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Memorias de Mozambique

  • Antonio Aguilar, párroco de Santa Ana, cuenta su experiencia como misionero en el país africano. Manos Unidas de Jerez apoya este año un proyecto allí.

Llegó a un Mozambique asolado por las inundaciones y aún sangrando por las heridas de la guerra civil. "Allí la vida valía muy poco", sentencia Antonio Aguilar, hoy párroco de Santa Ana, que actuó como misionero en la antigua colonia portuguesa entre los años 2000 y 2008. Su llegada al clero diocesano vino empujada por una necesidad, la de ayudar a los más desfavorecidos allá donde estuvieran. Nacido hace 53 años en la localidad de Puerto Serrano, Aguilar estudió primero en el antiguo seminario sevillano del Palacio de San Telmo y continuó sus estudios 'laicos' como sociólogo en el Madrid de los 80. Allí le envió el obispo Rafael Bellido. "Me entendía muy bien con él", recuerda con cariño Aguilar. "Él siempre supo de mi interés de ayudar a los más pobres".

En aquel Madrid que comenzaba a vivir el fenómeno de la inmigración. Aquel fue un momento fundacional. En apenas dos décadas, España había pasado de ser un país emisor de migrantes a acogerlos. Aguilar dedicó sus años de estudio universitario a contribuir en las necesidades básicas de los miembros de una residencia de acogida establecida por la Iglesia. "El párroco de allí me dijo una vez que hasta entonces no había visto más negro que Machín, y que yo había llenado el barrio de negros", rememora entre risas. Eran principalmente de países subsaharianos, aunque había algunos etíopes. Lejos, en realidad, de aquella parte del continente en el que acabaría sumergido.

Trabajó con los pobres de la antigua colonia portuguesa entre 2000 y 2008, en MunhavaLa ONG 'Esperanza para Mozambique' fue creada en Jerez por inspiración de Aguilar

Finalizados sus estudios en Madrid, volvió a Jerez. Sólo pasaría algunos meses en la parroquia de San Juan de Dios. Aquellas lluvias que hicieron tanto daño a la zona sur y central de Mozambique acabarían por convencer a Bellido para permitir la marcha de Aguilar. Se estableció en Munhava, un suburbio a las afueras de Beira, la segunda ciudad más importante del país por detrás de la capital, Maputo. La historia de Mozambique había dejado atrás a muchísimos niños, de los que nadie se preocupaba. Eran los niños de la calle ("Meninos da rua", dice Aguilar). Eran huérfanos de la guerra y la enfermedad. Los cambios económicos -cuando el partido en el poder, de ideología marxista, abandonó sus tesis y abrazó una economía de mercado durante la caída de la URSS- propiciaron un exilio del campo a la ciudad que desmembró a las familias. Los huérfanos no tenían una red familiar en la que ser acogidos. "Junto a la parroquia donde me encontraba había un típico mercado africano. Por las noches, me di cuenta de que muchos niños dormían en la techumbre de los puestos. Se ubicaban ahí para protegerse de los perros callejeros".

Un improvisado censó arrojó una cifra desoladora. Sólo en Munhava había 189 meninos da rua. "Son los que yo pude localizar". Tras un viaje a Jerez, y tras dar una charla a las parroquias sobre la situación en Mozambique, se crea la asociación 'Esperanza para Mozambique'. De la ciudad acuden a Munhava el doctor Blanco, el enfermero Antonio Barrones además de otros jerezanos. Este último portó con él en su primer viaje un kit de detección del VIH. Una docena de ellos resultó ser seropositivo. "Por lo que nos dijo Barrones, suelen sufrir el contagio durante la lactancia".

Entre Manos Unidas y 'Esperanza para Mozambique', construyeron una residencia para 100 niños. Contaron con la ayuda de mujeres de la zona, "que a veces abandonaban su trabajo en el campo para cuidar de los niños". Éstas, a su vez, necesitaban aprender portugués para mejorar su lugar en la sociedad mozambicana. Las enseñaban alumnos que estaban becados por la labor social de Aguilar en la zona. Es la eterna enseñanza de no dar pescados sino enseñar a pescar. "Son ellos los que tienen que salir adelante". Y la educación, para ello, es fundamental.

Un claro ejemplo de esa necesidad es el proyecto que Manos Unidas financia en la zona de Munhava este año. Es la delegación en Jerez la que está recaudando el dinero. "Consiste en generar puntos de acceso a internet para que aquellos que se formaban en educación secundaria puedan ir a la universidad, pero sin acudir al centro, sino en aulas en zonas alejadas donde cuenten con pantallas". El proyecto sería algo así como implementar una UNED allí. "Ya se daban clases por radio, se transmitían las que se daban en el aula". Ahora quieren dar un paso más. "Es un proyecto muy bonito". Se une a otras iniciativas, como las becas de estudios de la salud 'Doctor Blanco', en homenaje al facultativo del centro de salud de La Granja que tanto ayudó en la zona en los años en los que estaba Aguilar en Mozambique.

El párroco volvió a España en 2008, y llegó a Santa Ana hace año y medio. Se encontró un país que encaraba una crisis económica que ha generado muchísimo paro. "Creo que deberíamos quedarnos con la lección de ir mejorando poco a poco que nos enseñan en Mozambique. Es un país con ganas de salir adelante. Aquí tenemos las herramientas, como es la educación, para que no nos impongan desde fuera el país que queremos ser, como intenta hacer la señora Merkel. Mozambique desea dejar atrás los intereses extranjeros para ser los dueños de su futuro", dice en resumen Aguilar. "Ellos tienen problemas de verdad". Y aún cuando en España hay dificultades, Jerez tiene la posibilidad, contribuyendo a la obra social de Manos Unidas, de permitir a Munhava dejar atrás poco a poco su eterna condena a la pobreza.

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