Alvaro Domecq Romero. Rejoneador, ganadero y bodeguero

"Me dan mucho miedo los homenajes"

  • Una charla con el fundador de la Escuela Ecuestre, uno de nuestros 'embajadores' de Jerez

Va de homenaje en homenaje. Como la oca. Ahora ha vuelto de su querido México, donde ha sido agasajado por una vida entera sobre el caballo. Álvaro Domecq Romero, Alvarito (Jerez, 1940), no deja de correr a sus 73 años de aquí para allá, pese a una virtud que le caracteriza: Es la paciencia. La paciencia que impone el campo, el ganado, la de su pasión por encontrar y criar caballos útiles, ganadores, y que él traslada también al mundo de su negocio vinatero. ¿Qué negocio, si no el del vino, es el que requiere de más paciencia? Horas antes del homenaje que le tributó el sector turístico, todo esto me contó.

-¿Feliz por el homenaje?

- Bueno, la verdad es que hay otros muchos ahí que se lo merecen más que yo. Por éso, yo siempre digo que los homenajes me dan miedo. Ellos son gente demasiado cariñosa conmigo. El tiempo pasa, yo tengo mis añitos... pero siempre es bonito saber que se acuerdan de ti.

- Se acuerdan sus amigos, nunca las autoridades. Mire a la Junta de Andalucía...

- La Junta tiene ahora otros problemas que resolver.

- No acudió a la conmemoración del cuarenta aniversario de la Escuela. Y eso que fue invitado.

- Es que yo no tengo nada en la Escuela. Eso ya pasó. Es cierto, me invitaron, pero por fechas no pude acudir. Creo que yo no tenía nada que hacer allí.

- La Escuela cambió tras su marcha. Y eso lo dicen todos.

- La Escuela ha sido mi vida. Ahora no es la que yo fundé. Había una actividad distinta: Quise contar con una gran fuerza ecuestre, que mis caballos salieran, que llegaran a lo máximo, a unas olimpiadas... Trasladé muchos de mis conocimientos a la Escuela y creí que iban a seguirlos. Pero ahora hay otro nivel, otra forma de llevar la institución que no es, precisamente, la que yo ideé. 

-¿Cómo ha cambiado? 

- El nivel de la Escuela era algo que en España no existía. Quise meter 'supercalidad': Grandes caballos y grandes jinetes que tuvieran vocación de grandes artistas. Es una Escuela de Arte Ecuestre. Allí no puede montar todo el mundo, sólo los grandes jinetes. Jerez estaba volcada con la Escuela. Tuvo sus virtudes. Estábamos en una carpa en el parque González Hontoria. Pero cuando llegaron los caballos para entrar en la Escuela, aquello fue un  gran acontecimiento. Andando uno tras otro, con gente a su alrededor y, cuando entraron, apareció mi padre montando el mejor caballo que había en la Escuela. Era 'Valeroso'. Eso fue muy emocionante. Diez años estuvimos en la carpa.

-¿Es cierto que el entonces príncipe Juan Carlos le apoyó en la iniciativa un día de 1963?

- Fue durante la Feria. Los príncipes habían venido a darme el trofeo 'Caballo de Oro'. Allí estrené en la carpa el espectáculo 'Cómo bailan los caballos andaluces'. Tras la actuación, se me acercó y dijo: 'Alvarito, hay que seguir con esto, hay que seguir...' Tiempo después, me envió a Pío Cabanillas, se compró el Palacio de los Pemartín y, más tarde, se levantó el picadero.

- Y, ¿qué hacemos ahora con Jerez?

- Es que yo creo que en Jerez hay muchas cosas por hacer. Ahora, los militares acaban de dejar el Depósito de Sementales. Yo no sé qué hará el Ayuntamiento con éso. Yo me he ofrecido a colaborar, a que siga el caballo. Sementales no debe dejar de tener caballos. Eso es otra maravilla de Jerez, porque llevo oyendo desde hace tiempo que a esta ciudad le llaman 'la ciudad del caballo'.

- Ahora le llaman 'la ciudad del paro'.

- Hombre, yo paseo, hablo con mucha gente... Es que hay que buscar industrias que acaben con esta penosa situación. Vengo de México y estuve en la frontera con los Estados Unidos. Es increíble. Estaba aquello lleno de fábricas norteamericanas donde trabajaban mexicanos que salían contentos con su trabajo. Aquí se echan de menos las industrias. Las bodegas ya no pudieron más. Aquel mundo acabó.

- ¿Es peor el negocio vinatero que el toro?

- Yo estoy contento. Da beneficios para mantener la bodega, haciendo muchos esfuerzos por nuestros productos, que se vendan fuera, que den dinero para ese capital que es la gente. Pero el vino hay que servirlo como aquí. De lo contrario, no lo beberán.

-¿Están bien promocionados nuestros vinos?

-Quizás falte promocionarlo mejor. En el extranjero, tienes que tomarte la copa como es debido. Eso es importante. Hay sitios donde te la llenan hasta arriba. Pero creo que el vino subirá, subirá fuerte. Hoy se hace tinto en todas partes pero el jerez es único, hay que hacerlo aquí. Por eso, tiene que funcionar.

- ¿Qué consejos le dio su padre?

- Miles. Consejos en la vida, en el rejoneo, en el toro... Había algo que me repetía: 'No dejes pasar un movimiento mal hecho; si lo haces mal, limítate a volver a hacerlo'. Y, cómo no, todos los días mientras tomaba una copa. Le gustaba mucho el oloroso.

- ¿Han cambiado mucho 'Los Alburejos' desde que falta su padre?

- Personalmente, no creo que haya cambiado mucho. También es cierto que ha habido en mi vida tragos muy difíciles de pasar. Alrededor de mi casa han pasado muchas cosas, cosas que te comen el corazón. Tengo menos control emocional, pero también llevo muy presente a mi padre y a mis sobrinas. En cualquier caso, yo tengo una gran familia. Mi hermana Fabiola tuvo seis hijos que, a su vez, me han dado veinte nietos. Yo no he tenido hijos, pero esos son como si fueran míos. De los veinte, dieciocho montan a caballo. Por eso, siempre digo que tengo veinte nietos a los que enseñar  a montar.

- Ahora se levanta su padre y, ¿qué diría?

- Se volvería loco al ver a todos ellos al galope en 'Los Alburejos'.

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