Jerez

Un criminal entre nosotros

  • Vecinos de la zona de Guadabajaque denuncian la muerte de perros por envenenamiento; los propietarios sospechan de alguien del vecindario

La víspera de Reyes, Pepe, un caniche toy de menos de dos años, se acurrucó en el sofá a esperar la muerte. Días atrás había empezado a sentirse mal. El veterinario detectó un problema en el hígado. Durante unas horas se recuperó. Pero poco a poco empezó a fallar todo lo demás. Falló el riñón, después el estómago y, poco antes de reventar todo el organismo por dentro, hizo un esfuerzo supremo para subir los 26 escalones que le separaban de la habitación de su amo, donde habitualmente dormía. Subió las escaleras gimiendo, llorando de dolor, con el equilibrio perdido. Esta pequeña bolita de pelo buscó a Paco, su amo, para despedirse. Paco lo cuenta y se le saltan las lágrimas. "Podrán pensar que sólo es un perro, una mascota. Pero Pepe era mi amigo, un animal juguetón y cariñoso". El caniche había estado jugueteando días atrás con una bolsa de plástico de Carrefour que alguien había lanzado al jardín de su vivienda de la calle Malta, situada en la urbanización Guadabajaque, entre la laguna de Torrox y el campo de golf entregada recientemente. Dentro de esa bolsa se encontraba el veneno que lo mataría.

El último día del año Rojco, un husky siberiano de once años, amaneció lánguido, incapaz de levantarse del suelo. La lengua fuera de la boca, soltando espuma, los ojos vueltos hacia atrás. Rojco estaba agonizando y murió horas después, a las dos y media de la tarde, en los brazos de su dueño, Pedro Contreras, el portero internacional que ahora milita en las filas del Cádiz. El perro abrió los ojos, cuenta Pedro, por última vez para mirarle, aunque ya estaba prácticamente inconsciente. No olvida esa mirada de su amigo antes de expirar. Rojco había sido su compañero durante esos once años. A Pedro, al igual que a Paco, le sobreviene la emoción cuando recuerda a su perro: "Estuvo luchando y sufriendo durante muchas horas para rechazar de su cuerpo el mortal veneno que la mano de un 'animal' le dio".

Paco y Pedro comparten todavía el asombro por la frialdad que tuvo que tener el autor de los dos crímenes para lanzar el veneno que iba a matar a sus perros tras una horrible agonía. Ambos han denunciado el caso y la Policía está realizando pesquisas, aunque es complicado que se pueda demostrar la autoría del hombre del veneno mientras no vuelva a actuar. De momento, la Policía está buscando en los anteriores domicilios de algunas personas del vecindario para saber si habían sucedido hechos parecidos.

Los amos de Rojco y Pepe están convencidos de que el autor de los envenenamientos es alguien del vecindario y el resto de los vecinos con perros ya están sobreaviso de lo que ha sucedido. Temen que se repita.

Pedro dice que "le echo mucho de menos, me parece verle en cada rincón de la casa, del parque, siempre que paso por el lago de Torrox me parece que le voy a encontrar alli, en la orilla buscando olores, cada vez que entro en casa es un drama cuando no le veo que viene a recibirme, no he vuelto a dormir en la misma habitacion, en donde me daba las buenas noches y donde me despertaba cuando sonaba el despertador. Todo cuanto veo a mi alrededor es una referencia, un recuerdo y una punzada de dolor mas fuerte".

Paco casi ha tirado la toalla. Ya no quiere que le hagan la autopsia a Pepe. Va a incinerar a su perro quince días después de la muerte. "Sólo quiero que si el autor de estas muertes lee esto, se le caiga la cara de vergüenza. Mi sobrina tiene un año y a menudo juega en el jardín. Ella podía haber cogido el veneno. ¿De qué estaríamos hablando entonces? Sólo quiero decirle al hombre que lanzó el veneno que es un miserable".

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