Tras haber deslumbrado a Hollywood con Alien: el octavo pasajero, Ridley Scott mostró cierta reticencia a embarcarse en el proyecto de Blade Runner por temor a que lo encasillasen en el género de la ciencia-ficción. Sin embargo, tras leer el relato Sueñan los androides con ovejas eléctricas, de Philip K. Dick (que sirvió de base para el guion de la película), el director británico intuyó que tenía entre manos un prometedor material para lograr uno de esos films que al modo del El Padrino, Psicosis o Ciudadano Kane, terminan convirtiéndose en referentes de la historia del cine.

La ciudad de Los Ángeles, durante la segunda década del siglo XXI, es el marco de una historia que se desarrolla en un agobiante ambiente nocturno de lluvia y polución casi incesantes, con enormes edificios, mitad templos y mitad rascacielos, entre los que pulula una población de aluvión con mezcla de razas, idiomas y costumbres y donde la microinformática lo domina todo. Como ocurría en Metrópolis de Fritz Lang (antecedente lejano de esta película), una minoría dirigente vive en una zona privilegiada mientras que la mayoría de la gente habita cubículos destartalados o se apiña en las mugrientas calles pasando su tiempo entre extraños clubs nocturnos y sofocantes puestos de comida rápida. El protagonista, Harrison Ford, es una mezcla de detective privado y pistolero a sueldo con la misión de identificar y neutralizar a unos androides (los Nexus 6) que, liderados por Rutger Hauer (en el mejor papel de su carrera) se vuelven peligrosos tras experimentar un proceso de "humanización" (muy parecido al del monstruo del Dr. Frankestein) en busca de su propia identidad y, a pesar de ser máquinas, planteándose preguntas existenciales del tipo: quiénes somos, de dónde venimos o cuánto tiempo nos queda.

En paralelo a la búsqueda de los robots se desarrolla un imposible romance entre el detective y una de las androides (una bellísima Sean Young). Aunque contemporánea en su concepción, Blade Runner tiene una estructura clásica a medio camino entre el cine negro de Houston y los westerns de Ford. La impresionante puesta en escena de Ridley Scott con imágenes tan icónicas como el taxi que vuela parsimoniosamente delante de un gigantesco anuncio de neón donde aparece el sonriente rostro de una bella oriental o el impactante alegato final del líder de los androides lamentándose de que todos sus recuerdos se perderán "como lágrimas en la lluvia", se complementa con una excepcional banda sonora de Vangelis, al punto de que en la memoria del espectador imágenes y música se vuelven indisociables.

Han pasado 35 años desde el estreno de Blade Runner, una distopía tan certera en sus pesimistas expectativas sobre la humanidad como lo fue la novela 1984. Dentro de una par de meses se estrenará Blade Runner 2049 esta vez con Ridley Scott como productor. Deseemos que la secuela no desmerezca al original.

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