El Rocío

Casi dos minutos de gloria rociera ante la Casa de Jerez

  • La procesión de la Virgen del Rocío se desarrolló con adelanto, llegando a la Hermandad a las 10,22 horas

Los rocieros jerezanos muestran su Simpecado a la Virgen del Rocío mientras cae una petalada de flores. / MANUEL ARANDA

Las diez y veintidós minutos de la mañana del primer lunes de Pentecostés de este año de 2018. La Reina de las Marismas se acercaba al porche de la casa de hermandad de Jerez. Los almonteños llevaron en volandas a la Santísima Virgen para cumplir con la tradición de ese mágico encuentro donde las palmas por bulerías suenan más redondas y a compás que en cualquier otra parte. Así fue cómo comenzaron a tañir las campanas de la casa de Jerez porque la Virgen ya estaba muy cerca. Quizá se echó de menos algún que otro cañero bien calado y algún traje corto. Las guayaberas en el Rocío se han hecho protagonistas. Pero anécdotas aparte, el Simpecado, llevado en la carreta por las trochas de Doñana, salía para ese encuentro mágico. Y el padre José Gil, director espiritual de la hermandad, junto con Juan Franco, también religioso dominico que este año ha predicado el quinario de la hermandad, eran levantados en volandas para gritarle las 'vivas' a la Virgen.

Un minuto y cincuenta segundos que fueron toda una inmensidad porque el tiempo, cuando se trata de estar ante la Madre de Dios, se podría decir que es relativo. Y así, Jerez, de nuevo, renovó este encuentro rociero que tantas ilusiones lleva a sus espaldas. Tanto camino, tanto cansancio y tantas incomodidades. Todo por y para ver el semblante de un blanco nácar inexplicable que sólo la Virgen del Rocío tiene. Sensaciones muy especiales que no lo puede explicar una petalada como la que se tributó a la Virgen ante el porche de Jerez. Ni tampoco tantos abrazos tras el encuentro con la Madre de Dios.

Los romeros jerezanos lograban llegar de nuevo al cénit de la romería que no es otro que ver a la Virgen. Y la Reina de Almonte, a buen seguro, volvió a bendecir a este pueblo de Jerez a través de sus peregrinos.

Fernando Jiménez, arrancándose a bailar en el casa de Jerez / MANUEL ARANDA

A partir de ahí vino la fiesta a la hermandad de Jerez. El patio se volvía en un alboroto de emociones y de reencuentros rocieros. Qué más da que los almonteños se equivocaran y saltaran la reja antes de tiempo. Qué más da que el Simpecado de Jerez tuviera que buscar un atajo para volver a la casa sin llegar a la ermita. Qué más da que el mismísimo Simpecado de la hermandad matriz de Almonte ni tan siquiera saliera de su casa cuando los custodios de la Virgen saltaran la reja cinco minutos después de las dos y media de la madrugada del lunes. Todo quedó olvidado, a pesar de que la Virgen visitara Jerez con tres horas de antelación.

Así que una vez que pasó, como una exhalación, la Señora por la casa de Jerez, comenzó la fiesta. Y los bautizos rocieros. En el número dieciséis en la casa de hermandad, Benito Rodríguez se disponía a bautizar a su hijo. Vane, su mujer, le cantaba una sevillana al hijo recién bautizado mientras que Paco Muñoz oficiaba de maestro de ceremonias. Con sal y vino, como mandan los cánones más rocieros. Y con sevillanas y con la alegría de haber visto a la Virgen momentos antes.

Justo a las 11,25 de la mañana, la Virgen se recogía en su ermita. Los almonteños dejaban a la Patrona en el altar mayor donde lucía más bonita, si cabe, tras una noche ajetreada de visitas. La romería, con la vuelta de la Virgen del Rocío a su lugar, quedaba concluida.

A partir de ahí comenzaba el trajín de recogida de tiestos para la vuelta. Un regreso que, según muchos custodios del espíritu del Rocío, se hace más íntimo, más bonito y más sentido.

La fiesta

El cronista tuvo la oportunidad de volver a visitar la casa del número uno de la calle Almonte. La casa de la familia Domecq y de la familia Bohórquez. En el patio de la casa se fundieron, como una fragua ardiente, el sentimiento rociero con el compás y el arte más genuino de Jerez. Coral y Ana de los Reyes bailaban y cantaban junto con Carmen Grilo y el baile de Fernando Jiménez y Juan Garrido. Juan Garrido que además de ser un excelente periodista es un magnífico artista. Y, sobre todo, una persona excelente. Auténtica. Y tras un rato de descanso, Sandra Rincón que también bordó el cuplé por bulerías. Con el acompañamiento de la guitarra y el compás de 'El Pay'. Y Joaquín 'El Zambo', que ofició como sabedor de todos, junto de cante 'jondo' nacido en Santiago. No cabía más arte y más compás entre los congregados para que la casa del número uno tuviera rumbo y majestad.

También, los buenos rocieros de 'Voces de la Ina' tuvieron su momento para cantar las sevillanas más rocieras. Todo un deleite. Y todo había merecido la pena porque la Virgen nos ha dado salud para volver a verla de nuevo en su romería. Un momento para el recuerdo. Un instante que marcó a quien tuvo el privilegio de vivirlo y sentirlo.

Eran las seis de la tarde cuando la Virgen habitaba de nuevo en su ermita. Ya descansada tras la noche de procesión. Cada vez que uno ve a la Virgen la observa más guapa y más excelsa. Es lo que tiene el Rocío. Tantos miles de personas no pueden estar equivocadas. Serán cosas de las privilegiadas tierras de Huelva que convierten este acontecimiento en algo telúrico. O quizá tanto cansancio acumulado. O posiblemente la belleza serena que supo subrayar quien la modeló. Pero no. No pueden estar equivocada toda esta multitud. Esto tiene un no sé qué especial. Será el momento. O será que tanta gente a la vez no puede estar confundida. A buen seguro que no. Que esto del Rocío, es algo inexplicable y único. Un no sé qué que se vive cada año cuando llegan las solemnidades de Pentecostés.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios