María Ángeles Carrasco. Directora del Instituto Andaluz del Flamenco

"Los artistas son ahora más realistas, se han concienciado de lo que hay"

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–¿No se cansa usted de tanto flamenco?

–Es curioso,  a veces sí, pero se hace un kit-kat y se escuchan otras músicas. Por mi formación, pues soy economista, el flamenco no estaba en mi vida, lo estaba como aficionada y por mucha gente que tengo alrededor. Esa gente me decía que era una música que atrapaba, algo de lo que me he dado cuenta. No es que lo escuche todos los días, pero sí la mayoría, a veces por trabajo, por los discos que llegan al Instituto. En otras ocasiones, me voy al teatro y escucho otra cosa, como el otro día que fui a ver La Canalla, un grupo que me encanta.

–¿Cómo es el día a día de su trabajo en el Instituto?

–Pues en contacto permanente con los artistas. A veces vienen a presentar proyectos, otras veces, asesoramiento y en ocasiones vienen también a conocer la institución. Luego, mi deber es velar por el presupuesto asignado al Instituto, que es fundamental para seguir trabajando, luchar porque las convocatorias de ayuda salgan en tiempo y en plazo, asignaciones presupuestarias, dotaciones, personal..., pero todo gira entorno al flamenco.

–Como buena aficionada que sé que es al flamenco, ¿le cuesta esconder los gustos debido al puesto que desempeña?

–(Risas) Mis gustos quedan bastante escondidos, aunque evidentemente una tiene sus gustos personales que van mucho más allá del conocimiento, sino que es una cosa muy personal. A mí se me puede ver disfrutar mucho en el teatro y eso no hay que esconderlo, aunque sí hay que separarlo de la toma de cualquier decisión. Aún así es algo que cuesta, no es fácil ser diplomática.

–¿Con qué disfruta más, con el toque, el baile o con el cante?

–Depende. Hace unos años te hablaría más de baile que otra cosa, pero ahora depende del momento en que esté o lo que se esté interpretando. Hay letras que te llegan en un momento que parece que te las están dedicando. También me gusta la guitarra flamenca porque me parece un instrumento muy versátil y que te acompaña en cualquier momento, no te hace falta el cante. Yo a veces la escucho como música de escritorio, para trabajar. Luego, en el caso del baile lleva un poco todo y transmite muchísimo. En definitiva, depende un poco del momento.

–Si pudiera moverse en la línea del tiempo, ¿qué época del flamenco le gustaría haber vivido?

–(Risas) Creo que la época por la que estamos pasando actualmente es muy buena, estamos en un momento en el que el flamenco goza de una gran salud y estoy muy contenta de haber vivido este momento. Luego, si pudiera moverme en el tiempo está claro que me retiraría a la época de los cafés cantantes en la que las grandes figuras compartían cartel. Pasaría por Madrid a escuchar a más de cuatro, aunque lo haría sin que nadie me conociera, de incógnita.

–Los artistas flamencos de por sí son insistentes. Ahora con la crisis, ¿lo son aún más?

–Bueno, los artistas flamencos son artistas y son flamencos pero la gran mayoría de ellos son unos grandes profesionales. Evidentemente, los formatos de empresa están cambiando y algunos se están convirtiendo en su propia empresa, con lo cual les toca hacer un doble papel, el de buscar contratos y el de ser artistas. Yo entiendo esa insistencia porque es normal, y más aún en mi caso porque hay una administración especialmente creada para ello. Todos saben que el Instituto es la casa a la que deben acudir los artistas del flamenco.

–A pesar de la situación económica que vivimos, el flamenco sigue teniendo un atractivo...

–Sí lo tiene, por eso creo que debemos seguir trabajando y creernos que es nuestro mayor activo cultural. El flamenco puede ir a todo el mundo pero el único sitio donde se  genera es en Andalucía y desde luego aquí es donde se debe aprovechar. Ser consciente de la fuerza que hay, de la fuerza que contiene y ser consciente de que cuando vamos a un sitio a llevar flamenco generamos ganas y motivación a mucha gente que lo sigue.

–Comentó usted  el otro día que el Ballet de Andalucía debía llevar, como han hecho otros durante toda la vida, la bandera de Andalucía por el mundo. ¿Es ese otro objetivo del Instituto?

–Sí, más allá de todos los tópicos, el flamenco es un arte que representa a Andalucía y eso hay que defenderlo, no sólo porque sea mi parcela, sino porque la cuna del flamenco es esta tierra. Cuando vas a cualquier sitio y preguntas por Andalucía lo primero que te dicen es la palabra flamenco y esa marca tenemos que aprovecharla. Tenemos playas, tenemos sol, otros sitios tienen playas, otros sitios tienen sol, pero nosotros tenemos algo más, el flamenco.

–En los últimos meses habéis abierto vías formativas, ya no sólo con el Congreso de Flamenco y la creación del Libro Blanco, sino también en otros aspectos. ¿Va a ser ese el caballo de batalla del Instituto?

–La parte artística hay que seguir apoyándola y que vaya abriendo mercados, pero también el flamenco debe ser consciente de los cambios a los que se enfrenta. Por desgracia, tenemos muchos artistas flamencos a los que nadie les dijo qué estaban haciendo mal y ahora se encuentran en una situación muy difícil de resolver. Eso hay que estudiarlo y solucionarlo, pero lo primero que hay que hacer es terminar con eso. La gente tiene que ser consciente de que si no cotiza la seguridad social, como cualquier otro trabajador del mundo, el día de mañana no va tener la posibilidad de tener una jubilación digna más allá de sus propios ahorros. Ahí nos sentimos responsables, nosotros y otros pilares del flamenco como las peñas, que también tienen su parte de responsabilidad. Ellos promocionan y mueven flamenco por eso cuando van a contratar a un artista lo deben convencer de que si no es legalmente no se puede llevar a cabo. Es más, eso le dará al artista más derechos.

–Las ayudas se habían convertido en casi un modo de vida para muchos artistas. Ahora que se ha cerrado el grifo, ¿nota que se empiezan a generar otras inquietudes?

–Yo creo que sí, la gente está tomando conciencia de que la situación presupuestaria es diferente a la que había hace unos años, de ahí que ahora se busquen proyectos más realistas, otros tipo de ayudas u otros formatos de comercialización, adaptación de caché... Son cosas que estamos notando y cierto es que la crisis no tiene nada bueno, pero está sirviendo para readaptar positivamente muchas cosas.

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