Por el cariño y la preocupación que reiteradamente manifiesta sentir Dª Susana Díaz por los andaluces, podría intuirse que casi llega a considerarse la madre de quienes vivimos bajo el amparo de la Junta. Sin embargo y abundando en la comparación, siempre hay unos hijos más preferidos que otros y, en este sentido, contrasta el gran aprecio e interés que la presidenta y sus consejeros parecen sentir por colectivos de tanta raigambre como los cofrades, romeros, feriantes y folclóricos en general, con el desdén y la indiferencia que expresan hacia los ciclistas, un grupo quizá menos bullicioso pero probablemente tan numeroso como todos los otros juntos. Como si fuésemos el fruto de una relación pecaminosa, los ciclistas somos las ovejas negras de la familia a las que nadie presta atención. Cada vez que salimos a la carretera -por lo menos, en el Campo de Gibraltar- los usuarios de la bicicleta no tenemos más remedio que encomendarnos al arbitrio (no siempre benévolo) de los automovilistas ya que, con la excepción de unos aislados 6kms. de carril-bici entre la Estación de San Roque y la Almoraima (compartidos en su uso con patinadores, viandantes, runners, perros y hasta caballos) estamos obligados la mayoría del tiempo, si queremos hacer un recorrido de larga distancia, a competir por unos pocos centímetros de asfalto con los vehículos a motor. Por si no fuese poco el trance de tener que estar pendientes de las posibles maniobras inesperadas de los conductores, los ciclistas debemos estar ojo avizor a las muchas trampas que nos acechan en la calzada. En efecto, un asfalto cuarteado, lleno de baches y hendiduras y salpicado de piedras sueltas constituye un peligro tan cierto como el del tráfico. Los habituales del tramo Castellar -Jimena, tenemos memorizados, cuán pilotos de F-1, cada grieta, cada resalte y cada agujero del camino y solo nos falta el ponerles puntuación en función de cuantos caemos en cada obstáculo (al respecto, reseñar la "fama" de un inmenso agujero -de 2 años de "edad"- existente a la salida de una curva en la bajada conocida como "La Campana"). Ajenas a las Obras Públicas, nombrar en estas carreteras a las vibrocompactadoras, las extendedoras de aglomerado asfáltico o las pavimentadoras es como hablar de unicornios. Jamás conocieron ni conocerán esas a maravillosas máquinas que proporcionan firmes lisos, homogéneos y seguros. Ahora bien, si algún día por mor del azar uno de estos parias que penamos por las carreteras conquistase el adoquín de la "París-Roubaix", no duden de que además de abrazarle efusivamente para la foto, los políticos dirán: " Ganó gracias a la Junta, por facilitarle entrenar en unas carreteras equiparables...¡a las del "Infierno del Norte"!

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