Festival de Jerez

Lola de contrastes

El universo Lola es tan grande que cualquier camino, por sencillo que parezca, puede llevarte a ella. Es una artista poliédrica, y ofrece un sinfín de posibilidades si se quiere ahondar en su personalidad, su legado o trayectoria. Como mujer, como artista, como persona...Lola es infinita. Conscientes de ello, Rafaela Carrasco y Miguel Cubero han montado en torno a La Faraona un singular homenaje, simple pero con el suficiente contenido artístico como para erizar el vello a cualquiera que se ponga por delante. Si el arte es emocionar, ayer en Los Gigantes, esa maravillosa bodega de González Byass, hubo arte para dar y regalar.

Y eso que la lluvia impidió que la idea original pudiese llevarse a cabo, de ahí que unas horas antes, los protagonistas, siempre en contacto con la organización del Festival, productora de este montaje, optaran por buscar una solución a una jornada, que desgraciadamente y debido a las inclemencias meteorológicas, quedó deslucida. No por nada, sino porque el recorrido inicial por las preciosas instalaciones de González Byass, quedó limitada a un único espacio.

De cualquier forma, ni siquiera el mal tiempo evitó que las trescientas localidades puestas a la venta se agotaran, pues incluso muchas personas se quedaron esperando hasta última hora para intentar encontrar alguna suelta.

A modo de performance, Rafaela brilló como suele brillar. Es una de las mejores bailaoras del momento y su conexión, su sincronía con el público así lo demuestra. La sevillana fue como un halo de luz en una mañana lluviosa y oscura, primero con coreografías al compás del contrabajo de Josemi Garzón y las palmas de Roberto Jaén, y luego casi hipnotizada por las voces de Carmen Linares y Silvia Pérez Cruz.

La voz de ésta última sonó como una bendición interpretando 'Ay pena, penita, pena', fue como un binomio perfecto entre cante y baile. Ocurrió lo mismo cuando Carmen Linares asumió el control. 'La zarzamora' esa copla tan señera y que tantas veces sonó en la boca de Lola se adueñó del ambiente mientras Rafaela, con bata de cola y el acompañamiento de Pablo Suárez al piano, seguía sentando cátedra. Tres mujeres, tres formas de sentir el arte.

El intercambio de emociones se sosegaba con el poema 'Muerto de amor' de Rafael de León, a veces en la garganta de Silvia y otras en la de Carmen. Cual diferentes, una, la de Silvia, celestial y cálida, otra, la de Carmen, desgarradora y punzante. Dos polos opuestos que se volvieron a cruzar en 'Limosna de amores', mientras Rafaela deslizaba sus hechuras por una pasarela como una modelo al tiempo que Lola, con voz off, relataba alguna de sus vivencias.

El público enloqueció ante tanto talento, ante tanta capacidad creativa y despidió con palmas por bulería a todo el elenco.

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