A la vuelta de la esquina

Educación emocional

Dicen que ‘los hombres no lloran’. Esta afirmación, desde siempre repetida, es la que auto impide mostrar los sentimientos ante el dolor propio y el ajeno. Rudyard Kipling, premio Nobel de Literatura, en el poema Serás un hombre, hijo mío, describe una personalidad casi sin sentimientos, como una máquina imparable ante las adversidades y las dificultades. Kipling también escribió El libro de las tierras vírgenes que dio lugar a El Libro de la Selva, de  Disney.

En las clases altas y en la aristocracia se valora mucho la contención de las emociones: el llanto extremo y la alegría exultante son atemperadas tanto para hombres como para mujeres.

Ingmar Bergman, creo que en la película Los comulgantes, describía la educación burguesa encaminada a  reprimir las emociones dolorosas ante los demás. Bergman nació en un ambiente religioso, su padre era ministro de la Iglesia luterana y sumamente estricto. Le hizo perder la fe. Las mujeres que aparecen en la película reprimen ante los demás sus sentimientos, y después a solas, en un cuarto de la casa, se desahogaban.

Dicen que la madre de Boabdil, que era rey de Granada, al huir y mirar por última vez a su ciudad,  lloró al verla en manos de los Reyes Isabel y Fernando. La madre de Boabdil, la sultana Aixa, le dijo: “Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre”. Ahí es nada. No tuvo oportunidad de conocer a Ángela Merkel ni a Margaret Thatcher.

Ni a los hombres, ni a las mujeres, educados ambos, les está consentido llorar. Esto último es lo que desean las empresas importantes. Buscan personas directivas que sean capaces de dominar los sentimientos y así conseguir el triunfo del objetivo diseñado. En el mundo de los negocios no caben los sentimientos, porque no se puede parar a considerar las víctimas colaterales. Lo importante es lograr el triunfo. Después, ya se repararán en las víctimas. O no.

Es de agradecer la grandeza del ganador, como en el cuadro de La rendición de Breda de Velázquez, en el que el vencedor acoge al vencido sin rencor y sin venganza. Lo que no hizo el general golpista Franco y sus aprovechados circundantes, que mantuvo la guerra y la persecución hasta su muerte.

El capital emocional es lo que se valora. Ante las dificultades aprender con frialdad, aunque estés roto por dentro y afrontar el triunfo, eso es lo que importa. Caiga quien caiga.

Pero, ¿y la ternura? Ahora se muestra al hombre fornido, musculoso, que sostiene a un bebé entre sus brazos, o esa mano grande, a la que una mano pequeña agarra por un dedo. ¿Es pura fotografía artística?

La empresa triunfante es la dirigida por hombres-mujeres como lo descrito por Kipling: “... Si puedes mantener intacta tu firmeza/ cuando todos vacilan a tu alrededor./ Si cuando todos dudan, fías en tu valor/ y al mismo tiempo sabes exaltar su flaqueza... Serás hombre, hijo mío”.

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