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La creatividad impulsa la lucha de los egipcios contra Mubarak

  • El corazón de El Cairo es una olla en ebullición donde no sólo se cocinan reformas políticas sino también distintas expresiones artísticas.

El corazón de El Cairo es una olla en ebullición donde no sólo se cocinan reformas políticas sino también distintas expresiones artísticas, que dan el toque picante a una revuelta popular que hace oír sus reivindicaciones con creatividad.

Cantautores espontáneos, titiriteros, caricaturistas y cineastas se dan cita hoy, como cada día, en la plaza Tahrir con el fin de que el presidente egipcio, Hosni Mubarak, comprenda el mensaje de los manifestantes, que piden desde el pasado 25 de enero su renuncia sin condición.

"Todos los egipcios quieren democracia, la libertad nos pertenece. Dile Susan (Mubarak) que se quede en casa", rapea un hombre de unos 50 años armado con un micrófono en el centro de esta simbólica plaza, en alusión a la conocida esposa del presidente egipcio.

Los manifestantes han echado mano de su ingenio para convertir las protestas políticas contra el régimen egipcio en una especie de festival en el que cada día se congregan decenas de miles de personas.

El ambiente roza lo carnavalesco con la profusión de gorros y antifaces, como el que cubre el rostro del joven Mahmud Hafez, que siente que todos los reunidos en la plaza son "superhéroes" y rechaza con humor la injerencia de potencias extranjeras.

"No necesitamos a superhéroes americanos como Spiderman o Batman para llevar a cabo esta revolución", subrayó Hafez, orgulloso de su país y de sus compatriotas.

Porque si algo ha logrado esta revuelta popular sin precedentes es alimentar el sentimiento de unidad nacional entre los manifestantes, lo que se traslada a todos los complementos del festival, que tienen como denominador común los colores de la bandera de Egipto.

Con el rojo, el blanco y el negro, algunos egipcios empiezan a hacer negocio y en la plaza Tahrir y sus calles aledañas prolifera la venta de estandartes, gorros y cintas, cuyo precio oscila entre 2 y 15 libras egipcias (0,25 y 2,55 dólares).

"Hay puestos de palomitas, venden banderas y dan conciertos. El ambiente es muy alegre. Tahrir me recuerda estos días a un festival", dijo a Efe divertida la estudiante Ala Tag, de 18 años.

La música ha invadido muchos rincones y, si en el centro de la plaza las canciones se acompañan al ritmo de tambores y panderetas, los acordes melancólicos del laúd impregnan el área próxima al edificio de la Mugamaa, un monstruoso complejo que alberga oficinas gubernamentales.

Las letras de las canciones son reivindicativas y apelan al espíritu nacional, al igual que los trazos precisos de los dibujos que un grupo de jóvenes pinta sin descanso.

En el rincón artístico de Tahrir, se encuentra Mohamed Gibril, que defiende el arte como arma para mejorar Egipto y enriquecer estas protestas.

"Somos un grupo de artistas egipcios que creemos en nuestra revolución", explicó a Efe Gibril, quien aseguró que su objetivo es insuflar valor y confianza a la gente.

Con caricaturas, bosquejos y rótulos, este joven estudiante de ingeniería especializado en dibujo técnico, busca junto con sus compañeros de acera "cambiar al gobierno terrorista (de Mubarak)".

Los manifestantes derrochan creatividad en sus pancartas y lemas, en los que no solo critican al presidente y su familia sino también al recién nombrado gobierno, al que rechazan sin pestañear.

Un hombre paseaba una marioneta del vicepresidente Omar Suleiman, haciendo referencia a que este general es un títere en manos de Mubarak.

Desde que comenzaron las protestas hace dos semanas, la plaza Tahrir ha adquirido vida propia y en ella ya se ha celebrado una boda y varios rezos multitudinarios, tanto de musulmanes como de cristianos.

Además, en el campamento montado en este lugar, al que cada día se suman nuevas tiendas, hay un sitio de objetos perdidos, una estación de radio y se edita un periódico de una página bautizado con el nombre de la plaza, "Midan al Tahrir".

Al periodismo ciudadano se suma a partir de mañana el rodaje de una película centrada en la historia del médico Tarek Helmi, quien en un hospital de campaña presta ayuda médica a los heridos en las protestas.

Muchos de los lesionados acuden con brechas causadas por pedradas de los partidarios del régimen y, curiosamente, incluso el arma de estas agresiones, las piedras, es utilizada para escribir sobre el pavimento frases que en cinco idiomas recuerdan el objetivo de esta lucha: la salida de Mubarak.

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