Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Cante

La queja del espíritu, el poder de la voz

Cuando el cuerpo no puede, la queja se fragua en el alma, en el espíritu. Aquí, la transmisión no tiene barreras provocando una sensación única. Antonio 'Agujetas' no quiere ser uno más, no es uno más. Su poder de convocatoria se palpa en el ambiente, y algunos nostálgicos se acuerdan del padre. Nos acordamos más del abuelo cuando se deja caer en los tonos bajos de la malagueña inicial.

Pronto se oye: "eres un grande". Sensibilidad y pasión de una garganta que nos traslada a otra dimensión, a ese cante gitano que no conoce más ritual que romperse en cada quejido. Una guerra sin cuartel donde encuentra la victoria en la soleá. Comienza por Alcalá y termina recurriendo a los 'soníos' negros de Manuel Torre, que adquieren en su sangre un sentido excepcional. Parece sonar un disco de pizarra cuando se entona en la seguiriya acordándose del estilo de Farrabú, esa muerte lenta y pausada donde vuelve a ganar el combate. En los fangandos rinde pleitesía a la escuela de su casa, en la que arranca los aplausos, bien merecidos, de un respetable que lo sigue desde distintos países del mundo. Además, esa juventud 'agujetera' que no desaprovecha la oportunidad de disfrutar de un ser único y especial.

Se deja llevar por el toque de Antonio Soto, siempre correcto, aunque en las bulerías del final no consigue la compenetración que exige 'Agujetas', pues de igual manera derriba ese mito en el que se cuenta que sus gentes no saben cantar por este estilo jerezano. El público se levanta para despedirlo.

En la segunda mitad aparece Juan Lara. Lleva a gala el cante de su familia, teniendo en la mente a su tío Luis de Pacote, o sus primos Manuel, Luis o Juan Moneo. Derrocha voz a raudales con un atronador eco que le sale de la misma garganta. La fuerza de la materia le hace romper por bulería por soleá, con la excelente guitarra de un Manuel Jero impresionante en el acompañamiento. De los que mejores suenan de Jerez. La palmas de Lorenzo Royo y Luis Santiago hacen que el cante de Juan suene muy a la tierra y él se sienta a gusto. Primeros aplausos para el cantaor.

Se introduce en la letal seguiriya exenta de intimismo en una muestra de poderío. Continua su recital, donde la ilusión por estar en la cita predomina, por fandangos en los que aporta su propia personalidad. Fama de gran saetero, controla bien los tiempos y agradece siempre el calor del público. La tarde de La Plazuela acaba por bulerías con un soniquete inmejorable y en las que Juan canta como se debe cantar: esas letras cortas para escuchar. El público, el que pudo entrar pues hubo más de un centenar que se quedó sin entrada en la puerta, se anima y conecta con el cantaor para terminar en una ovación.

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