El lanzador de cuchillos

Martínmorales y la malafollá

Como un Montaigne alpujarreño, se pasó media vida en su torre de Almegíjar meditando sobre la condición humana

Se puede ver estos días en el Museo ABC de Madrid -después de haber pasado por Granada- la exposición Martínmorales, el dibujo inagotable que, comisariada por el periodista Alejandro Víctor, tiene entre otros méritos, el de ser la primera retrospectiva dedicada al genial viñetista. La muestra hace un repaso riguroso a los cincuenta años de carrera de un dibujante extraordinariamente fértil, que forma parte por derecho propio, junto a los Mingote, Forges, Perich o Chumy Chúmez, del olimpo sagrado del humor gráfico español.

La ingente obra de Martínmorales, de una singular radicalidad conceptual, desenmascara la hipocresía, los intereses desnudos y la violencia que hay detrás de todo poder. Para ello, ni siquiera precisa del humor. Sus dibujos, mudos o no, pueden ser cáusticos o metafóricos, pero no buscan provocar la sonrisa, sino zarandear las conciencias. Es un púgil de pegada dura, no un cuentachistes floreado. Como un Montaigne alpujarreño, se ha pasado media vida encerrado en su torre de Almegíjar, con un lápiz y un papel, para meditar sobre la condición humana.

Almeriense de cuna, el genio creador de Martínmorales es, sin embargo, profundamente granaíno. Sus personajes son ásperos, secos, directos. Como la contestación de un camarero del Suizo. Aunque ha sido siempre un hombre extraordinariamente afable y educado, sus viñetas son la sublimación artística de la malafollá. No hay individuo en la tierra con más malafollá que un mono de Martínmorales, con su calva, sus enormes ojeras y su cara descolgá…

Pondré un ejemplo. En una viñeta que se publicó en ABC cuando se discutía la controvertida Ley de Memoria Histórica, un anciano escribe una carta a su hijo: "Querido hijo: el mismo empeño que pones en saber dónde está tu abuelo enterrado, podías ponerlo para recordar en qué residencia has dejado a tu padre, y venir a visitarlo". Humor made in Graná, o lo que es lo mismo, la malafollá al servicio de la crítica social y la sátira política.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios