A la vuelta de la esquina

Día de la Raza

Día de la Raza, Fiesta de la Hispanidad, Fiesta Nacional, Día del encuentro entre dos  civilizaciones, Día de la dignidad de los pueblos... Se presentó como propuesta en 1914, por iniciativa de la Unión Ibero-Americana. En  1915 se celebró por vez primera el ‘Día de la Raza’ en la Casa Argentina de Málaga.

Todo comenzó el año 1492. Era viernes, 12 de octubre, por la mañana. Cristóbal Colón puso pie en tierra en el continente americano, le acompaña un notario con  pluma y papel. El genovés con una cruz en una mano y en la otra la bandera de Isabel y Fernando toma posesión de la tierra frente a sus propietarios, los Taïnos, con las siguientes palabras: “Dios eterno y todopoderoso, Dios que por la energía de la Palabra creadora has hecho nacer el firmamento, el mar y la tierra. Que tu nombre sea bendito y glorificado por todos...”. Primero fue el encuentro, después la colonización y siempre la explotación.

El intercambio fue rápido. Europa se convirtió en el centro del universo. Empieza a no serlo. China estaba aislada, con la construcción de la gran muralla, Japón, más aún. La Europa del Renacimiento era una olla a presión de ideas, de teorías, de comercio, de inventos. 

Los españoles y los europeos éramos portadores de la bacteria de la sífilis, que con el contacto sexual con las indígenas se activó. La sífilis, según Jacques Attali, fue aprovechada por la Iglesia Católica  para ampliar la fidelidad matrimonial, para combatir la promiscuidad y vincular el sexo al matrimonio. Era una nueva peste. Como ahora con el sida. Nosotros les llevamos la gripe, que diezmó a poblaciones indígenas.

No soy de los creen en el inocente indígena, en el nativo sincero y noble. Hay de todo como en todos lados.

En la década de los años 70, visité Perú. Gobernaba el General Velasco Alvarado, golpista que realizó una gran labor a favor del pueblo con el reparto de las riquezas y que fue depuesto con otro golpe de estado. En la catedral de Lima, en su interior, está enterrado, con un gran túmulo, Francisco Pizarro.

 Me invitaron a una sesión teatral en el Ministerio de Trabajo y allí perdí mi virginidad hispana. Representaron ‘El sol bajo los cascos de los caballos’. Mostraban un Pizarro asesino, una reina Isabel fea, bruta y ambiciosa, un Papa perverso. Una visión de la colonización nada bella y santa. En Lima asistí a una charla del teólogo Gustavo Gutiérrez, uno de los pioneros en la Teología desde los desposeídos, los empobrecidos, lo que se dado en llamar Teología de la Liberación. Al contrario del ‘yoismo’ europeo y norteamericano, se comenzó a pensar teológicamente en el ‘nosotros’ en esta realidad concreta.

Con la aportación latinoamericana de la Teología de la Liberación me siento enriquecido. No es  oro ni plata, ni alimentos, que también. Debemos estar agradecidos con las aportaciones latinoamericanas. Tenemos que acercarnos más unos a otros.

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