Magna cita que pudo ser, pero que fue minimizada por lo del miércoles pasado en el gran escaparate. Los tres goles que el campeonísimo trae parece una distancia insalvable, pero este Sevilla es mucho Sevilla, en fútbol hay resquicios esperanzadores por doquier y decir que está todo el pescado vendido es mucho decir. Cuestión complicada, por supuesto, la de doblegar al Real Madrid pero mojándose el culo puede haber peces.

Creo, además, que lo más importante de cuanto se anuncia para esta fría noche en Nervión es el reencuentro con el Sevilla. Su campanazo del sábado en San Sebastián fue de tal magnitud que bien merece una salutación adecuada. Por si fuera poco, la dirección está llenando la cuesta de atractivos, que ya se sabe que no hay nada que alegre las pajarillas del aficionado tanto como la contratación de futbolistas, sobre todo si vienen acompañados del cartel de Jovetic.

Vive el sevillismo días, años ya, de vino y muchas rosas como para que el 3-0 del Bernabéu menoscabe su estado de ánimo. Ni siquiera la proximidad del nuevo choque con el gran coloso puede aguar este vino copioso que corre por la actualidad sevillista. Por tanto, afróntese la cita con el entusiasmo habitual, que la ilusión y la esperanza llegarán por sus pasos. Es un Sevilla-Real Madrid y la cosa dio siempre mucho juego como para andar a estas alturas de la vida con minucias.

Ya sé que alimentar la esperanza de darle la vuelta a la tortilla se antoja poco razonable, pero la única manera de no doblegar a ese manojo de récords que es hoy el Realísimo es no enfrentándose a él. Vayamos, por tanto, a esta nueva encrucijada de un tiempo tan feliz con alborozo. Insisto en que sólo el hecho de reencontrarse con el equipo que hizo lo que hizo en Anoeta es motivo más que suficiente como para enfilar Dato y estar a la espera de ver qué pasa. Fútbol es fútbol.