Fechas atrás, difuminada entre otras noticias socialmente más "impactantes" (v.g. la instalación en Madrid de semáforos gay friendly o las broncas de dormitorio del histriónico Ángel Garó), la prensa nos informó de la extravagante hazaña de Alex Honnold, un joven californiano de 31 años que ha sido el primer hombre en subir la pared vertical de El Capitán en la modalidad de escalada libre, con sus manos y sus pies como únicos elementos de progresión. El Capitán es todo un icono para los escaladores; una inmensa roca blanca granítica de 900 metros de altura que desafía a los montañeros desde la agreste y hermosa naturaleza del parque nacional de Yosemite. Hasta ahora nadie se había atrevido a escalar una vía tan complicada haciendo un "solo integral", esto es, sin cuerdas, arneses o anclajes... sin más seguridad que la que tiene el propio escalador en su fuerza y elasticidad para ser capaz de superar la distancia de cerca de 1 km. que, casi en perpendicular, le separa de la cima. Tras dormir la noche anterior en su furgoneta de excursionista, Honnold desayunó un tazón de cereales, se vistió con pantalones pirata, una camiseta roja, la bolsa de magnesio para minimizar la humedad de las manos y se calzó sus pies de gato. A las 5.32, nada más amanecer, puso sus dedos sobre la roca y fue a las 9.28 de la mañana cuando, tras cerca de cuatro horas sujetando su peso solo con las manos y los pies en una pared vertical, tiró por última vez de su cuerpo para coronar la cumbre del mítico peñasco. A pesar de su indiscutible inutilidad, la proeza no deja de ser impresionante. Mientras que a la mayoría de los mortales nos produce vértigo el simple hecho de asomarnos a un balcón que esté más arriba de un cuarto piso, Alex Honnold estuvo literalmente flirteando con la muerte el tiempo que duró su solitario ascenso por la pared de El Capitán. Patrick Edlinger (un escalador francés pionero del "solo integral" lo definió de manera certera en el título de la película (puede encontrarse en youtube) que rodó sobre sus experiencias en la montaña: La vie au bout des doigts (La vida en la punta de los dedos). En su odisea, Honnold ha estado expuesto a múltiples contingencias, desde un resbalón hasta la aparición del cansancio que entumece los músculos cuando ya no hay posibilidad de vuelta atrás, pasando por el trance de despeñarse por el fallo de un agarre. Su indiferencia y su capacidad de abstracción frente a esas adversidades es lo que lo hace diferente al común de los humanos. Alex escala sin miedo, concentrado, libre, dotado de un don sobrenatural que le convierte en un ser privilegiado. Sus cuatro horas sobre la pared de El Capitán quizá tengan más sentido que la vida entera de la mayoría de la gente.

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