Jerez

Pregunta sin respuesta

EL uso del lenguaje coloquial en el ámbito parlamentario aporta frescura cuando el debate está marcado por los discursos técnicos-políticos que algunos eruditos a la violeta practican sin el más mínimo sentido del ridículo. Pero también puede convertirse en una bomba de relojería, sobre todo si uno se refugia en la patria chica para explicar una soberana metedura de pata: por ejemplo, tras llamar "tontitos" a los discapacitados. Ese ha sido el caso de la diputada popular y secretaria cuarta del Congreso de los Diputados, Celia Villalobos, que, llevada por ese punto populista que la contempla y que bien conocen sus conductores, la lió el pasado martes en la reunión de la Mesa del Congreso, al ofender a afectados de taras físicas y psíquicas y familiares con dicha boutade. Lo mejor de este lamentable episodio fue que ayer, un día después del despropósito, optó por no ahondar en la polémica, por callarse un ratito que está más guapa.

Con el bochorno de la villalobada en el ambiente, la sesión de control al Gobierno de ayer estuvo marcada por el nuevo cara a cara entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, y el regreso de los casos de Mercasevilla y Faisán, aunque con menor intensidad que en la sesión anterior. Las ausencias de Pérez Rubalcaba y Chaves, que pusieron pie en polvorosa en legítima defensa y con sus respectivas apretadas agendas como coartadas, dejaron la acometida de los populares con los casos de marras en pecata minuta.

El enfrentamiento parlamentario entre los dos espadas destacó por el espíritu festivo de Rodríguez Zapatero, que se mostró desganado ante los fastos del día para conmemorar el 30 aniversario del tejerazo; o, mejor dicho, del fracaso del tejerazo, y eludió contestarle a Rajoy, que le volvió a acusar de ser "un lastre para la economía española" y de abordar las reformas "dando tumbos".

Salvo alguna mano para mantener las distancias, el líder socialista justificó su poco ánimo para la pelea: "Señor Rajoy, le diré sinceramente que no es un día hoy (por ayer) en el que quiera discutir con usted, hoy (por ayer) es 23 de febrero". Las palabras del presidente del Gobierno sentaron mal en la bancada popular, que no está, por lo visto, muy dispuesta a darle ni agua ni tregua ni 23-F.

En el segundo escalón parlamentario, ausente Pérez Rubalcaba, la efeméride no impidió que la vicepresidenta económica, Elena Salgado, y la portavoz del Grupo Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, debatieran sobre el grado de satisfacción de la primera sobre la marcha de la economía. Salgado dijo que, sin incluir las cifras del paro, estaba "razonablemente" satisfecha, y se mostró convencida que el Gobierno solucionará también la lacra del desempleo "sin ayuda, como todo lo que hemos hecho en respuesta a los desafíos de la crisis". La pequeña gran portavoz popular se puso de perfil y prefirió centrarse en subrayar la falta de coordinación del Gobierno y el fracaso de la política económica y social. Sin embargo, la sentencia final la puso Salgado: "Hemos hecho reformas y las vamos a seguir haciendo, y mientras tanto, ustedes en el limbo, ajenos a todos los acontecimientos, cegados por la mezquindad de cuanto peor mejor".

En cuanto al caso Mercasevilla, ausente Chaves, el popular Ricardo Tarno dirigió su pregunta a Salgado, que defendió, como en dos ocasiones anteriores, que Mercasevilla colabora de manera activa con la Justicia.

Sobre el caso Faisán, el clásico de los miércoles Pérez Rubalcaba versus Gil Lázaro dejó paso a una pregunta del popular Ramón Moreno al ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, sobre el escaso tratamiento informativo del chivatazo en TVE. El vasco contestó con contundencia: "No decimos a nadie de qué tiene que hablar, ni mucho ni poco ni nada. Ni de Gürtel, ni de Boadilla ni de Camps".

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