones y detalles propio de la ciudad en la que están, en este caso Jerez.

Como si de un motor diesel se tratara, la obra aumenta la intensidad conforme pasan los minutos, y después de un arranque con demasiado monólogo y un desarrollo un tanto lento, se llega a situaciones entretenidas y graciosas, como una ouija en la que se rescatan, a través de imitaciones de los propios protagonistas, a personajes como Chano Lobato, Juan Valderrama o Camarón, o una consulta médica en la que, con El Junco tomando el mando, interactúa con el público hasta integrarlo en la misma obra y acabar la sesión con una sonrisa.

Es una forma diferente y sobre todo muy original de vender su particular flamenco a través del humor inteligente con el que se pasa un rato entretenido y ameno.

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