La crítica

Fundido a negro

  • Primera aparición en solitario del arcense en el Teatro Villamarta

Baile formidable y con enorme amplitud de registros y recursos el que ofreció anoche Marco Flores en De flamencas, sobrio montaje que significó su debú en solitario en las tablas del Villamarta después de que siguiésemos de cerca su progresión y evoluciones, solo o en compañía, en los escenarios satélites de la prestigiosa muestra jerezana de baile flamenco y danza española. Concebido más como recital coreográfico que como espectáculo, similar en su arquitectura al trabajo homónimo que le vimos hace cuatro años en La Compañía, el arcense ni se anda por las ramas, ni vende burras disfrazadas de falsas sinopsis. Y eso que bien podría haber entrado en ese juego para supuestamente dar más empaque y pretensiones a su trabajo.

La sugerencia y la originalidad de revestir la escena con un elenco artístico, salvo el protagonista, exclusivamente femenino y la utilización del negro predominante en la escala acromática del conjunto de la propuesta, bien hubiesen valido para convertir las perspectivas de esta De flamencas, estrenada en Córdoba hace poco menos de año y medio, en una renovada versión de Bernarda Alba o en un sensiblero alegato contra la crónica opresión femenina, que lógicamente también se siente en el baile y en los condicionantes y dictaduras que éste encierra. Nada de eso. Aquí lo que hay es flamenco y más flamenco sin conservantes ni colorantes. Algo que no quita para que sea discutible que, aunque pudiera pensarse en el triunfo de lo colectivo, reinen finalmente las individualidades por encima de un conjunto sin apenas continuidad y con acusadas caídas en la tensión y la concentración. Las dificultades técnicas (luces y sonido al alimón) tampoco ayudaron demasiado a redondear esta humilde y austera propuesta flamenca a más no poder.

Lució enorme el baile aseado y largo del serrano por cantiñas chispeantes, donde abandonó por un instante el rigor del omnipresente negro por un gris para hacer que sus manos se convirtieran en espuma y sus pies se refrenasen para dejar el protagonismo a sus movimientos felinos y a su expresividad, mucho más contenido en la sobreactuación de lo que le recordábamos. De enorme armonía y maleable en sus formas, sus destaques, piruetas y requiebros pusieron el contrapunto necesario para levantar la primera mitad de espectáculo. Dosis justa de aceleración en sus pies centelleantes y control de la respiración y el silencio cuando era necesario. También volvería a bailar en solitario por soleá algo más tarde, después de un paréntesis en el que las solventes gargantas de Mercedes Cortés e Inma Rivero recrearon los melismas de la granaína de Chacón y la malagueña de la Peñaranda.

Guiado en todo momento por el buen hacer de su primera guitarra (quizás debió tener algo más de espacio personal en el trabajo), la portuense Antonia Jiménez, Marco Flores edificó una soleá mate y rigurosa, sin apenas concesiones para la galería ni estridencias. Dominando la técnica para que ésta no le dominase a él. Todo lo contrario a la clausura, donde se volcó en las filigranas y en un abuso del efectismo que reservó para un abultado fin de fiesta más propio de otros tablaos. El público, eso sí, se volcó con la causa noble y honesta del arcense y aplaudió a rabiar.

De flamencas tuvo destellos en su trío de bailaoras, como los fandangos que se marcan para rematar la pieza con una salida de escena como si desfilasen por una cinta mecánica. También fueron interesantes algunas aportaciones escénicas en la relación espacial de las ocho mujeres, muy trabajada en la mariana inicial y en la nana que precipita el desenlace. Tanto en los fandangos como en dicha nana se palpa la aportación de Olga Pericet, compañera de fatigas en la trayectoria de este bailaor gaditano. Fueron grandes detalles llenos de intención y jondura que revelan que Marco Flores tendrá necesariamente que ser mucho más ambicioso en sus apuestas futuras. Talento y potencial le sobran.

Baile

De flamencas               

Baile: Marco Flores, Guadalupe Torres, Lidón Patiño, Esther Jurado. Cante: Mercedes Cortés, Inma Rivero. Guitarra: Antonia Jiménez, Bettina Flater. Palmas y baile: Ana Romero. Dirección y coreografía: Marco Flores. Colaboración coreográfica de fandangos y nana: Olga Pericet. Coreografía tangos: Guadalupe Torres. Música original: Antonia Jiménez. Diseño de iluminación: David Pérez. Diseño de vestuario: Olga Pericet. Sonido: Kike Cabañas. Zapatos: Gallardo. Lugar: Teatro Villamarta. Día: 28 de febrero. Aforo: Algo más de tres cuartos de entrada.

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