Un museo por descubrir

Un lunes bastante conservador

  • El Museo cierra sus puertas cada primer día de la semana para realizar labores de control y limpieza de las obras que se exponen en sus salas

Es lunes y el Museo Arqueológico cierra. No lo hace por descanso del personal, todo lo contrario, sino para el control y limpieza de las piezas que se muestran en este espacio. Un día que engloba tareas diversas como la renovación del aire de las vitrinas, eliminación del polvo, vigilancia de plagas, control de las condiciones medioambientales como temperatura, humedad, iluminación y contaminación, así como de los factores de seguridad que rodean el bien cultural para la prevención de robos, incendio y vandalismo. Porque el objetivo es la prevención para la conservación. Una meta con la que todo el personal del Museo está "muy sensibilizado".

La jornada comienza con una ronda de control por todas las salas. Luego se inician las labores en las salas o espacios que correspondan ese día. Por ejemplo, la limpieza de vitrinas: primero se repasan por fuera y, luego, una aspiradora especial renueva el aire interior, ya que algunas de ellas están cerradas durante meses hasta su siguiente revisión. Después, se hace una fotografía de la disposición de las piezas, que se van sacando una a una y se van colocando en bandejas. Se aspiran con cuidado y se les quita el polvo con un pincel muy suave. "Todo esto tiene que realizarse por manos expertas, ya que la manipulación de objetos las tenemos que hacer nosotros", cuenta la conservadora y restauradora del museo jerezano, Carmen Martín. Las piezas se colocan de nuevo tal como estaban en su vitrina de exposición. "La conservación en el museo es una función imprescindible que justifica por sí misma la existencia de la institución. Se desarrolla en una doble vertiente: conservación preventiva y restauración", asegura Martín. Pero hay que destacar que todos los materiales arqueológicos son en su mayoría inestables como consecuencia de haber permanecido largos periodos de tiempo bajo tierra, así que la conservación preventiva debe comenzar en la misma excavación.

Un museo es un sistema complejo donde interactúan variados factores como, por ejemplo, las condiciones del propio edificio: su sistema constructivo, sus características medioambientales, la proliferación de organismos vivos y las distintas actividades humanas. Todo ello forma un sistema ecológico que hay que controlar porque influye en el estado de conservación de las colecciones. Los factores de riesgo más importantes para la conservación (humedad, temperatura y luz) deben ser controlados dentro de unos límites establecidos para que no afecten negativamente a los objetos acelerando su deterioro. Así, el control de la temperatura, se mantiene en todo el edificio una temperatura entre 21 y 22ºC todo el año mediante circuito de aire acondicionado. Respecto a la humedad, los materiales muy inestables como los metales tienen que ser conservados en unas condiciones de HR (Humedad Relativa) constantes y no superiores al 30%. Con este objetivo las vitrinas que contienen estos materiales son herméticas y en su interior se crea un microclima seco mediante contenedores ocultos con agentes que absorben la humedad, como el gel de sílice, que originalmente es azul y se transforma en rosa cuando ya ha hecho su trabajo. El producto se mete a alta temperatura (150 grados) en un horno de desecación, vuelve a su color azul original y es reutilizado. Además, en estas salas donde se exponen metales se refuerza el control ambiental con aparatos deshumidificadores.

Por su parte, la luz natural es difícil de controlar en cuanto a intensidad pues varía continuamente según la estación del año y la climatología. El museo depende exclusivamente de la luz artificial para conseguir unas condiciones lumínicas constantes en las salas de exposición. Tiene instaladas lámparas tipo led y fibra óptica, de intensidad regulable. Las ventajas de esta nueva iluminación son importantes: no transmiten calor (por lo tanto no aumentan la temperatura) y no irradian la perniciosa luz ultravioleta. Es esencial realizar unos controles periódicos de estos factores que contemplen una intervención inmediata sobre el bien cultural si es necesario. Es decir, si alguna pieza muestra algún cambio es llevada al laboratorio de restauración para su análisis y tratamiento. Y eso puede ser cualquier día, no sólo un lunes. De hecho, en ocasiones se han realizado intervenciones de urgencia delante de público porque el museo se encontraba abierto.

Hay que subrayar que hasta el momento no se ha detectado ninguna plaga gracias a las labores de mantenimiento y limpieza constantes en el edificio; la basura se deposita en contenedores cerrados y estos están en las zonas de talleres, ubicadas en un edificio independiente al del museo y es además recogida diariamente. Por otra parte, las campañas de desratización que periódicamente realiza la Delegación Municipal de Medioambiente han prevenido con eficacia la existencia de este problema. Todo material que ingresa en el museo afectado por alguna plaga (xilófagos, hongos, etc.) es de inmediato aislado para evitar cualquier tipo de contaminación. En la sala de cuarentena el material es tratado y preservado hasta que queda garantizada la erradicación del elemento patógeno.

Respecto a la contaminación atmosférica por gases de anhídrido carbónico y partículas proviene en un porcentaje muy alto del tráfico rodado. El museo está situado dentro del casco histórico de la ciudad, una zona de confluencia de calles muy estrechas donde el tráfico es escaso y la contaminación por lo tanto no alcanza unos niveles muy elevados. Como medida preventiva, el circuito de aire que acondiciona las salas dispone de filtración de partículas contaminantes.

Este lunes, Martín le dedicó tiempo a cubrir con una tela transpirable los respiraderos de un enterramiento de época romana para evitar que la arena se colara en el compartimento inferior de la tumba. Espacio interior en el que la restauradora introdujo unos cristales (art sorb) que mantienen el nivel de humedad constante de los huesos (50 ó 60%) para evitar que se agrieten. También limpió las tejas romanas que la cubren, así como una pequeña urna de incineración y su correspondiente ajuar.

Este lunes tocó también limpieza general de la vitrina de 'Verde y manganeso' del siglo X, que llevaba unos meses cerrada. Martín retira las piezas con extremo cuidado, las limpia y elimina además el polvo del interior de la vitrina. Luego, las vuelve a colocar tal como estaban. Ya están listas para lucirse de nuevo ante el visitante. La última vitrina que toca ese día es una de la zona de los metales, donde se conservan piezas como una espada celta encontrada en Mesas de Asta del siglo IV a.C., que tiene hierro, plata y bronce, y es muy vulnerable. Del compartimento inferior Martín cambia el gel de sílice que permite que la humedad sea constante.

Y todo, todo, todo siempre, con guantes.

Asimismo, respecto a las piezas del museo que están expuestas al aire, sin cubrir, y que en muchas ocasiones el público toca sin deber, pues también se repasan los lunes. E igual que se cuida lo que se expone, también lo que hay en el almacén, con otras medidas que darán pie a un nuevo reportaje.

"La tarea de los lunes es una rutina obligada, un trabajo algo gris pero imprescindible para la conservación. ¿Cuántas veces hemos ido a un museo y hemos visto polvo en las vitrinas, insectos y hasta piezas que se están deteriorando? Nuestro deber es tener siempre el museo como si se acabara de inaugurar. Nuestra obligación es conservar".

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