Reflexiones sobre el comportamiento humano

Envidia y celos..., tan antiguos como la Humanidad

  • Podríamos citar diversas fuentes para ilustrar la presencia histórica de este pecado capital: la historia de Caín y Abel (Génesis), la tragedia Shakesperiana de Otelo o la envidia de Salieri hacia Mozart

En determinados entornos profesionales "tóxicos" no es infrecuente atisbar la presencia -difusa, cobarde y agazapada- de un elenco de personajes patéticos y resentidos. Éstos, cual caterva de figurantes de opereta bufa, se dedican a "matar el tiempo" intentando acribillar con murmuraciones, malas artes, insinuaciones de dudoso gusto, difamaciones y rumores infundados a todo aquel que "se pone a tiro". ¿El delito?: disfrutar del trabajo o desarrollar dignamente y con profesionalidad aquellas funciones que le han sido encomendadas.

En el origen de muchos casos de acoso laboral o mobbing subyace un elemento aparentemente simple y omnipresente. La envidia -o celotipia profesional- nos permite explicar, con un alto grado de aproximación, muchos de los procesos e interacciones que tienen lugar en el seno de los grupos humanos.

Podemos encontrar abundantes modelos entre nuestros congéneres. A poco que uno observe con cierto detenimiento, podrá percatarse de la presencia de estos seres. No se preocupe porque no los detecte a primera vista, ya que su apariencia es absolutamente normal; no llevan escrito en la frente ningún cartel que los anuncie. Eso, precisamente, junto con la perversidad de la que muchos de ellos hacen gala, es lo que les hace más peligrosos. Tampoco les tema en exceso y eche a correr, ya que huelen el miedo y no tienen complejo alguno en emular a la manada de hienas que acecha la presa más fuerte y vigorosa hasta que ésta no puede defenderse adecuadamente y cae rendida ante sus garras. Tal es su naturaleza.

En esencia, el envidioso descubre la presencia de un modelo al que, vanamente, intenta parecerse o acercarse. El deseo frustrado genera la aparición de unos mecanismos de defensa que ponen en juego el ataque, la infravaloración del otro, la agresividad y el "veneno" en todas sus posibles manifestaciones.

Se trata de un intento burdo por recuperar la confianza y autoestima, basado más en la destrucción del sujeto envidiado que en el intento de perfeccionarse y evolucionar. Esto último exigiría una fuerza de ánimo y afán de superación del que carece la persona envidiosa.

La envidia se sufre en silencio y refleja un daño sufrido (percibido), aunque no inflingido. Se camufla con múltiples disfraces tales como bondad, beatería, afabilidad, entrega, voluntarismo... que, en manos de una mente perversa y astuta, adquieren un potencial dañino absolutamente sobrecogedor.

El envidioso no puede soportar el éxito y la cercanía del modelo envidiado, estableciéndose una relación inversamente proporcional entre la distancia afectiva (incluso física) y el sentimiento percibido; esto es, a menor distancia, mayor sentimiento de envidia y rencor.

El envidioso es una persona desequilibrada, vacía, incapaz de valorar su potencial de desarrollo y valores personales. La energía que podría emplear en crecer y evolucionar la invierte en destrozar al que considera adversario. Suele presentar un alto grado de inmadurez, que hunde sus raíces en conflictos no resueltos y reiteradas experiencias traumáticas vivenciadas a lo largo de su evolución vital. No es más que una víctima de su propia existencia, que no tiene el coraje de luchar para elevarse sobre sí mismo, prefiriendo "cortar la cabeza" al que considera mejor o más afortunado que él.

No intente echarle en cara al envidioso sus trajines y desvelos por machacarle ya que le hará sentir aún más humillado y negará vehementemente sus actuaciones. Casi nada de lo que haga conseguirá hacerle cambiar de actitud.

juantobe@gmail.com

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