Jerez, tiempos pasados Historias, curiosidades, recuerdos y anécdotas

El hospital nunca duerme

  • Lo que va de los viejos hospitales a los modernos. Del fundado en Cristina, por Juan Grande, al actual del SAS; pasando por el de Santa Isabel y la llamada Residencia. El servicio de Urgencias, la puerta por la que ingresan los enfermos más graves, sea de noche o de día Vista del hospital general de Jerez. Abajo, el viejo hospital de Santa Isabel, en 1941.

Al Dr. Javier Benezet y a la familia García Romero, con toda mi gratitud.

El concepto de hospital ha cambiado radicalmente, no solo en los últimos siglos, sino también en las últimas décadas. No hay más que pensar en los tiempos de Juan Grande y aquel hospital de los Hermanos de San Juan de Dios de Cristina, por él fundado, que incluso disponía de Corral de Comedias, en su parte trasera. Actualmente, se sigue innovando, continuamente; introduciendo nuevas mejoras, más personal y mejor material, en los modernos hospitales, como el que afortunadamente podemos disfrutar en nuestra ciudad.

Hemos tenido oportunidad de visitar, estos días, el hospital general de Jerez y, podemos decir que nada tiene que ver con aquel otro hospital de Santa Isabel, que nosotros conocimos hace para medio siglo, y que fuera inaugurado por la reina Isabel II.

El hospital de Jerez, perteneciente al SAS (Servicio Andaluz de Salud) no se parece en nada a aquellos viejos hospitales del SOE (Seguro Obligatorio de Enfermedad) que los jerezanos conocimos en la plaza el Arenal.

El hospital de Jerez nunca duerme, ni de noche ni de día. Su servicio de Urgencias permanece constantemente alerta, recibiendo pacientes de todas clases y con las más variadas enfermedades. Chicos, mayores y ancianos, una vez perfectamente atendidos y tras pasar por la sala de observación, si necesitan ingreso, irán ocupando cama en las plantas de las distintas especialidades médicas.

Las veinticuatro horas del día, en Urgencias no se para. Los médicos, enfermeras, practicantes, celadores y demás personal sanitario no dan abasto, con el enorme trabajo que constantemente les entra por las puertas. Hay veces que en la sala de espera de Urgencias el personal se acumula de tal forma que luego, cuando son curados de primera intención y deben pasar a planta no se cuenta con camas suficientes y deben de esperar a que quede alguna libre.

La verdad es que la nómina de personal de nuestro hospital - y no he pedido dato alguno para escribir este reportaje, tan solo lo que he visto - debe ser enorme; más o menos incluso que la de una fábrica; si incluimos - aparte de médicos enfermeras, practicantes y auxiliares de enfermería -, a limpiadoras, personal de mantenimiento, de cocinas y otros servicios. Y después tenemos las consultas externas con más profesionales cualificados, especialistas en todas las ramas de la medicina moderna. Entre unos y otros, y el resto de personal, suman una buena y numerosa plantilla.

Después de ver cómo unos y otros trabajan y el gran interés que demuestran poner en su labor profesional, uno llega a la conclusión de que lo mejor del hospital de Jerez es su magnífico equipo humano, en el que junto a los cualificados veteranos trabajan, hombro con hombro, gente muy joven, incansable, que se expande por todas las especialidades, demostrando su bien hacer, su vocación y su valía. Y si el personal es de lo más cualificado, también lo son los modernos aparatos de quirófanos, radiografías, hematología, cardiografía y otras instalaciones. El hospital, por dentro, es un mundo que hay que descubrir y que muy pocos conocemos. Su conservación es vital, tanto para los jerezanos como para otros pueblos de la provincia.

Pero si esa es la cara más positiva del centro hospitalario del SAS, la cara negativa es la del público que visita al personal ingresado, en las distintas plantas, que ni respeta el horario establecido, ni deja de hablar en habitaciones y galerías, sin pensar que no están en la plaza pública, sino en un hospital lleno de enfermos, y que su cháchara, y prolongadas tertulias, hasta casi cerca de la media noche, molesta a todos los enfermos; incluidos aquellos de sus propias familias y amigos, a los que van a visitar.

Para colmo de males, a la entrada de cada habitación existen letreros pidiendo silencio, nada menos que en ocho idiomas; entre ellos, además del español, el árabe y el chino. Pero, ¡ni caso! ¿Tanta incultura hay en este país, que la gente no sabe leer?

No quiero cerrar este reportaje, escrito desde el punto de vista de las observaciones de un simple y anónimo paciente, sin agradecer de todo corazón la colaboración prestada a este periodista - sin pedírsela especialmente a ninguno de ellos - por los doctores Javier Benezet Mazuecos, Vargas Machuca, Aída García, Fátima Ramos, José A. de la Iglesia y otros; así como por el enfermero Eduardo Ballesteros, las enfermeras Ana García Romero, Carmen y Laura, y la limpiadora Angelita, que "vende cal" y, que como decía el recordado Vicente Pantoja, "es más limpia que el 'deo'gordo de un bombero". Dios los bendiga a todos por la buena labor que hacen.

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