Jerez

Y llegará el hambre"

  • Todos los miembros de la familia de José Luis García, un transportista de Jerez, están parados. Viven ocho con los 600 euros del desempleo y comen puchero cada día

"Con siete niños y me quieren echar de la casa por no haber pagado dos meses. ¿De dónde quieren que saque el dinero? Lo robo, voy y lo robo, que en la cárcel te dan de comer. En 49 años que tengo no había visto una cosa igual. Otras veces se estaba mal y te podías manejar, pero ahora... Dios mío, ahora". José Manuel, él lo ha dicho, tiene siete hijos, 49 años y su empresa le dijo que podía irse a casa. Había escayolado un techo entero, pero no había dinero ni para él, ni para el de la escayola, ni para nadie. Y José Manuel se sienta por la mañana en las escaleras de la oficina de empleo de Madre de Dios, donde están inscritos los trabajadores de la zona sur de Jerez, la zona con más paro de la ciudad con más paro dentro de la comunidad que más paro tiene en el país con más paro de la UE. En Jerez se han contabilizado el pasado mes 22.135 demandantes de empleo. Hace tres años no llegaban a los 16.000. Casas y más casas, grúas y más grúas. Y, de repente, bum. Se acabó. Así que José Manuel y los compañeros que fuman con él lo ven negro, muy negro. "Habrá que robar", insiste José Manuel, que ya se sabe que en la cárcel se come gratis. Es decir, robar para que te cojan.

Dentro de la oficina hay una cofradía de la resignación. Junto al mostrador de información hacen cola unas treinta personas apiñadas en un pequeño vestíbulo. Quizá se pensó que ya no harían falta nunca más grandes vestíbulos para las oficinas de empleo. Un cartel ofrece trabajo en las Fuerzas Armadas. Un joven peruano lo observa con curiosidad. También mira otros: ofrecen trabajo en Francia para enfermeros y fisioterapeutas. 1.400 euros netos al mes. Y otro más: en éste se ve el castillo de Disney, el castillo de Nunca Jamás. Debajo, una oferta para servir mesas, atender las atracciones o vender entradas en la taquilla de Disneyland París. El peruano regresa a la cola. Otro hombre de unos 55 años tiene la mirada fija, perdida, en los números rojos que van avisando del turno para recoger impresos. "Papeles y más papeles. No sé para qué". Otro cartel recuerda que quien no selle el paro se quedará sin prestación el próximo mes. Eso como sanción mínima.

Fuera, en estos soportales de Jerez que son la pasarela del desempleo, el epicentro del regreso a los malos tiempos, hay una peluquería de señoras cerrada hace mucho tiempo y una oficina de la empresa Start People. "Aquí hay trabajillos de vez en cuando", explica una chiquilla que mira el escaparate donde figuran unos pocos empleos. Un buen número de las tablillas expuestas está en blanco. Las otras ofrecen trabajos de mozos de carga y descarga, peones de reciclaje, mecánicos industriales y muchos comerciales a comisión. Dentro, tres empleados miran sus ordenadores. Espero un rato. No entra nadie. La gente se queda mirando las ofertas y sigue hacia la oficina del Servicio Andaluz de Empleo con carpetas con impresos bajo el brazo.

Antonio, un chaval, aspirante a soldador, se ha pasado toda la mañana en la oficina. "Para nada. Siempre es para nada". Luce en su camiseta un significativo 'No me jodas'. Para que veas. Vamos a su casa, en el barrio de San Miguel, donde perviven las casas de vecinos. Tiene un patio con motos haciendo el corro de la patata, chándals del Real Madrid tendidos en los lugares comunes y puertas de hoja de metal abiertas. Al lado de su casa, tras una de esas puertas abiertas, una anciana en soledad se recuesta sobre unos cojines, abducida por la televisión.

En la casa de Antonio un humorista cuenta chistes en Canal Sur y María del Monte se troncha de risa. Dos mujeres, dos hombres y una niña casi bebé miran a María del Monte. Nadie se ríe. En casa de Antonio García no trabaja nadie. No trabaja su hermana, que tiene la titulación de peluquera; no trabaja su novia, que dice que no tiene 'ná'; no trabaja Moisés, su cuñado, que hizo la Semana Santa y la Feria y desde entonces no encuentra un bar que necesite camarero; no trabaja su madre, que limpia escaleras cuando puede... Pero sobre todo no trabaja José Luis, su padre, de 47 años.

La pared principal de estos pocos más de 40 metros cuadrados donde viven ocho está tapizada de imágenes felices, de primeras comuniones, de bodas muy antiguas. José Luis se quedó parado en diciembre. Transportista de la construcción, ya se sabe. "Cobraba unos 1.700 euros. Ahora cobro 600 y de eso vivimos todos". "¿Y cómo se llega mes a mes, qué se pone sobre la mesa?". "Puchero, todos los días puchero y sin muchos avíos. De segundo plato ni hablamos. Aquí no se come segundo plato. Y que no llegue el hambre porque llegará el día que tenga que pedir para comer. Figúrate, yo que siempre he trabajado..." A José Luis se le ensombrece la mirada. María del Monte sigue riendo en la pantalla, cada vez más. El humorista tiene un momento brillante.

El día de José Luis es, según él mismo relata, "nada. Hay días que me despierto a las cinco de la mañana y me embobo ante la tele. Un día muy largo cuando no hay nada que hacer. Y lo intento. Te levantas y dices hoy voy a ir a ver a éste y a éste. Y vuelves sin nada. Por no haber, no hay ni chapus. Está todo parado. Es desesperante".

Moisés, Antonio y José Luis tienen miedo al futuro, al vacío. "Ni la crisis del 92", recuerda José Luis, cuando su hijo Antonio apenas gateaba. "Entonces siempre surgía algo. Y lo peor no es esto. Lo peor es cuando se acabe la prestación y tengamos que vivir de la ayuda familiar. Aquí pagamos 110 euros de alquiler . Y la luz, el agua". De nuevo silencio. Sólo se escucha a María del Monte, su risa, haciendo eco en el patio de vecinos.

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