Cofradías · Diario de Pasión

La obra más singular de Ortega Bru

  • El misterio del Descendimiento debería de estar reconocido como Bien de Interés Cultural y declarado como patrimonio nacional

El impresionante misterio del Descendimiento en la iglesia de la Victoria.

El impresionante misterio del Descendimiento en la iglesia de la Victoria. / manuel Aranda

Corría el año 1957 cuando en la hermandad de la Soledad deciden hacer un misterio que acompañara a su bellísima Virgen, Reina auténtica de la Porvera y corazón de los cofrades de túnica negra y antifaz morado. Posiblemente ni ellos eran conscientes de la grandiosidad que les esperaba cuando escogieron el momento en el que el Señor es descendido de la cruz.

Aquel proyecto parece que estuvo siempre en mente de los mandatarios de la cofradía que fuera a recaer en el gran Luis Ortega Bru, imaginero de San Roque que ya había demostrado sobradamente su maestría con la gubia. Por aquel entonces, Ortega Bru residía en Madrid, pues trabajaba para los talleres de arte Granada. De aquella cercanía al arte castellano le sobrevino una fascinación por la imaginería sobria, enjuta, macilenta y ciertamente desolada de aquellas tierras. Cuando se firma contrato con el genial artista, el estilo castellano era una realidad en la producción artística del imaginero. Parece ser que hubo incluso algunos pequeños conatos entre las partes cuando se planteó que las imágenes fueran policromadas por unas manos distintas a las del escultor sanroqueño. Pero Ortega Bru tenía que darle ese realce grisáceo que hoy en día se deja ver en esta maravilla que Jerez guarda para la jornada del Viernes Santo. Esos rostros que se parecen a las pinturas del Greco, con ese toque de angustiosa pena tan de la imaginería castellana.

El artista, cuando finalmente accede a hacer todo el conjunto escultórico por unas doscientas mil pesetas, responde mediante carta que "la posteridad agradecerá este proyecto", comprometiéndose a crear la mejor obra de su vida. Ricardo Cantador, uno de los números bajos de la cofradía, trabajador incansable durante toda su vida por la hermandad, asegura que "Ortega Bru siempre venía a ver su Descendimiento procesionar. Lo hacía delante del paso". No podríamos afirmar si es la más alta cota de este imaginero tan singular, pero si aseguramos que se trata de una de sus obras más redondas, más personales, con más alma.

El Descendimiento es una de las grandes joyas que Jerez conserva como patrimonio ya no sólo local, sino nacional e internacional. Debería de ser declarado patrimonio de la cultura al reconocérsele su majestuosidad. Y todo esto lo atesora Jerez. No sabemos si la ciudad es lo suficientemente consciente. "Muchas veces ni nosotros nos damos cuenta de la importancia artística de lo que creo Ortega Bru", comentan desde el seno de la cofradía. Sí se observa que existe una generación -hermanos de entre veinte y treinta años- que son auténticos 'locos' del Descendimiento.

Sus dimensiones siempre fueron un problema para sacarlo. Por las proporciones a la hora de escoger las calles y porque era trabajo para hombres de verdad sacarlo sobre los hombros. "El primer año no puedo entrar en la Catedral", asegura el hermano mayor Ildefonso Muñoz. Y Juan del Castillo, también hermano antiguo de la hermandad, asegura que "en una ocasión se quedó encajado en la puerta de la Encarnación". Se le cambió la cruz por una con menos altura y hubo incluso pensamiento de cambiar los santos varones que están subidos en la escalera. Afortunadamente nada se tocó.

La obra quedó intacta. Para orgullo de los cofrades de la Soledad y la ciudad de Jerez. Se encuentra en la iglesia de la Victoria y es grandioso y bellísimo; una obra de virtuosismo creada por un genio y, sobre todo, un misterio que llama a la oración y el recogimiento. Su Virgen de las Tristezas es una joya y el San Juan es un doncel cargado de hermosura. Los santos varones tienen un movimiento único y la comunicación de la escena es prodigioso.

Antonio de la Rosa, investigador y experto en la material, afirma que "el monumental e impresionante grupo escultórico del Descendimiento no ha pasado desapercibido en estos casi sesenta años procesionando. Principalmente por dos motivos: su enorme envergadura y la maestría artística con la que fue ejecutado. Destaca la fuerza expresiva del conjunto con la que Luis Ortega Bru talló en el momento del encargo donde tenía claras influencias de la escuela castellana, en especial de Gregorio Fernández. Sus grandes conocimientos de anatomía, unido al dominio de las proporciones y composición, crea un misterio hiperrealista con un sello propio de gran expresividad", concluye de la Rosa.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios