La crítica

Infinito elevado a tres

  • Mercedes Ruiz vuelve a engrandecerse en Jerez

Como partículas elementales van brotando entre la negrura de los telones, cada uno con un espacio que se difumina o se diferencia, con sus silencios y sus constantes vitales en equilibrio. Baile-cante-toque. Fundidos o en la soledad de cada intérprete. Siempre interconectados. Los chasquidos de los dedos de Mercedes Ruiz recortados sobre el fondo neutro son el metrónomo de Santiago Lara y el tic-tac que fija el compás del corazón que late acelerado cuando frasea David Lagos. La música llena de texturas y matices de Lara y la garganta privilegiada de Lagos entretejen el baile de Mercedes como si paseara entre las nubes. Tres aquí son una auténtica multitud que regala cientos de silencios, gestos y miradas cómplices.

Este trío que parece una orquesta es infinito en su personalidad desbordante, en su buen hacer, en su forma de revestir de contenido lo esencial, lo mínimo. Baile de palabra, que reestrenó anoche en La Compañía la jerezana completamente renovado después de presentarlo en el Sadler's Wells londinense hace poco más de un año, es un montaje hecho de fragmentos mayúsculos, de bellas teselas que conforman un mosaico de climas y sensaciones. Pero a la postre es también un tríptico en el que sus tres partes rayan a idéntico nivel para formar un todo compacto. No hay instante ni pasaje que destaque por encima del resto porque todo en este pequeño gran espectáculo es brillantez y milimetrada redondez. Una embriagadora propuesta en la que prosigue la exploración de la artista jerezana a la hora de transitar nuevos itinerarios, nuevas experiencias bajo la intensa luz del fogaril que porta Paco López y que ya le alumbró en la última edición de la muestra jerezana con Perspectivas, Premio de la Crítica.

La guitarra de Lara, un músico como la copa de un pino, se explica en la física: espacio, tiempo, movimiento, energía, interacción... La profundidad de sus notas llega hasta el fondo y proporciona, junto al cante siempre perfectamente engrasado de Lagos (¡ay!, si este hombre fuera catalán y no de Jerez...), un confortable colchón para el baile rotundo de Mercedes: tan extremo y racial a veces, tan contenido y sinuoso otras. Tan generoso siempre. Para bien, aquí tres son una enorme multitud de registros y sonoridades.

Porque tres artistas como catedrales sostienen el peso de una propuesta mínima en lo formal pero acaudalada en su fondo. Tocaor y cantaor tratan de domar a veces a una bailaora que ruge como un león enjaulado, como cuando esprinta en la escobilla de las bulerías después de emocionarnos con la sensual cadencia de Procuro olvidarte. La multiversionada canción firmada por Manuel Alejandro sirve de reclamo inicial para caer rendido en las abrumadoras redes de este puzzle de jugosos contratiempos y estados de ánimo en el que la de San Miguel se transforma en un cisne de poderoso sentido visual por peteneras. Con palillos y cola y mantón blancos, hace gala de una asombrosa facilidad para moverse en los límites del control hasta que irrumpe alada en el remate, para pasar luego a convertirse en otro cisne mucho más sombrío que habita en un lago negro por seguiriyas, donde unas pinceladas de eco caracolero de Lagos tratan de dulcificarel baile áspero de Mercedes, cuyos palillos repiquetean como redobles de muerte.

El ángel de los tres se condensa en 'La voz del pueblo', un número que abre el cantaor jerezano fusionando los pregones de las moras, del uvero y de las frutas que, a la manera de Vallejo, despacha por bulerías con toneladas de arte y desparpajo para que la bailaora lo borde por caracoles, donde acaba en un fundido a negro como bailarina presa en una caja de música. El trío es un ensamble que extasía y el baile de la jerezana crece al calor de su segundo líder espiritual tras la sonanta de Lara: la mente lírica y privilegiada del director escénico cordobés. A base de juegos de luces y de impecables transiciones, la va dejando inmóvil y a solas con su diálogo interior, para que acabe en el final de la vibrante granaína dibujando círculos silentes con su pie junto a otras circunferencias que iluminan a los restantes protagonistas de la función. Otra vez lo palpamos. Ya no hay quien pare a Mercedes. Porque infinito es eso, infinito. Y a eso no hay quien le ponga puertas ni cerrojos.

Baile

Baile de palabra           

Baile: Mercedes Ruiz. Cante: David Lagos. Guitarra: Santiago Lara. Iluminación: Manuel Llorens. Sonido: Mario G. Alberni. Libreto: Francisco López. Creación y dirección musical: Santiago Lara. Diseño de sonido: Mario G. Alberni. Figurines: Fernando Ligero. Coreografía: Mercedes Ruiz. Espacio escénico, iluminación y dirección de escena: Francisco López. Realización de vestuario: Fernando Ligero. Lugar: Sala La Compañía. Día: 29 de febrero. Aforo: Lleno con las entradas agotadas.           

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