La crítica · Teatro Villamarta

El kitsch flamenco de Sara

  • La bailaora isleña homenajea a personas que le han marcado en su carrera, aunque de manera efectista.

Aunque cada vez quedan menos, es bueno tener en el universo del flamenco artistas como Sara Baras, un icono del baile actual, ya no sólo por lo que representa sino porque salvaguarda una forma de entender este arte que ha existido siempre y que ha ido pasando de generación en generación. Cuando Sara sale al escenario es como si automáticamente los focos se centrasen en ella, entre otras cosas porque tiene una personalidad profunda. Ella lo sabe, y el público también, y ayer el Villamarta estaba hasta la bandera para ver en directo su regreso al Festival, en cuya programación no aparecía desde 2006.

De ella, y de sus dotes no vamos a hablar ahora, sólo hace falta sentarse y verla bracear, ver cómo se remanga y mueve los hombros o simplemente verla ejecutar esa carretilla al alcance de privilegiados. Es una artista completa pero además que transmite, porque parafraseando a Camarón, tal y como se oye en este mismo espectáculo, "en el flamenco o se transmite o no se transmite", y ella lo hace.

Otra cosa es que Sara Baras haya decidido, al menos en este espectáculo, en el que homenajea a personas que le han marcado en su carrera (Moraíto, Morente, Paco de Lucía, Antonio Gades, Camarón y Carmen Amaya) buscar sólo el efecto. Parece que está concebido para un público al que se le quiere inculcar el estereotipo flamenco, es como si fuese el típico montaje para exhibirlo en el extranjero, el kitsch flamenco que diría Luis Clemente. Por eso, durante las casi dos horas que dura el mismo (demasiado tiempo teniendo en cuenta que no hay dinamismo entre los números) parece como si estuviésemos viendo un espectáculo de Broadway, lleno de luces y aceleraciones. Hasta el vestuario está pensado para ello.

Afortunadamente, la artista no se esconde como suelen hacer otros, todo lo contrario baila y lo hace constantemente. Bulerías, seguiriyas, taranta, soleá por bulería y una magnífica farruca, junto a la bulería del final en la que homenajea a Carmen Amaya, lo mejor del montaje, conforman 'Voces'.

En ese diálogo con sus maestros, Sara otorga también protagonismo al cuerpo de baile y al artista invitado, José Serrano. Tal vez parte de ese tiempo sea suprimible porque en muchas ocasiones su aportación al global del espectáculo es bien escasa y sólo sirve para alargarlo innecesariamente.

Con una música bien ajustada a lo que se pretende contar y dos guitarras bien trabajadas, el apartado cantaor es netamente 'camaronero', pues Rubio de Pruna e Israel Fernández se 'raspan' casi la mayoría del mismo, concediendo menos relevancia al gaditano Miguel Rosendo. Al igual que ocurre con el cuerpo de baile, determinados lances están de más, alargando el cante sin ninguna razón. Y eso en Jerez...

El público, no obstante, se rindió a los pies de la bailaora isleña, cuya legión de seguidores le sigue siendo fiel, no en vano estamos ante una de las grandes. En un alarde de espontaneidad, su fin de fiesta por bulería tuvo un recuerdo especial para Moraíto, al que rindió pleitesía ante un teatro entregado a su arte.

Baile

Voces

Baile y coreografía: Sara Baras. Cuerpo de baile: María Jesús García Oviedo, Charo Pedraja, Cristina Aldón, Daniel Saltares, David Martín, Alejandro Rodríguez. Repetidora: María Jesús García. Guitarras: Keko Baldomero y Andrés Martínez. Cante: Rubio de Pruna, Israel Fernández y Miguel Rosendo. Percusión: Antonio Suárez, Manuel Muñoz ‘Pájaro’. Artista Invitado: José Serrano. Música: Keko Baldomero.  Diseño de luces: Óscar de los Reyes. Escenografía: Ras Artesanos. Colaboraciones especiales: Carlos Herrera, Sergio Monroy, y J. Jiménez ‘Chaboli’. Regidor: Sergio Olivero. Día: 27 de febrero de 2016. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno.

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