DIRECTO Madrugá Sevilla en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para la Madrugada

Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

¿Para qué sirve un alcalde?

Hace sólo una docena de años los autobuses ennegrecían con sus tubos de escape las fachadas de la Catedral

La respuesta a la pregunta que sirve de título a esta columna no es muy complicada. Está a la altura de cualquier alumno de la ESO. Un alcalde sirve para mejorar la vida de sus convecinos y hacer progresar la ciudad para que sea más agradable de vivir, tanto para los que allí residen como para los que quieran visitarla o instalarse. Si la cosa es así de obvia y partimos de la base de que un regidor municipal tiene competencias y debe administrar un presupuesto para actuar en esa dirección, ¿por qué es tan difícil que en España haya alcaldes transformadores de esos que dejan una huella perceptible en su ciudad para muchos años?

Casos ha habido y conviene citar algunos aquí: Bilbao cambió radicalmente con el nacionalista Iñaki Azkuna y pasó de ser una ciudad sucia y triste a convertirse en uno de los destinos más atractivos del norte, en competencia con San Sebastián, gracias al Guggenheim y a muchas acciones para hacer habitables sus calles; muy cerca de nosotros, el popular Francisco de la Torre ha hecho de Málaga una ciudad de museos y es hoy la capital más dinámica y emprendedora de Andalucía; los socialistas Francisco Vázquez en La Coruña y Pasqual Maragall en Barcelona, o incluso Rita Barberá en Valencia -a pesar de su trágico, por tantos motivos, final-, dejaron marcas de su paso por la Alcaldía y en todos los casos para bien: la ciudad que dejaron -en el caso de Málaga, que dejará- es mejor que la que recibieron.

¿Y Sevilla? En esto ha jugado en segunda división. Si dejamos al lado la lluvia de millones que cayó hace un cuarto de siglo por la inversión estatal en la Expo 92 y el papel que jugó en ello el alcalde Manuel del Valle, lo más parecido a un proceso transformador que hemos tenido fue el que protagonizó Alfredo Sánchez Monteseirín durante la década larga que estuvo en la Plaza Nueva. A diferencia de los citados más arriba, su trayectoria estuvo marcada por lo polémico, aún hoy, de muchas de sus actuaciones y por el hecho de que todavía el Ayuntamiento anda buscando dinero para hacer frente al pago de algunas trampas de su etapa. Pero de lo que no cabe duda es que hace una docena de años los autobuses ennegrecían con humo de gasoil la fachada de la Catedral en la Avenida o que las plazas del Salvador y del Pan eran aparcamientos de coches en las que no se podía dar un paso. Ahora nada de eso pasa y las setas de la Encarnación se han convertido en un icono que vende la imagen de la ciudad en el extranjero. Visto con perspectiva, no es muy arriesgado decir que, más para bien que para mal, en esos años cambió algo en Sevilla. Y desde entonces, nada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios