La crítica

Apoteosis en medio del caos

  • Agujetas, Moneo, De la Morena, Capullo y El Zambo, anoche en el fin de fiesta de 'Jerez al cante'

Suele ocurrir que cuando el nivel de expectativas se reconcentra y éstas son tan sumamente elevadas, la conclusión definitiva tras tanto nervio e impaciencia siempre suele saber a poco o decepcionar. No fue el caso para quien suscribe estas líneas tras gozar con VORS: Jerez al cante, anoche en el Villamarta dentro del XVI Festival de Jerez. La función se vivió con el punto de excitación de los grandes acontecimientos y el foro que se montó a la salida del teatro puso de manifiesto a las primeras de cambio que si algo precisamente no despertó la idea de reunir a estos seis apóstoles del cante grande jerezano fue indiferencia.

Tal vez haya que dejar pasar un tiempo prudencial para valorar en su justa medida lo que se experimentó y lo que supondrá en el libro de la historia flamenca de la ciudad una velada donde el duende de la improvisación y la inspiración mandó casi siempre frente a cualquier intento de organizar un espectáculo ordenado y estructurado. Pero, ¿quién puede ponerle puertas al campo? ¿No quedamos en que para emocionarnos con el cante  jondo éste debía vivir en un punto adecuado de anarquía? ¿No estaba ya acordado, como diría Rancapino, que el flamenco se canta con faltas de ortografía? Al contrario, pensamos que fue precisamente ese toque caótico de la noche -llevado al extremo en la recta final hasta desembocar en el fin de fiesta- lo que la engrandeció hasta abrir la puerta grande y darle atmósfera de irrepetible. De otro modo, difícilmente los cantaores allí subidos se hubiesen librado de  los corsés que los atenazaban.

"Un momento, que quiero cantar", reclamó en algún instante  Agujetas. A ver quién era el sensato que podía echarle el lazo al septuagenario cantaor, ya totalmente desatado, para decirle que no encarara su quinto fandangazo consecutivo de la noche y volviera a crujirse por seguiriyas para punzar como una daga; a ver cómo se le decía a Capullo de Jerez que se guardara esa patá explosiva que detonó una y otra vez, o a Fernando de la Morena que no se alargara más del tiempo permitido con su particular sentido de la bulerías de Jerez después de haberle llorado otra vez por cruciales seguiriyas a su primo Moraíto.

Como caballos indomables llegaron los seis cantaores a Villamarta y ese, quizás, fue uno de los grandes méritos del equipo artístico de la producción costeada por la caja vasca BBK (volvemos de nuevo a esos misterios de la que llaman ciudad del flamenco): redomarlos y tratar por todos los medios de que se ajustasen a unos límites que para éstos sólo los suelen fijar sus fuerzas y la temperatura que reciben del público. Si ya de por sí era  difícil reunir en un estudio de grabación a personalidades tan complejas y dispares para materializar el desde ya emblemático trabajo discográfico (45 años después del mítico Canta Jerez) que ha dado nombre a tan histórico espectáculo, resultaba obvio que conjuntarlos bajo las exigentes pautas de algo parecido a un guión iba a ser un desafío todavía  más complicado. Visto el resultado final sólo queda decir: chapó.

Después de un sobrecogedor arranque por mor de una ronda de tonás ejecutadas con total entrega y maestría por Luis el Zambo, El Torta, Manuel Moneo y Agujetas, la escena pasa a estar dividida en dos ambientes que sirven, además de como metáfora de la fiesta y la tragedia que encierra el cante jondo, para aligerar las transiciones. A la izquierda quedan las bulerías al golpe de Capullo, El Zambo y Moneo; a la derecha, queda el eco angustiado de Agujetas por soleá. Garganta sabia de dos siglos de antigüedad que impresiona al sentirla de nuevo en directo. A esa luz macilenta tabanquera también acude un potente y afinadísimo Manuel Moneo, otro emblema del eco más añejo de la cuna del cante. Canta  por soleares acordándose, entre otros, de Manuel Torre y Mairena. La cosa pasa volando pese a la suciedad de los tránsitos. El Zambo por malagueñas del Mellizo; El Torta, al parecer con un ataque de ciática mediante, vaciándose por alegrías de Pericón; Miguel Flores a fandango limpio con el alioleanda paquero... Mano a mano respetuoso que concluye con Juan cantando a la pataíta de Capullo por bulerías. La letra de este momento inmortal sintetiza la esencia primigenia de la tierra: "Parrilla y Morao, Santiago y la Plazuela, Tío Sordera y Tío Chalao". A todo esto, es necesario reseñar que brillaron soberbias, con toneladas y muchos quilates de flamenquería y grandes vibraciones, las guitarras de Periquín, Fernando Moreno, Manuel Valencia y Barullito.

Algunos ni tan siquiera quisieron conformarse con la estampa de un fin de fiesta en el que se vivieron momentos tan significativos como la risa cómplice entre Agujetas, que incluso se arrancó por bulerías, y Manuel Moneo. O con las imágenes proyectadas de Fernando Terremoto y Moraíto que cerraron el espectáculo con todo el elenco de espaldas al público rindiéndoles homenaje de nuevo en su tierra. La denominación de origen del jerez establece que los caldos con identificativo VORS  son aquellos con vejez superior a 30 años y calidad excepcional. Este cante que experimentamos anoche de estos mitos vivientes nos dejó en el paladar el regusto viejo del duende golpeándonos en la misma boca del estómago. Un placer convertido en leyenda que ya queda para la posteridad.

Cante

VORS: Jerez al Cante

Cante: Manuel Agujetas, Manuel Moneo, Fernando de la Morena, Luis El Zambo, Capullo de Jerez, Juan Moneo 'El Torta'. Guitarra: Periquín Niño Jero, Fernando Moreno, Manuel Valencia, Barullito. Palmas y compás: Manuel Soto El Bo, Chícharo, Juan Grande. Dirección artística: Alfredo Benítez, José María Castaño, Gonzalo López. Puesta en escena y regiduría: Carlos Sánchez (Dezza Producciones, S.L.N.E.). Diseño de iluminación: Antonio Valiente. Diseño de sonido: Félix Vázquez.  Producción artística: Alfredo Benítez, José María Castaño, Gonzalo López para la Caja de Ahorros BBK de Bilbao. Producción técnica: Dezza Producciones, S.L.N.E.

Lugar: Teatro Villamarta. Día: 2 de marzo. Aforo: Lleno con las entradas agotadas.

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