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Tierra de nadie

¿Democracia?

Hemos construido los cimientos de la sociedad y confiado la custodia de las bases de nuestra convivencia, con y en ella: la democracia. Sin embargo, para desdicha de un mañana que, de seguir así, nunca llegará, la estamos convirtiendo entre todos en la 'puta de la reunión', a ella: la democracia.

Para que 'esto' funcione hay, al menos, dos premisas que han de ser inexcusable y absolutamente respetadas: una es la Ley, la otra, la aceptación incondicional de que la libertad de cada uno termina done empieza la del vecino. O partimos de la completa asunción, sin peros, de esto, o rompemos la baraja y cada uno se busque la vida como pueda.

Si hay algo que me resulta repugnante, odioso y despreciable es la hipocresía, siempre unida de modo indefectible a la incoherencia y la corrupción. Imaginen como siento la vida, rodeado de mentira y falsedad, de dobleces, cinismo, fingimiento y manipulación…

Las putas suelen ser mucho mejores que todos los que las rodean. Mejores que sus chulos, que sus amigos, que sus compañeros y, por descontado, que sus clientes. Ellas hacen lo que hacen, siempre por alguna razón de peso y, sin entrar ahora en ese asunto, les diré que con la muy manoseada y peor utilizada democracia está pasando exactamente lo mismo: prostituida por trileros profesionales y manipuladores patológicos, no le faltan clientes dispuestos a pagar por llevarse lo que esté a la venta: desde un humilde 'francés' hasta un sofisticado 'completo' -con 'griego' incluido-. Hasta ahí la han llevado los que deberían ser sus máximos valedores.

Unos presumen de ser sus defensores acérrimos, otros alardean de ser quienes la preservan y velan por su pureza y continuidad, todos la cuentan entre los militantes honoríficos de sus partidos, dicen profesarle fidelidad eterna y aseguran abominar de quien la traiciona; pero todos -¡todos!- la utilizan, la soban -por la cara y sin recato- y además le meten mano bajo la falda, a ver si cuela. Luego… luego se la quieren llevar al huerto, sin pagar, claro.

Los más listos son lo de siempre, los que saben 'mover' a su antojo las frustraciones del pueblo llano, los que utilizan las injustificables carencias de los más necesitados, los que aplauden las justas reivindicaciones de los excluidos… Son los hipócritas profesionales, los encontrarán en todos los partidos conocidos: PP, PSOE, IU, UPyD, PNV, ERC, BNG, Ciudadanos, Vox, Podemos… todos son casi iguales, y digo 'casi' porque hay algunos a los que se les ve venir, desde lejos, sin embargo otros… otros llegan disfrazados de 'hermanitas de la caridad', de 'brothers' solidarios, de justicieros reivindicativos, de camaradas sindicalistas, renacidos salvapatrias represaliados de una guerra olvidada, profetas de la igualdad solidaria de trabajadores con los que nunca se rozaron, o de guerrilleros izquierdistas luchadores por los derechos de la clase obrera y bla, bla, bla, ya saben… Estos son los más despreciables entre todos, son los proxenetas de la democracia, la peor de las opciones posibles para seguir teniendo esperanza en un futuro aceptable, vivible y humano.

Lo más desesperante es ver cómo las gentes caen una y otra vez en los burdos cepos de los tramperos profesionales, que van modificando su apariencia y su estrategia según las necesidades del 'mercado'. Todo vale por un pedazo de poder. Si hay que usar a los desahuciados, se les usa; si hay que utilizar a los parados, se les utiliza; si hay que manipular a los estafados, se les manipula; si hay que envilecer la democracia, se la envilece, todo vale para esta estirpe tan vieja en años como vigente en la actualidad. Todo les vale para embaucar a la buena fe de tanta sorprendente simpleza, para atender las pasmosas y masivas cantidades de estupidez que colman las calles de pueblos asolados y ciudades inhumanas, para engañar con un mendrugo de pan el hambre de quien sólo se preocupa de tener el buche lleno, aunque luego esté tres días con ardentía.

Ellos, eso que se llama 'La Casta', no tienen ni van a tener reparos en hacer lo que sea necesario para seguir manteniendo su estatus, los de siempre y los recién llegados. Están enganchados a la breva y la prebenda, al sueldo fácil, la comisión fullera, la dieta descarada, la reverencia, el privilegio, la mariscada y la 'business'. Ni la imputación, ni la acusación, ni la condena, ni la cárcel, ni siquiera los votos, van a hacerles abandonar el mundo que se han construido a nuestra costa. Buscarán, y hallarán, una enmienda que les salve por la campana, un 'arreglo' de última hora, un callejón que les permita zafarse, una trampa con la que lo negro aparezca blanco, una salida no contemplada, un recurso inesperado… qué más da. Al final todos los chulos -ellos, y ellas- seguirán viviendo de las mismas putas -nosotros, y nosotras- en el mismo burdel: España, y no sólo sin pagar, sino cobrando, y encima, o debajo… a nosotros nos pondrá 'muy agustito'. Es su modo preferido de corrupción: exprimir la democracia. Lo nuestro… lo nuestro no tiene nombre.

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