Jerez

"Me costaba Dios y ayuda defender al Ayuntamiento: Todo era palabrería"

  • Una de las personas que más conoce las zonas marginadas de Jerez y más ha trabajado por las personas en riesgo de exclusión social narra, tras su jubilación, su larga experiencia en la Administración local

-Ha sido cura obrero, profesor, director del Plan Especial de la zona Norte. Ahora, tras su jubilación, casado y con cuatro hijos ¿qué balance hace de todo eso?

-Yo soy de Lebrija y tras estudiar en el seminario en Sevilla, estuve en Ubrique, donde viví unos momentos políticos complicados junto con otros compañeros que tenían las mismas inquietudes que yo, de movimientos como la JOC. Creamos una línea de catequesis para la gente joven y también llegué a ser obrero pero nos lo ponían complicado, así que me dediqué a la enseñanza. En 1978 vine a Jerez y 'aterricé' en el instituto Coloma, donde estuve dando clases durante diez años. Allí tuve a alumnos como Francisco Benavent y María Dolores Barroso. Era una generación de jóvenes muy interesante y también había profesores muy válidos. En aquella época además estaba en la parroquia de San Juan de Dios, el famoso 'barracón' y creamos unos grupos de comunidades populares centrados en la parroquia. El paro entonces todavía no se cebaba en aquella zona, pero cuando la crisis de la vid, sí.

-¿Cómo se produjo su 'salto' a la esfera pública?

-En 1988 dejé la parroquia y el Coloma y como era profesor me iba a dedicar a la enseñanza de adultos pero surgieron unas oposiciones del INEM para escuelas taller municipales. Así que me presenté. Con esas escuelas taller hicimos las obras de la plaza del Mercado, la remodelación del parque del Retiro, la Biblioteca Municipal de La Plata. Mi concejal era Antonio -Reyes y junto con Manuel González Fustegueras hicimos cosas muy interesantes a pesar de que casi no había subvenciones porque el Ayuntamiento era de distinto signo político que la Junta y el Gobierno central. Pasé a jefe del departamento de formación ocupacional en el 90. Lo que era la Guardería El Zagal se iba, así que convencimos al alcalde para que se hiciera allí el Centro de Formación El Zagal, con el que intervinimos en los claustros de Santo Domingo o el Zoo e hicimos programas de formación y empleo en las barriadas de La Vid y La Plata: carpintería metálica, cerrajería, hostelería... Intentamos crear una escuela hotel en el palacio de Villapanés, pero por 25 millones de pesetas no se pudo hacer.

-Pero los cursos de formación siguieron...

-Sí. Como Villapanés se le dio finalmente al CEU San Pablo, las prácticas de cocina se hacían en los hoteles. En El Zagal, de tres o cuatro cursos se llegaron a hacer quince al año. Pudimos contratar a monitores y a personal docente. Impuse inglés y alemán básico para camareros y comenzaron los programas formativos europeos, tres grandes programas. Se creó la Fundación Municipal de Formación y Empleo y me dieron la gerencia, donde estuve desde el 92 hasta el 97.

-¿Cómo se desarrolló esta nueva etapa?

-Teníamos mucho contacto con la Gerencia Local de Desarrollo y nosotros hacíamos la parte formativa. Se decide nombrar gerente de la Fundación a Miguel Ballesteros y yo como director técnico encargado de la parte formativa. Se crea el Servicio de Promoción y Empleo en Díez Mérito y posteriormente el Ayuntamiento compra 'la Moncloita' y crea el Instituto de Promoción y Desarrollo en el 99.

-¿Con cuántos políticos ha trabajado?

-He trabajado durante todo este tiempo hasta mi jubilación con once delegados y tres alcaldes. Fue en 2002 cuando empezaron algunos problemas en El Zagal. En aquella época se había creado el Plan Especial para la Zona Sur y como yo conocía todas las zonas deprimidas estuve ayudando desde El Zagal . En 2002 se crea la Oficina Técnica de la Zona Norte y me dijeron que querían hacer algo como con la zona Sur para las barriadas de San Juan de Dios, La Serrana, El Calvario, San Benito, Juan XXIII... lo que abarcaba a una población de unas 20.000 personas. Me nombraron director del Plan Especial de la Zona Norte que entonces no era delegación, sino oficina técnica y dependía de la delegada Antonia Asencio. Allí he estado hasta el pasado mes de marzo en que me jubilé.

-¿Qué conclusión ha sacado de esta experiencia?

-Fue una buena idea acercar el Ayuntamiento a los ciudadanos, los servicios municipales y también fue un acierto porque los colectivos sociales, vecinales, de mujeres... se hicieron presentes en los barrios. Aunque la decisión la tenía el político, yo trasladaba las necesidades y si le soy sincero, creo que nos atendían mejor antes de ser delegación que después, porque cuando fuimos delegación, las demás nos veían como 'competencia' para repartir el dinero. En 2005 estuve fuera por enfermedad y cuando me reincorporé en 2006 ya era delegación de Planes Especiales. Teníamos asignadas unas brigadas de barrio, ocho o diez personas de Infraestructuras, para arreglar los asuntos más urgentes: solerías, luces... También se hizo una escuela taller en San Benito pero la las necesidades formativas las derivábamos a El Zagal. En las escuelas taller había un cupo reservado para la zona Norte y otro para la zona Sur.

-¿Qué recuerda con mayor satisfacción?

-La mayor alegría para mí es encontrarme trabajando a alguien salido de nuestras escuelas taller o nuestros programas. Había que haber potenciado más esto, pero nos faltaban medios económicos. En 2006 nos quitaron las brigadas de barrio y los compromisos adquiridos no se hacían. Mucho hablar de barrios y los barrios estaban desatendidos. Me costaba Dios y ayuda defender al Ayuntamiento, porque todo era palabrería. No se invertía en programas sociales, educadores de calle... Los líos políticos hicieron que perdiéramos capacidad de decisión y cercanía con los ciudadanos. Los técnicos no decidíamos nada. Todo lo decidían los políticos y eso es bueno, pero creo que los técnicos debían tener un papel más importante porque son los que conocen la realidad. Muchos políticos no terminaban de fiarse de sus técnicos, aunque eso nunca me ocurrió a mí. Hoy, aunque hay sólo un partido en el Ayuntamiento, no como cuando los pactos, siguen las desavenencias. Se rehabilitó San Benito y se está rehabilitando San Juan de Dios, pero la sociedad no se arregla sólo con los ladrillos. Hay que crear empleo, formación...

-¿Nunca le tentó meterse en política?

-Nunca. Mis inquietudes siempre las he encauzado a través de la parroquia y de las ONGs. Nunca he puesto demasiadas esperanzas en los políticos.

-Desde su puesto también habrá tenido que escuchar muchas historias terribles.

-Muchas y sentía mucha impotencia, porque venía mucha gente en busca de trabajo. Yo los mandaba a Serjil, El Zagal, la Casa de las Mujeres... y les decía que no éramos una oficina de empleo, pero me llegaban una gran cantidad de currícula.

-¿Cómo fue su relación con los políticos?

-Con los concejales normalmente buenas, aunque había quien te daba más o menos cancha. Unos tenían una visión más ancha y otros más estrecha. Con los alcaldes mi relación era más distanciada. Sólo con Pacheco pero en su primera etapa. Yo siempre he tenido un gran respeto por mis delegados y he exigido que se me respete.

-Y ahora tras su jubilación, ¿qué?

-Ahora puedo dedicarle más tiempo a mi familia, a la parroquia de San Juan de Dios y colaborar más con las ONGs.

-¿Se le ha quedado alguna espinita?

-Desde el punto de vista socio-político, cómo recuperar la esperanza de la gente, los colectivos que están desinflados. Habría que recuperar la ilusión, porque la política no debe limitarse a votar cada cuatro años. Esto se arregla colaborando. Hay muchos pobres y miseria y no podemos conformarnos, cada uno en su nivel.

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