La crítica · Sal Paúl

Dos cuerpos unidos por el mismo espíritu

  • Olga Pericet y Marco Flores rescatan a las mejores parejas de baile.

El alma no tiene color, tampoco olor, ni siquiera forma. El alma es como esos silencios que actúan de manera imprescindible en la expresión artística. Pero sin alma, nada puede existir.

Es el motor donde se recogen las sensaciones, o eso entendemos metafóricamente, en la cabeza se guarda lo cognitivo. Ni a Olga ni a Marco les mueve el pensamiento, sí los sentimientos. Es una propuesta sincera, absolutamente genial. De lo mejor que se ha visto hasta el momento en esta edición del Festival de Jerez. Por eso un gran número de espectadores se habían quedado sin entradas para poder acceder al recinto, todo agotado desde hace meses.

Ambos bailaores se unen en este 'Paso a dos' guiados por las palabras de José María Velázquez-Gaztelu. Al principio recuerdan a otras parejas dancísticas y/o bailaoras que marcaron historia. Extensiones corporales que se unen en un mismo espíritu.

El sentir de una cultura se hace cuerpo en la inicial caña. Pero este cuerpo sigue sin importar cuando es el alma quien se apodera de los sentidos. Cada encuentro entre Olga y Marco resulta encantador para la vista, escalofriante para el cuerpo, completo para el alma.

Dos gotas de agua que encima del escenario se expresan desde la sensualidad y el amor, hasta un apasionado beso pudo verse en el número dedicado a los abandolaos. La insigne voz de Gaztelu nos fue encaminando y, sorprendentemente, realizó una cercana entrevista a los dos bailaores en la que se apreció la inmensa conexión entre ambos.

Entres ellos hay "mucho amor, comunicación y sinceridad", dijo tímidamente Marco en una de esas intervenciones. Olga, segura de sí misma, lo reafirmó añadiendo que "sin amor no se puede bailar, con una mirada nos basta".

Se posicionaron con buenas hechuras en el centro del escenario, con una cuidada aunque simple puesta en escena, para rememorar a uno de los dúos con más sabor de cuantos surgieron hace décadas, Gades y Cristina Hoyos. Por tientos y seguiriyas hicieron un monumento al baile clásico.

Él masculino, ella femenina, ambos enamorados. Siguieron en la misma línea con Antonio 'El Bailarín' y Rosario, otra pareja de libro.

No faltaron los aires gaditanos de Marco, tampoco la malagueña acabada en abandolaos de ambos, ni la soleá apolá que realizó Olga.

Se movían con encanto y elegancia como dos juncos de marisma. La técnica era inmejorable. Los sentimientos a flor de piel. Lástima que se hiciera largo y que parte del público abandonara el espacio antes de tiempo, la puntualidad debería ser rigurosamente cumplida. Acabaron con unos coloridos caracoles.

Baile

Olga Pericet y Marco Flores

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