La crítica · baile

Sobredosis de Jerez

  • Manuela Carpio se gana el calor del  Villamarta con su baile racial.

Entre tanta escenografía, dramaturgia y justificaciones temáticas, viene bien un paréntesis, una mirada atrás para volver al origen. Es lo que se respira cuando se ve a Manuela Carpio sobre el escenario. Representa unos valores, una forma de entender el baile cada vez menos común pero que guarda secretos de estado. Es una especie de bastión inexpugnable donde se protege toda la gitanería y la tradición. Manuela es como una traca antes de explotar, y cuando se sube a las tablas cualquier cosa puede pasar. Y pasó. Fue por soleá. Las guitarras de Juan Diego y JuanRequena llamaron al cante y por allí apareció Tomasa Guerrero ‘La Macanita’. Su voz sonó como un estruendo, revolviendo los adentros de la bailaora e iluminando por fin la escena (ya eran demasiados días de sombras y oscuridad en el Festival). ¡Qué manera de quejarse y de cantar! El público se levantó aplaudiendo enloquecido y Manuela sacó lo mejor de sí en el que sin duda fue el momento de la noche. Porque era su noche, sí, la noche de Manuela Carpio, una bailaora de raza, indomable, anárquica y que da todo lo que tiene encima del escenario. Sabía que era su día, y no quiso dejarse nada dentro. Para eso no tuvo que recurrir a excentricidades, sólo al baile, al cante y a la guitarra, como ella misma reconocía el día antes. Bailó por alegrías, con finura, sin dudas, y completamente convencida de lo que tenía que hacer, lo que sabe hacer. Por seguiriyas, soleá (con esa cabeza erguida y braceando con elegancia) y hasta se marcó un fin de fiesta con sello propio cantándose y bailándose ella misma. En su camino se quito todas esas espinas clavadas, expulsó todas y cada una de las deudas pendientes con su teatro, el teatro de su tierra. Tuvo tiempo hasta de llorar mientras se proyectaban imágenes de sus seres queridos. Su noche la compartió con su gente, al compás de los suyos, con un atrás impresionante en el apartado cantaor. Porque contar con la sapiencia de El Extremeño y Juan José Amador es una garantía, pero más lo es tener a dos cantaores de la casa con la fortaleza vocal de Juanillorro y Manuel Tañé. El primero estuvo colosal (por soleá se ganó al público) y el segundo, recién llegado de Estados Unidos, demostró una vez más que está al nivel de los mejores (grande por fandangos y soleá). Todos tuvieron su ratito, su momento de gloria para explayarse, unos con pataítas de gracia, como las de Israel de Juanillorro e Iván de Manuela Carpio, otros con personalidad, como el sevillano Luis Peña, sobrado de compás y con una capacidad para recogerse en el baile de lo que no hay. La pena es que no se supo dar el sitio al otro artista invitado, Diego de la Margara, al que no lo vimos desplegar toda esa magia que posee pues se perdió entre la plebe.Un fin de fiesta por bulerías demasiado extenso puso el broche de oro a una noche que Manuela seguramente no olvidará y en la que Jerez volvió a recuperar el sitio en su festival. “Si me tengo que morir, me puedo morir ya”, dijo entre lágrimas. Qué no se rompa la noche...

Baile'Al compás con su gente'

Baile: Manuela Carpio. Cante: Enrique 'El Extremeño', Juan José Amador, Manuel Tañé, Juanillorro e Iván de Manuela. Guitarras: Juan Diego Mateos y JuanRequena. Palmas y yunque: Carlos Grilo. Baile: Israel de Juanillorro y Luis Peña. Artistas invitados: Tomasa ‘La Macanita’ y Diego de la Margara. Día: 1 de marzo. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Tres cuartos de entrada.

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