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Jerez

"El agua se ha llevado la ilusión"

  • Vecinos de La Barca que se han quedado "sin nada" tras la tromba de agua del sábado, cuentan su situación el día despúes · El ayuntamiento pedáneo busca soluciones para evitar más inundaciones

"Tantos años trabajando para hacer realidad un sueño y de pronto, en unas horas, nos hemos quedado de nuevo sin nada". Una frase que no cesaban de repetir José Pajuelo y su mujer, Ana Carrillo, que han visto cómo su casa de Mesas del Corral, la que con tanta "ilusión" habían puesto en pie hace diez años, se ha convertido en el hogar del lodo y la destrucción tras la tromba de agua caída el pasado sábado en el Jerez Rural, especialmente en La Barca y Nueva Jarilla. "La estructura de la vivienda está en condiciones porque la hicimos bien, a conciencia. Pero lo de dentro... Nos hemos quedado sin nada, sin nada. ¿Usted sabe qué es eso? Sin nada. Todo está perdido. Toda la ilusión de uno se la ha llevado en nada de tiempo", se lamenta Ana.

El césped que rodeaba la casa de los Pajuelo ha desaparecido. Ahora es una piscina de barro, a la que también han ido a parar ramas y troncos de árboles de gran tamaño arrastrados por el agua desde Dios sabe dónde. El tendido eléctrico tirado por el suelo, "y mis gallinas, a saber dónde están las pobrecitas. Éste es el que se ha salvado", comenta José, mientras señala a un perrillo que duerme sobre una especie de malla mojada, en la azotea de la vivienda, desde donde el desastre se aprecia en toda su magnitud. "Los naranjos, mi huerto, ya no hay nada. Con esto no hay quien pueda", divisa José.

En el interior de la vivienda ya nada está donde debía estar. Todo está mojado, lleno de barro y hojas. La familia no sabe por dónde empezar a arreglar. La señal del agua alcanza los dos metros. Hasta esta altura flotó una de las camas, que inexplicablemente tiene seca la parte superior de la colcha. En el dormitorio de matrimonio el cabecero está en el lado opuesto al original y milagrosamente se encuentran vivas algunas parejas de zapatos. La fuerza del agua ha redecorado la vivienda a su manera, de mala manera. El baño..., ya no es baño. El lavabo rebosa ramas como si crecieran de forma natural desde su interior. La bañera, lo mismo. Los enseres se amontonan en el pasillo y en la entrada. Puestos así, a gusto de la tromba. Los electrodomésticos ya sólo servirán para chatarra. Y el salón acumula cadáveres de muebles sin ningún viso de resurrección.

"Hasta el sábado no se habían producido estas inundaciones, pero ahora ya tenemos miedo de que se repitan. No me preguntes si me gustaría volver a mi casa porque ahora mismo, no lo sé". José nació y se crió junto a la casa afectada y asegura que es la primera vez que ha vivido esta situación. Y sus padres, desde luego, nunca.

El agua venía de San José del Valle, José, Ana y sus dos hijos, de cinco y ocho años, se levantaron como un sábado cualquiera. Una jornada muy lluviosa. "Ya vimos que el arroyo comenzaba a subir más de lo normal. Otras veces ha subido, pero no esta cantidad. Si vivieran personas de 200 años te dirían que jamás han visto lo ocurrido. Seguro, seguro". Pusieron su trampilla, la que otras veces colocan en la puerta para que no entre agua. Pero esta vez no fue suficiente. A la media hora de dejar la casa, el agua arrasaba con todo. "Cuando bajó el agua, volvimos. Y esto es lo que nos hemos encontrado".

Vecinos y familiares de José y Ana se afanan ahora por rescatar todo lo posible del lodo. Mientras, viven temporalmente en casa de unos amigos. "El Ayuntamiento se ha ofrecido a ayudarnos, pero ya sabes que del dicho al hecho... Esperamos que sí, que nos ayuden. Ya ha estado aquí Medio Ambiente y se han ofrecido para lo que haga falta, pero... a ver si es verdad", dice José y da gracias a Dios de que la tromba no hubiera sido por la noche, "porque yo creo que ninguno estaríamos hoy aquí. Al menos tenemos que estar satisfechos por eso".

El alcalde la La Barca, Roque Valenzuela, reconoce que el domingo no pegó ojo, "por miedo a que se repitiera la tromba de agua". Aunque por la mañana, la jornada apuntaba tranquila. La zona del pueblo ya está prácticamente limpia, pero el campo es el que se ha llevado la peor parte. "La zona de Majarromaque está cortada por muchísimos sitios y los cultivos se han perdido prácticamente todos, como el algodón. El daño ha sido horroroso y espero que esto lo hagan zona catastrófica", comenta Roque. Cientos de vecinos de La Barca están todavía limpiando el agua del interior de sus casas, pero familias de Mesas del Corral como ésta, El Mayorazgo y Magallanes lo han perdido todo.

"Desde el Ayuntamiento vamos a ayudar en lo que podamos. Si hay algo que falla o falta pues estaremos ahí. Tienen que pedir ayuda a la Junta y al Ayuntamiento de Jerez. Pero no los vamos a dejar solos", asegura el alcalde pedáneo. "A raíz de unas inundaciones ocurridas hace cinco o seis años -añade- se hizo un colector nuevo en la carretera de Cortes para evitar que estas viviendas de la zona se inundaran, pero no ha sido suficiente para soportar el agua que venía de la zona de Garrapilos. Tenemos que intentar que esas futuras barriadas y el polígono industrial desagüen a otros arroyos y no a La Barca porque vamos a tener constantes problemas. Lo estamos gestionando con Ajemsa y el Ayuntamiento de Jerez para que le den una solución definitiva".

Dicen algunos vecinos de la zona de Magallanes, donde viven familias que también lo han perdido todo, que si las inundaciones hubiesen sido por la noche, "muchos no hubiéramos salido de aquí". Asegura Cristóbal que en sus 59 años no ha visto ni una vez una manta de agua igual que la caída el sábado. Allí el paisaje es también marrón. Lodo, árboles caídos, casas enfundadas en fango y todo patas arriba. Lo que tiene que estar en un sitio está en otro: una piscina de plástico se apoya ahora en una valla. Seguramente no vuelva a ver un próximo verano. Los animales se sacuden el agua. Algunas ovejas miran a su entorno, impasibles. Una de ellas ni se inmuta encima de una bañera puesta del revés, a modo de montículo improvisado. Un gato descansa en un pajar húmedo, mientras una cabra mira de reojo a sus compañeros de corral. Para ellos es un día más. Para José, Ana, sus hijos y todos los vecinos afectados es el día después. Tan sólo uno de todos los que aún tienen que llegar.

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