Educación

Inventiva contra el Covid

  • El CEIP Isabel La Católica ha puesto en marcha, a través de las familias y el claustro docente, su propio proceso para evitar contagios por aerosoles

El medidor de una de las aulas controlando el CO2.

El medidor de una de las aulas controlando el CO2. / Miguel Ángel González

El compromiso de las distintas comunidades educativas está demostrando en esta pandemia que, independientemente de los gobernantes, son capaces de sacar adelante situaciones delicadas. La unión y sobre todo las inquietudes de padres, madres y claustros docentes han sido capaces de capear el temporal con trabajo e ingenio. Un ejemplo conciso de todo esto lo encontramos en el CEIP Isabel La Católica de Jerez, un modesto centro educativo, de apenas 220 alumnos y una sola línea, pero que ha sido capaz de poner en marcha su propio sistema de medición contra el Covid.

La historia de este proyecto nació en el mes de noviembre cuando un grupo de padres, preocupados por todo el tema coronavirus en los colegios, decide plantear a la dirección del centro la compra de los llamados filtros HEPA ante las noticias de que la inhalación de aerosoles respiratorios o partículas de mayor tamaño emitidos por una persona enferma podían aumentar los contagios.

Algunos padres y el director, en el colegio. Algunos padres y el director, en el colegio.

Algunos padres y el director, en el colegio. / Miguel Ángel González

Creamos una comisión en la que estaban algunos padres, la presidenta del Ampa, la secretaria del centro y yo como director”, explica Cándido Núñez, máximo responsable del colegio, “para tratar de encontrar un punto común a este asunto ya que había padres que querían poner filtros en las clases y otros que no estaban de acuerdo”.

Tomás Gómez e Iván Pardal, dos de los padres del centro, optaron por documentarse y buscar toda la información que pudiera ayudar a entender el asunto, todo apoyado por otro padre del centro, Orlando Castro, arquitecto de profesión, que incorporaba sus conocimientos profesionales para poner en práctica cualquier posibilidad.

Cándido Núñez, director del colegio, explicando el proyecto. Cándido Núñez, director del colegio, explicando el proyecto.

Cándido Núñez, director del colegio, explicando el proyecto. / Miguel Ángel González

“La primera idea que tuvimos fue comprar los filtros HEPA, pero claro, antes de gastarnos un dinero, porque no son baratos, debíamos saber si iban a tener funcionalidad o no en las clases. Además, la Junta no los recomendaba, y nos instaba a seguir las recomendaciones del Ministerio de Sanidad, que opta por la ventilación de las aulas como principal recurso”, recalca Iván Pardal.

Así pues, la decisión fue comprar un medidor de C02 (financiado por el Ampa) y a partir de diferentes estudios realizados en cada aula por los padres, establecer una serie de pautas para el día a día. “Tuvimos una reunión con los padres y con las explicaciones que dieron, todos quedaron más o menos conformes”, interrumple María José Zalba, presidenta del Ampa.

Tomás Gómez, informático de profesión, explica cómo se ha desarrollado todo. Tomás Gómez, informático de profesión, explica cómo se ha desarrollado todo.

Tomás Gómez, informático de profesión, explica cómo se ha desarrollado todo. / Miguel Ángel González

Así, y tras varias semanas de trabajo, a finales de diciembre, en concreto “dos semanas antes de las vacaciones de Navidad”, relata Tomás Gómez, comenzaron las pruebas. Para ello, se estableció un plan en el que se medían las emisiones de C02 cada cierto tiempo, teniendo en cuenta que para un ambiente adecuado debían estar entre 400 y 800".

“Al principio estuvimos midiendo durante un tiempo en cada clase. A lo mejor al día conseguíamos tres clases, con eso veíamos en cuáles teníamos más problemas y dónde menos. También nos servía para corregir errores, es decir, si el profesor cerraba la ventana más de lo fijado, si dejaban la puerta cerrada o una persiana se baja más que lo aconsejado porque hemos establecidos unos parámetros en cada clase que nos han ido dando el medidor. Lo importante era comprobar que con la ventilación natural todo funcionaba y no había que buscar nuevas alternativas como podía ser un purificador. Este colegio tiene la suerte de tener una capacidad enorme de autoventilarse”, apunta Iván Pardal.

Cándido Núñez mostrando las marcas colocadas para las apertura de ventanas. Cándido Núñez mostrando las marcas colocadas para las apertura de ventanas.

Cándido Núñez mostrando las marcas colocadas para las apertura de ventanas. / Miguel Ángel González

Con todo ello, el centro ha establecido un procedimiento de medición diario en el que se analiza la medida de CO2 en distintos horarios, además de la renovación del aire por cada hora. Todo teniendo en cuenta la dirección del viento.

Si se llega a 1.000 las recomendaciones es sacar a los niños de la clase hasta que baje el nivel. Afortunadamente, nosotros no hemos llegado nunca, lo máximo ha sido 810 y en situaciones concretas, por ejemplo al cerrar las ventanas cuando se ponía la pantalla digital”, añade.

Todo este proyecto mantiene al colegio con buenos números. “Hemos tenido pocos casos, y en esta tercera ola, apenas unos alumnos y porque se han contagiado fuera del centro”, apunta el director Cándido Núñez.

Desde el Ampa también se ha agradecido “el respaldo de los padres”, ya que entienden que “esto no nos corresponde a nosotros, corresponde a la administración, pero ya se sabe”.

Además, su presidenta recuerda que “el medidor mide también la temperatura, y las primeras semanas de enero hemos llegado a tener en las clases 4 grados cuando la normativa habla de 17 grados”.

En todo el proceso, “la colaboración de los maestros ha sido fundamental”, destaca el director, “porque han puesto mucho de su parte y están pendientes de las mediciones. Hemos apostado por algo en lo que creíamos, tanto que ahora hay un curso de covid en el CEP y nos han dicho que vayamos a exponer toda nuestra experiencia”.

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