Jerez

Altares en las calles

Altares en las calles

Altares en las calles

Quizás, el espíritu que, en un primer momento, los hacía estar en muchas de las paredes de nuestros templos como retablos abiertos que permitiesen la oración de los files cuando las iglesias estuviesen cerradas, ya, haya perdido todo aquel sentido y, hoy, los retablos cerámicos no son más que meros elementos decorativos y clara indicación referencial de las imágenes titulares de las Hermandades y Cofradías que, en tales templos, residen.

Fue, la ciudad de Sevilla, maestra como en tantas cosas sobre la Semana Santa de Jerez, la que llevó a algunas cofradías de la ciudad a dejar constancia de ese bello motivo que mantenía viva la fe y resaltaba la importancia del patrimonio artístico que se poseía dentro de las iglesias . Si bien, en nuestra ciudad existían antiguos ejemplos que evidenciaban la existencia de la pintura cerámica, planteando, así mismo, que tal realidad era una manifestación artística extendida que se ha visto en los últimos tiempos, aumentada por los nuevos signos de la Semana Santa con esa desmedida, a veces pobre y mal considerada, vinculación a todo lo que en la ciudad hispalense se lleva a cabo.

Formalmente, los retablos cerámicos se componen de una orla que enmarcaba toda la estructura; en ella , a veces, la pintura era sustituida por otra, mucho más vistosa, realizada con yeso vidriado. Encima del conjunto se solía situar un pequeño tejadillo, llamado tejaroz. El retablo, a veces, se iluminaba con unos candelabros de forja, que contenían unas simples velas. El pintor ceramista que realizaba estos retablos era un artista de solvencia contrastada, que copiaba las imágenes proporcionadas por las instituciones religiosas que las encargaba; principalmente fotografías o, incluso, pinturas de autores locales, algunos de verdadera entidad y consideración artística.

Esta tradición, aunque utilizada en otros lugares donde la cerámica era habitual - Talavera, en Toledo o Manises, en Valencia -, tuvo su verdadero centro neurálgico en las fábricas sevillanas, sobre todo, de Rodríguez Mensaque y Cia y Santa Ana. Desde ellas se surtían las demandas de casi toda Andalucía. En Jerez abundan los retablos callejeros salidos de los talleres trianeros. La calidad ha bajado considerablemente en los últimos tiempos donde, sin embargo, ha aumentado, de modo exponencial, la cantidad de los mismos. Desde aquellos espectaculares de la Virgen del Carmen en la fachada de su Basílica, el de La Inmaculada de la Iglesia de San Miguel o los existentes en la fachada principal de la antigua iglesia de la Compañía a muchos de los que últimamente se han realizado, existe una gran distancia y se ve el triste momento en el que, actualmente, se encuentra esta modalidad artística.

Dos retablos hemos escogido para este Domingo de Ramos, con imágenes de este iniciático día: el de Nuestro Padre Jesús del Consuelo, de la Hermandad del Transporte y el del Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas; ambos salidos de los talleres de Santa Ana y pintados por Antonio Kiernan Flores, uno de los más prolíficos pintores cerámicos de Sevilla. En ambos se destaca la solvencia técnica del artista, su facilidad creativa a la hora de copiar la imagen y trasladarla al material; su dominio de la punta seca y su habilidad en el manejo de todas las circunstancias formales del oficio.

Mucho más grande el de la calle La Merced y de mayor entidad artística. El retablo de la Basílica de la Patrona perpetua para todo el pueblo la imagen señera del Señor del Consuelo, esa portentosa escultura procesional que plantea los grandes registros estéticos del mejor barroco. La dulce expresión, la serena mirada llena de resignación, el gesto expresivo totalmente atemperado, mostrando ese dolor hacia dentro que el autor del Seños llevó a cabo, no era cuestión fácil de asumir. En este caso, el pintor sevillano lo hace con rigor y clarividencia; mostrando esa dignidad que manifiesta la imagen. Además, está realizado sobre azulejos de color rojizo que contrastan, a la par que engrandecen, la figura de la imagen representada.

El de la Capilla de la Calle Arcos es un bonito retablo cerámico que, además, se ve completado por el de María Santísima de la Paz en su Mayor Aflicción, obra, también, de Antonio Kiernan y que engalanan la puerta de salida de la antigua Hermandad de la Albarizuela. El retablo de Señor de la Coronación, al ser más pequeño, concentra los detalles en la expresión del rostro de la imagen. La calidad técnica del ceramista ha captado, en todo su esplendor, la mirada triste del Señor, ese rostro mancillado que mira dolorido mientras acepta resignadamente el suplicio. Es un retablo que define , bien a las claras, la solvencia de estos verdaderos artistas que van a pasar a la historia, quizás, demasiado de puntillas.

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