Festival de Jerez

El teatro se cuela de lleno en las propuestas artísticas del 2017

Para hablar de esta edición XXI del Festival de Jerez hay que introducir la palabra teatro. Sí, después de muchos años, elementos puramente teatrales se han colado en las propuestas de los artistas, principalmente en Villamarta, aunque también en otros, como ese cabaret que Melchora Ortega puso en pie en Sala Paúl.

El baile, la danza, el flamenco o cualquier arte en general se mueve también, como muchas veces la sociedad, por modas. Por eso, esta edición ha estado plenamente marcada por esos contenidos teatrales, a veces añadiéndolo a la dramaturgia y otras a los propios artistas. Así, hemos visto cantar, y bien, al bailaor Alberto Sellés con el Ballet Flamenco de Andalucía, a María Pagés, con unos tanguillos de mucha gracia, hemos visto recitar con desparpajo a La Moneta, y hemos comprobado la capacidad para interpretar de David Coria y Olga Pericet.

Curiosamente, ésta última ha sido con su nuevo espectáculo, 'La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora', donde cuenta con el apoyo en la escena de la actriz Carlota Ferrer, la verdadera estrella de este Festival, algo que puede compartir con otro nombre propio, el de Eduardo Guerrero. De Olga ya sabemos lo que es capaz de hacer, aunque no es fácil acertar como lo ha hecho esta vez, pero el caso del bailaor gaditano ha sido, sin duda la gran noticia de este 2017. La estética y el lenguaje que manifiesta con 'Guerrero', gustó a todos y encima con unanimidad, que no es sencillo.

Más dudas levantó Pastora, muy bien para unos, entre los que me encuentro, y muy mal para otros. No ha tenido término medio, y su recorrido por sus diez años de carrera, con inclusiones atrevidas extraídas de 'La francesa', parece que no se han terminado de entender.

Gustó la apuesta de La Moneta, simple pero con mucho tacto, la siempre exuberante María Pagés con 'Óyeme con los ojos', los desplantes y el talento de Joaquín Grilo y Canales, pese a que el espectáculo en general tenía muchas carencias, la fuerza y la raza de Farruquito, que con su pequeño protagonizó uno de los momentos del Festival; la pasión y ese baile genuino de Manuela Carpio, otra de las grandes recuperaciones de este 2017, y el concepto compañía de Rojas y Rodríguez, de los pocos, junto a Olga Pericet y sobre todo el Ballet Flamenco de Andalucía, que incluyeron en sus planteamientos algo más de contenido dancístico porque por desgracia, cada vez vemos menos el clásico español o escuela bolera.

No podemos olvidarnos del nuevo proyecto del BFA, con Rafael Estévez, que una vez más ha tirado de estudio e investigación para confeccionar un patrón musical y coreográfico extraordinario, y de Antonio El Pipa, que a su forma, repasó sus 20 años de carrera con colaboraciones de diez.

Al margen de quedarnos con las ganas de ver a Rocío Molina, hubo decepciones, como la de David Coria, el 'Claroscuro' de Ángel Muñoz y en parte Catedral, un espectáculo que por ser Giraldillo de la pasada Bienal pensé, y es una opinión, que iba a dar mucho más de sí.

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