Hojas de acanto

Mi barrio

Los que llevamos muchos años, e incluso toda la vida, residiendo en el casco antiguo, concretamente en las parroquias de San Julián, San Gil y Ómnium Sanctórum, estamos arraigados en las costumbres que desde bastantes años atrás, e incluso siglos, se han mantenido en estos barrios generación tras generación, y a las que se han ido incorporando las nuevas familias progresivamente heredando un patrimonio cultural y social. Pero últimamente se han mudado a estas collaciones una serie de vecinos que protestan por todas estas costumbres y actos, queridos y mantenidos por el antiguo vecindario. Estos advenedizos, bajo el argumento de sus derechos, libertad y del estado laico, se oponen a los ensayos de costaleros, de los armaos, tiran huevos a los hermanos que van en rosario de la aurora, critican nuestras procesiones, llegando a mofarse o hacer burla ante una procesión eucarística. También les molesta el ruido de las campanas de las iglesias, que llevan en la zona desde el siglo XIV.

Y yo les pregunto a estos nuevos moradores si antes de comprar o alquilar un piso no se dieron cuenta de la cercanía de las iglesias y de las hermandades. Es como si quisieran quitar los campos de Nervión o Heliópolis, porque a los residentes de esas zonas les molestasen los aficionados los días de partido. O es que, quizás, sólo importunamos los católicos y nuestras manifestaciones públicas de fe ¿Y nuestros derechos no se respetan…? ¿Por qué nuestra religión debe relegarse a lo privado?

Me encanta escuchar las campanas de las iglesias, el murmullo de los ensayos de costaleros, a la Centuria en los jardines del Parlamento…; pero lo que más me gusta es ver la basílica abierta y poder saludar a la Esperanza, a la Señora, contarle mis alegrías, penas e inquietudes y pienso que es un lujo ser su vecina. Por eso, no quiero que cambien mi barrio, ni sus costumbres de antaño.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios