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Iglesia cerrada que abre el aire con el compás

  • Corazón. De Puerta Osario a San Pedro, de Gerona a San Leandro. Los puntos cardinales de Santa Catalina se bifurcan en varias direcciones. Noticia permanente con hemeroteca al lado, una joya del barroco cuyo cierre coincide con tres papas.

Cuando abrió El Rinconcillo, todavía vivía Murillo. Estamos hablando de 1670. Una de las tabernas más antiguas de Europa ya llevaba más de dos siglos mitigando las penas cuando dos casas más allá, en el actual número 26 de la calle Gerona, vino a residir en 1896 un estudiante de quince años llamado Juan Ramón Jiménez. Seis años más joven que Antonio Machado, nacido en el palacio de Dueñas, en el siguiente recodo de esa calle.

Una taberna del siglo XVII en la que Carlos de Rueda, octava generación de los actuales propietarios, sevillano de 1991, hace una firma electrónica en el albarán de la cerveza. El repartidor ha traído los barriles con esa onomatopeya que describe Joyce en el primer capítulo del Ulises. A García Márquez le gustaría el nombre del valdepeñas más popular de la casa, el coronel.

En Ponce de León comparten espacio la mezquita y la casa hermandad de la Cena

Para encontrar algo con más antigüedad que El Rinconcillo hay que detenerse en la iglesia de Santa Catalina. Antonio ha perdido la cuenta de los años que lleva cerrada, de las obras interminables. Extremeño de Monesterio (Badajoz), como los chorizos, morcillas y quesos que hay en La Extremeña, su tienda, minúscula y enorme como los ultramarinos de toda la vida. Nació en 1933 y entre el amasijo de artículos, una foto juvenil que le hicieron en Islandia, con aires de Salgari.

La iglesia de Santa Catalina forma parte de los lugares que en la ciudad cerraron sus puertas, como la Gavidia, Vilima o San Hermenegildo. Con la nómina de artistas que jalonan su patrimonio se podían hacer varias exposiciones en el Museo de Bellas Artes. El retablo mayor que firmó entre 1624 y 1629 Diego López Bueno, en plena infancia de Murillo; la capilla sacramental, "uno de los más hermosos testimonios del barroco sevillano", según la Guía Artística de Sevilla y su Provincia, atribuido a Leonardo de Figueroa; la dirección artística del sagrario con la firma de Pedro Duque Cornejo; el retablo con la impronta artística de Felipe Fernández del Castillo y el remate de su sobrino Benito Hita del Castillo. Un Cristo de Pedro Roldán y cuatro ángeles pasionarios y los dos ladrones de La Roldana, que forman parte del patrimonio de la hermandad de la Exaltación, desterrada en la iglesia de los Terceros.

Firma electrónica de Carlos de Rueda en El Rinconcillo, del siglo XVII. Firma electrónica de Carlos de Rueda en El Rinconcillo, del siglo XVII.

Firma electrónica de Carlos de Rueda en El Rinconcillo, del siglo XVII. / Juan Carlos Vázquez

Los Terceros es el nombre de la librería de viejo de Ignacio Sánchez Meléndez, junto al bar Los Claveles. El librero cobró notoriedad mediática cuando sacó de los restos de saldo un librito de Larra que Letizia Ortiz regaló en su compromiso nupcial a Felipe de Borbón. Atiende su hijo, porque Ignacio está en la Feria del Libro Antiguo. Sevilla en los labios del escaparate de esta librería: la Sevilla de Richard Ford, los años ochenta de Luis Gordillo, El Cicerón de Sevilla, de Alejandro Guichot, Biografía de una colegiata, como tituló Fernando Mendoza su historia vivida en primera persona de la Iglesia del Salvador. El segundo volumen de las Memorias de Alfonso Guerra, Dejando atrás los vientos. Las empieza en 1982 y las acaba en 1991, el año que nace el hijo y sobrino de Carlos y Jesús de Rueda, actuales timoneles de El Rinconcillo.

Haría falta un congreso de cartógrafos para delimitar la extensión del barrio, collación o parroquia de Santa Catalina. En cualquier caso, todas las estimaciones geográficas pasan por tener en la iglesia, esa ciudad prohibida, coto vedado con préstamo de Juan Goytisolo, el eje desde el que mover el compás.

Los voluntarios cartógrafos se han reunido al calor de La Fresquita, un bar muy concurrido en las horas del desayuno y el aperitivo. Está en la esquina de las calles Juan de Mesa y Santiago. "Originariamente, era Santiago el Mayor, que es el patrono de España", dice el tabernero Álvaro Perejil. Hijo del mítico Pepe Perejil, diván del Quitapesares, Álvaro nació en 1973. Ese año abre sus puertas la librería Reguera, frente a la Hemeroteca Municipal y al lado de El Tremendo, clásico de la cervecería sevillana.

Librería Reguera, un clásico del barrio, abrió sus puertas en 1973. Librería Reguera, un clásico del barrio, abrió sus puertas en 1973.

Librería Reguera, un clásico del barrio, abrió sus puertas en 1973. / Juan Carlos Vázquez

Antonio, en su tienda-desavío La Extremeña junto a una foto juvenil cuando fue a Islandia. Antonio, en su tienda-desavío La Extremeña junto a una foto juvenil cuando fue a Islandia.

Antonio, en su tienda-desavío La Extremeña junto a una foto juvenil cuando fue a Islandia. / Juan Carlos Vázquez

"Santa Catalina va de la Puerta Osario hasta San Pedro por un lado", dice Julio Reguera, que añade coordenadas: Ponce de León, plaza convertida en terminal de autobuses de Tussam, donde conviven la mezquita y la casa hermandad de la Cena; junto a la sede de Emasesa en las Escuelas Pías, cuyo parking conserva las torres ornamentales de la antigua estructura palaciega en la que se asentó el colegio de los Escolapios. Se podría decir que Santa Catalina abarca lo que abarca la torre de su iglesia, una de las más mimadas por los pintores de la ciudad. Su sombra de alturas llegaría a la calle Gerona y sus perpendiculares Feijoo y San Felipe; en sentido contrario a las calles Santiago y Azafrán, incluso a la plaza de San Leandro con el convento del mismo nombre y la pila del pato en el exilio. Al tabernero y el librero se les une en La Fresquita Paco Macías, que fotografió a Pepe Perejil con Álvarez del Manzano, Rita Barberá o Alfredo Kraus. "Mi padre",cuenta Álvaro, "estuvo a punto de doblar a Plácido Domingo en la película Carmen".

En El Rinconcillo, casi tres siglos y medio de historia, el 'coronel' tiene quien le beba

El cierre de la iglesia Santa Catalina debe ser provisional, aunque se cuenta en lustros: tres Papas han pasado desde que nadie se confiesa o comulga en esta joya con una portada que se desmontó en 1930 de la iglesia de Santa Lucía. El cierre definitivo, una plaga del cambio tecnológico, fue el del cine de verano Santa Catalina. Nombre maldito. "Durante el invierno", recuerda el librero Reguera, "había allí zonas para jugar a los futbolines, el billar y el ping-pong". En su adolescencia ocupa un lugar estelar el descubrimiento en la pantalla de Raquel Welch en Hace un millón de años. Buena metáfora.

El cine de verano tenía dos entradas. Una por la calle Alhóndiga y otra por la antigua calle Almudena, hoy Niño Ricardo. El drástico cierre de la selecta nevería, profecía en tecnicolor del cambio climático, propició que el instituto Velázquez, que no hace mucho cumplió medio siglo de historia, ampliara el patio. Mari lleva 17 años en secretaría y hay asuntos en los que manda más que el director. Atiende una demanda de Irene Bodoque, joven profesora de Biología, una docente de Cuenca que acaba de incorporarse al claustro del centro. En el patio juegan al fútbol y al baloncesto. Mari señala la antigua pantalla del cine, blanco sin negro, y las escaleras que accedían a los servicios. James Bond se fue de Santa Catalina.

El librero Julio Reguera, el tabernero Álvaro Peregil y el fotógrafo Paco Macías, en La Fresquita. El librero Julio Reguera, el tabernero Álvaro Peregil y el fotógrafo Paco Macías, en La Fresquita.

El librero Julio Reguera, el tabernero Álvaro Peregil y el fotógrafo Paco Macías, en La Fresquita. / Juan Carlos Vázquez

Los Antiguos Juzgados acogen ahora al Archivo General de Andalucía, que mensualmente ofrece al curioso el documento del mes, y la Hemeroteca Municipal, que en los años ochenta se trasladó a la avenida Almirante Apodaca desde la Casa de la Madrina, junto al teatro Lope de Vega. A la entrada de este museo de los rotativos, la actualidad marchita, el ruido calmado, hay una foto de archivo sin firmar -"qué raro", dirá Paco Macías-, una visión espléndida de Santa Catalina: la iglesia, la torre, unos ciclistas sin carril-bici y raíles del tranvía.

Alhóndiga es una palabra clave en estos dominios. "Es el abasto y venta pública de todos los granos para el consumo de la ciudad y el pósito reservado para escaseces y carestías", se lee en la Noticia Histórica del origen de los nombres de las calles de Sevilla, de Félix González de León. En 1626 se colocó allí la armería "que era suficiente para armar doce mil hombres de armas blancas". El librero se despide del tabernero. Regresa a su librería. Javier Sierra, último Planeta, es vecino de escaparate de Javier Marías. En ambas novelas hay referencias a Valle-Inclán. A los Javieres, que suena a cofradía, les sonará a chino el libro que ofrecerán en exclusiva. Hermanos y Costaleros de Sevilla. Un volumen de 736 páginas con "las 122 cuadrillas y su forma de hablar". Uno de esos costaleros es Álvaro Perejil, que cuenta una anécdota muy divertida del Corral del Conde, joya del patrimonio urbano de la zona. "Un grupo de admiradores del Pali fueron allí para homenajearlo, porque es un lugar que sale en sus sevillanas, como la calle Lumbreras o la puerta de Correos, pero los echaron".

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