Momentos de escenificación

Cuando la conciencia aprieta, las circunstancias apremian o la conveniencia se impone se recurre a gestos

El discurrir de los años permite ver con más claridad la necesidad de la constancia y de la profundización si se busca alcanzar conocimiento o se persigue adquirir una buena habilidad. Lo mismo sucede, normalmente, cuando se pretenden solucionar muchos problemas complejos. Con ellos hace falta un día a día, con logros generalmente modestos para la meta final deseada. Tal empeño supone un esfuerzo continuado que suele acompañarse de cansancio o de verse obligado a superar frustraciones porque lo invertido en horas, energía, dinero o lo que sea ineludible no se corresponde con el resultado obtenido. Sin embargo, cuando los objetivos son valiosos, esa voluntad permanente es la que realmente ayuda a cambiar el mundo positivamente y la vida de las personas. Pero es evidente, que apuntarse a esa labor del poco a poco con trabajo y tesón es más bien infrecuente y, por ello, cuando la conciencia aprieta, las circunstancias apremian o la conveniencia se impone se recurre a la política de gestos, ya que son baratos, rápidos, cómodos y hasta pueden ser divertidos. Que hay que ponerse un lacito por una causa, pues se pone; que hay que vestirse deportivamente para hacer una carrera lúdica por enfermos de tal patología, pues nada, a vestirse y a correr lo que admita la forma física y si no se va andando; que procede colocarse detrás de una pancarta con algo escrito en contra de la violencia de genero, del acoso o de lo que sea, pues no se habla más, a lucirse detrás de ella, si es posible; y así, sucesivamente. Todo esto es como ir a un confesionario laico, para que perdonen los pecados y todo se resuelva en un plis plas. ¿Estas actuaciones están mal o no proceden? No, sin duda, pero cabe hacer la objeción de que después no hay, mayoritariamente, propósito de enmienda ni la tenacidad suficiente para que se llegue a buen término. Lo habitual es que finalizados esos momentos de escenificación todo quede en simples postureos bonitos, entretenidos, justificativos o rentables, sin que se contribuya más con lo que representaba el lacito, se olvide el padecimiento y dificultades de quienes tienen ciertas enfermedades, se esquive o critique a las víctimas… En definitiva, se huye de agobios y de martilleos morales. Mañana, 24, nos piden que tengamos el gesto de apagar la luz durante una hora, pensando en el planeta. Vale, pero ¿significa eso compromiso? No. Probablemente, en las próximas fiestas se pedirá que muchas las calles estén inundadas con la luz de múltiples bombillas.

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