La United Fruit Company, fue una empresa norteamericana creada a finales del XIX para producir y comercializar frutas tropicales (principalmente plátanos) cultivadas en América Latina. Dado el alto precio que alcanzaban estos productos exóticos en el mercado estadounidense, los beneficios de la compañía pronto fueron enormes y sus dirigentes no tuvieron ningún escrúpulo a la hora de reinvertir una parte de su capital en violar las leyes, sobornar a políticos, apoyar a fuerzas paramilitares o actuar con sus propias bandas de asesinos para asegurarse las máximas riquezas posibles mediante la explotación de las tierras (y los aborígenes) de estos países subdesarrollados. Promovieron golpes de estado (Honduras, Guatemala), repusieron a dictadores derrocados (Costa Rica) utilizaron ejércitos para reprimir las huelgas de los trabajadores de sus plantaciones (Colombia) e incluso aunaron sus intereses con la CIA para organizar la invasión de Cuba y así poder recuperar las más de 100.000 hectáreas que les había escamoteado la revolución de Castro. Uno de los primeros presidentes de la United o, como la llamaban los nativos, la "Mamita Yunai" (deformación al español del término inglés "united") Sam Zemurray resumió en una frase la peculiar ética de la compañía: "En Honduras es más barato comprar un diputado que una mula".

Esta especial relación entre la empresa y los regímenes políticos de Centroamérica dio origen a la denominación de "república bananera", esto es, una dictadura servil que obedece las órdenes de la compañía que explota su territorio con un monocultivo a gran escala. Posteriormente la expresión hizo fortuna y se extendió de manera peyorativa a cualquier país del mundo en el que la inestabilidad política, la corrupción y la ilegalidad fuesen la norma. Viendo la actitud y el comportamiento de los diputados catalanes en la solemne sesión de su parlamento destinada a escenificar su supuesta separación de España, no resulta difícil adjudicar a la nonata republica de Cataluña la calificación de "bananera". Puigdemont, Junqueras, Ana Gabriel y toda su feligresía son tan esperpénticos como Evo Morales, Maduro o Jimmy Morales y si les dejasen, probablemente hundirían a su "país" en la misma miseria en que ahora están Bolivia, Venezuela o Guatemala. Como en aquellos países, la corrupción generalizada ha obligado a los nacionalistas a darle la razón a Samuel Johnson cuando dijo que: "el patriotismo es el último refugio de los canallas", al convertir la independencia en oportuno velo encubridor para sus muchas fechorías. Lo preocupante es, sin embargo, que su antagonista, el Estado español, con su pusilanimidad para combatir el separatismo catalán está dando síntomas inequívocos de "bananero". ¿Somos un país sin principios o acaso el dar alas al guirigay independentista no es más que una excelente forma de amortiguar los ecos mediáticos de los escándalos de la Gürtell, los sobresueldos, el caso Bankia o la operación Lezo?

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