LA CRÍTICA

En el laberinto del absurdo

Isabel Bayón se enfrenta a lo inasible en 'Dju - dju' / MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ

Cuesta ver a Isabel Bayón fuera de su habitat natural, al menos si se le ha visto bailar como sabe y como ha hecho toda la vida. Pero hay que asimilarlo. Otra cosa es plantearse qué lleva a una artista como ella a diseñar este tipo de espectáculos, completamente alejado de su territorio. Aunque eso es otro cantar.

La bailaora sevillana se sumerge en el submundo galvánico, como si de Alicia en el país de las maravillas se tratase, para poner en pie una propuesta completamente surrealista, en ocasiones cómica, y que roza la esquizofrenia y la convulsión. La protagonista se enfrenta a sus miedos y a todo ese mal bagío que discurre por su vida cotidiana, el color amarillo, los cristales rotos, la música navideña fuera de su época, el hecho de pasar debajo de una escalera o pasarse la sal de mano en mano. A todo eso planta cara Bayón en una obra cargada de connotaciones y donde exhibe un alto grado de capacidad interpretativa, quizás lo más positivo que podemos sacar de él.

Durante una hora y media asistimos a un sinsentido, a un conjunto de situaciones esperpénticas en clave de Israel Galván. Ya no sólo en la manera de encarar el baile o los atisbos de baile, que es otra cosa, sino en los silencios, las pausas y una gestualidad marcada propias del artista sevillano.

Siguiendo esa línea, las dosis de humor no tardan en llegar, casi siempre motivadas por la propia protagonista y por todo su elenco, cada uno de ellos excelentes en su cometido. Así, además de poner el cante (Alejandro Villaescusa), la guitarra (Jesús Torres) y el clavicordio y el órgano (Alejandro Rojas-Marcos), los músicos crean el ambiente perfecto sumándose a la interpretación y logrando sacar más de una carcajada al público.

Musicalmente hablando, ‘Dju-dju’ basa su guión en un sonido flamenco, y a lo largo de la misma podemos escuchar seguiriyas, rumbas, el romance de la monja, farrucas, peteneras, soleá y alegrías. No obstante, el abanico no se ciñe sólo a eso, de ahí que aparezcan otros ritmos como piezas de Safri Duo o Daddy Yankie. El baile, por contra, zigzaguea constantemente y nunca con una estructura sólida. Sólo los detalles de la farruca con el sombrero, en la que se vislumbra un trabajo coreográfico espléndido, pues se incluyen hasta detalles de mimo, y parte de la singular petenera, donde Bayón utiliza el mantón como si estuviese haciendo globoflexia, conforman el catálogo del montaje. Eso sí, hay apuntes de ese juego de cadera tan suyo, y una total coordinación en todo lo que hace. No sería justo olvidarnos de la aportación de Alicia Márquez, que deja replantes en la soleá, y Nieves Casablanca, posiblemente la que, a su manera, mejor defienda la escuela sevillana, con un braceo etéreo y muy fino.

Bayón acaba venciendo a sus miedos hasta el punto de ‘asalvajarse’, un proceso que se desarrolla en la última media hora y que es totalmente prescindible, simple y llanamente porque, por momentos, se pierde el hilo y la conexión, se cae en el aburrimiento con escenas de relleno, llegando a entrar en un bucle irreversible. Es como si a medida que se avanza, el espectáculo se fuese diluyendo sin que, pese a que existen dos o tres intentos por hacerlo remontar, se pueda conseguir.

Está muy bien experimentar con los submundos de Galván, explorar nuevos territorios y sacudirse las inquietudes, ahora bien, que sea sólo transitorio, si no perderíamos a una grande.

Variedadesdju-dju

Idea: Isabel Bayón e Israel Galván. Dirección y coreografía: Israel Galván. Aparato: Pedro G. Romero. Baile: Isabel Bayón, Alicia Márquez y Nieves Casablanca. Guitarra: Jesús Torres. Cante: Alejandro Villaescusa. Clavicordio y órgano: Alejandro Rojas-Marcos. Repetidor de baile y asistente coreográfico: Marco de Ana. Dirección ensayos: Balbina Parra. Diseño de sonido: Pedro León. Técnico de sonido: Manu Meñaca. Diseño de iluminación: Rubén Camacho. Técnico de luces: Antonio Valiente. Maquinista: Pedro Romero. Dirección de producción y contratación: Lourdes García (El Mandaíto Producciones) y Cisco Casado (A Negro Producciones). Día: 9 de marzo de 2018. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Tres cuartos.

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