jerez íntimo

En Jerez, puestos a quitar…

Sobreentendía -¡iluso de mí!- que la función política sostenía y sustentaba alguna virtud -y no virtualidad- de gestor en cuanto a la construcción de puentes entre dos posicionamientos extremos y, por ende, extremistas la mayor de las veces. Bisagra diplomática capaz de estrechar antagonismos. Paralelismos al cabo convergentes de dos posturas a priori encontradas. Y enconadas. Siempre sostuve que la ideología, política o no que fuese -¿el siglo de las siglas?-, no propendía al sectarismo contumaz. Ni a la intransigencia de cartón piedra. No comprendo la volaera sintomática y sistemática del resentimiento furibundo. Ni las carátulas ya trasnochadas de iracundias color sepia. Cuando no incendiamos de la nada una guerra de guerrillas, alzamos el puño incontinenti -el aparente intermedio- de las entreguerras. ¿La construcción o deconstrucción del futuro consiste en el desentierro y no entierro del hacha fratricida -detritus maloliente que ni siquiera conocimos- tan cainita como cañí? Vehemencia por norma que sube el colesterol irascible en el organismo temperamental de nuestro -yuxtapuesto- país.

Ahora la gresca sutilmente se disfraza del arte de conjugar verbos. Por ejemplo -ándele, manito- 'quitar'. Como si España, en general, y esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de nuestras culpas y ninguna disculpa, en particular, no estuvieran ya de por sí trufadas y aliñadas de agudos problemas de veras calamitosos, la propensión de la dedocracia local -pongamos por caso- se circunscribe a la flagrante habilidad del imperativo del verbo quitar. Quitamos la cabeza de Pemán del Villamarta y el nombre del autor de 'El divino impaciente' de su colegio de toda la vida. Quitamos la festividad de San Dionisio. Quitamos -sin éxito ninguno- el honor a la memoria de don Sixto de la Calle. Quitamos -o pretendemos- la medalla y la calle a Juan José Padilla. Incendiando la ventolera de la innecesaria provocación. O el daño de familiares que ni por asomo han de asumir las tragaderas de reivindicaciones ya superadas antaño. Corren nefastos tiempos para relectura de la tan manida y cacareada convivencia en paz. ¿Sociedad enriquecida de pluralidades? ¡A otro con ese hueso! ¿A do fue a parar el espíritu de Sancho Panza, a la sazón analizado e incluso deshuesado por sesudos sociólogos de élite intelectual? ¡Cuánta premonitoria capacidad visionaria de Pedro Laín Entralgo en su clarividente ensayo 'A qué llamamos España' o de Miguel de Unamuno en 'El porvenir de España y los españoles'!

En Jerez, puestos a quitar, hagámoslo con fines de interés general o -al grano, a la harina sin mohína- de seguridad ciudadana. Elevo una honesta petición a nuestro Ayuntamiento. Lo hago sin reservas y ejerciendo -coram populo- la portavocía de un creciente numero de vecinos -gente de bien- de la zona de la Barriada España, la Constancia y, como diría Paco Umbral, "por ahí seguido". Sobre todo "de la barriada España y sus calles más cercanas a la fachada de la prestigiosa bodega Lustau". También el columnismo periodístico ha de cultivar una función social. Léase: los moradores del lugar vienen cansinamente sufriendo -todos los sábados sin excepción y a partir de la una y media de la madrugada y casi hasta las claritas del día- las escandaleras, los gritos, el vocabulario malsonante, las estridencias, los histrionismos, las carreras de coches a velocidad de infarto, el hiriente altavoz de cantes desafinados, las borracheras de tundas y pugnas y las amenazas alusivas a punta de navaja de un botellón por libre o botellódromo a capricho que -a demanda- la policía bien disgrega por minutos para enseguida -una vez marchados los artífices del orden público- vuelve a organizarse y reorganizarse como una plaga encaprichada con su lugar de origen. Muchísimos vecinos de la barriada España andan ya a la postre desesperados. Ayunos de descanso, ahítos de sueño. Acunando bebés que despiertan sobresaltados. Elevo a nuestro Gobierno Municipal tome cartas -sin comodines- en el asunto. Y, al abuso del verbo, quiten -sí, quiten- de un plumazo este desorden nocturno. Hágase por España. Por la barriada quiero decir…

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