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La izquierda poscomunista alemana hace historia al entrar en parlamentos del Oeste

  • Los 'herederos' del régimen germano-oriental podrían ser decisivos en el Estado de Hesse

El partido La Izquierda da por enterrado su estigma de partido ossi (apodo de germano-oriental) tras lograr ayer escaños en las elecciones celebradas en los estados alemanes de Hesse y Baja Sajonia, ambos en el oeste, lo que le permite tomar nuevos bríos para los siguientes comicios, en Hamburgo. "La izquierda funciona. Vamos rumbo a Hamburgo", proclamó el líder del partido, Lothar Bisky, copresidente de la formación junto con Oskar Lafontaine, el más destacado disidente del Partido Socialdemócrata (SPD).

Menos de un año después de sellar la fusión entre las dos formaciones -el poscomunista Partido del Socialismo Democrático (PDS) y la disidencia agrupada en Alternativa Electoral para el Trabajo y la Justicia Social-, La Izquierda está representada en nueve de los 16 estados federados, además del Bundestag.

Hasta su fusión, se trataba de una fuerza exclusiva del este, que en el oeste no conseguía más que resultados pírricos muy por debajo del listón del 5 por ciento necesario para tener escaños.

En Baja Sajonia se alzó con el 7,1 por ciento, mientras que en Hesse obtuvo el 5,1 por ciento. Hasta ahora, el único land del oeste donde tenía escaños era la ciudad-estado de Bremen.

En las elecciones de Hamburgo, el próximo 24 de febrero, aspira a lograr un puesto más y a dejar atrás lo que Lafontaine considera "distinciones propias de la Guerra Fría", como son los intentos por arrinconarlos políticamente.

La Izquierda tendría, desde el punto de vista de la aritmética electoral, los escaños que necesita el SPD para que su candidata, Andrea Ypsilanti, se convirtiera en primer ministro de Hesse.

El SPD obtuvo el 36,7 por ciento de los votos, frente a los 36,8 de la Unión Cristianodemócrata (CDU) que lidera Roland Koch. Los Verdes, aliados naturales de los socialdemócratas se quedaron en el 8,0 por ciento.

La Izquierda está dispuesta a respaldar la candidata del SPD, pero ésta, como la cúpula de su partido, descarta incluso la posibilidad de gobernar en minoría "bajo tolerancia" de ese partido.

El rechazo se debe tanto a la etiqueta de "heredero" del régimen germano-oriental como a la figura de Lafontaine, ex presidente del SPD al que sigue sin perdonársele que dejara la jefatura del partido y el Gobierno en tiempos del canciller Gerhard Schröder.

"Estamos dispuestos a cooperar para que haya relevo en el poder para Ypsilanti", dijo Bisky, pero no "a bailar al son de la pipa de Beck", el presidente del SPD.

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